«Si fuese más valiente», de la idea original a ganar un premio, por Cintia Fernández
Si me hubiesen dicho en enero que pocos meses después iba a publicar mi primera novela, me habría reído de quien fuese. Pero la cosa es que ahora me encuentro escribiendo un artículo sobre mi experiencia publicando y con un tatuaje en la pierna de esa novela. Porque, sí, Si fuese más valiente está ahí fuera, al alcance de cualquiera que la quiera leer.
Esto de escribir y publicar es una movida muy loca.
Mientras pensaba en cómo enfocar este artículo, encontré el diario de escritura que elaboré mientras desarrollaba la historia: «Esta semana me está costando escribir; estoy desmotivada, atascada, con la sensación de que la novela es una mierda. Pero, en fin, al menos quiero terminarla; luego veré si merece la pena». Un año después, lo leo y me dan ganas de abrazar a la Cintia del pasado y decirle que consiguió lo más importante: terminarla.
La idea original
Reconozco que empecé Si fuese más valiente (Proyecto Bilbao por aquel entonces) sin mucha idea de lo que hacía y un montón de miedo de que no me saliese bien. Pero como mi mayor objetivo era acabar mi propia novela, me propuse escribir un poquito cada día, aunque solo fuese una frase. Para ello, empecé a llevar un diario de escritura, donde anotaba las palabras diarias, contaba qué había escrito y mis impresiones respecto a la sesión. No faltar a esa «cita» se convirtió en un reto que, así a lo tonto, me ayudó a avanzar y terminar la novela.
Cuando comencé ese diario, era agosto de 2022 (justo un año después, estoy redactando este artículo) y tenía 11.000 palabras que había escrito durante los meses anteriores. Para mí, ese agosto fue cuando empecé de verdad a escribir Si fuese más valiente, cuando me lo tomé en serio. El 2 de diciembre, puse el punto final. Es decir, tardé cuatro meses completos en escribir el primer borrador de mi primera novela.
Para llegar a ese punto de saber qué escribir, recordé algo que Carlos del Río siempre aconseja en sus clases: hacerlo sobre lo que te gusta. Por eso, primero pensé en los elementos que quería que estuviesen sí o sí en mi historia, para escribir lo que a mí me gustaría leer: amigos que se enamoran, personajes LGBT+, grupito de amigos… En aquella primera fase, todavía no sabía si la pareja principal sería de dos chicos o de dos chicas, hasta que Unai (el interés romántico de Nico, el protagonista) me vino a la cabeza de manera muy definida, y lo tuve claro.
Por aquel entonces, la historia se iba a desarrollar en EE. UU., incluso tenía ya pensado un nombre inventado para el pueblo, y los protagonistas se llamaban Nick y Dorian. Pero, entonces, un sábado fui a pasar el día a Bilbao, me metí de lleno en el ambientillo de su Casco Viejo y me recordó lo guay que es la ciudad. Me acuerdo de que al volver a casa comenté mis dudas en Twitter: ¿ambiento la historia en EE. UU., como tenía pensado, o en España? Varias personas me recomendaron hacer la historia aquí para darle cercanía. Y me quedé en Bilbao.
Así que tuve que trasladar todo lo que tenía pensado (ambientación, personajes, un poquito de la trama) a la sociedad española, pero lo que quería contar, la esencia, esos amigos de la infancia que se iban a enamorar, era la misma. En esta primera fase, mi mejor herramienta fue un cuaderno. En él escribía fragmentos que, de repente, me venían a la cabeza; pegaba fotos de los personajes o cosas que me recordaban a ellos; anotaba cualquier información que, más adelante, quizá me vendría bien. Después fui llevando lo más importante a un documento de Google Docs e hice un listado de escenas: sabía qué escenas clave quería meter, el camino a seguir y por dónde tenía que pasar. Empecé a organizar la historia como un puzzle; me agobiaba ponerme a escribir sin saber qué iba a ocurrir casi al completo y tardé un tiempo en encontrar mi propio sistema (poco a poco, he aprendido a no necesitar tener todo tan atado como durante esa primera fase y dejarme llevar —al menos un poquito, y con un guion sobre el que moverme—).
Y, por fin, me puse a escribir.
La escritura
Tuve mis momentos de querer abandonar la historia, de no saber si lo que estaba haciendo valdría la pena y de atascarme en determinados puntos de la trama. Pero cuando me tocaba, por ejemplo, una escena de la que apenas sabía nada, o no sabía cómo continuar, daba un paseo. Una gran parte de Si fuese más valiente la he escrito en notas del móvil mientras caminaba por la costa.
Después de celebrar haber terminado ese primer borrador (algo que es muy importante recordar para no agobiarnos: solo es un borrador, la base sobre la que vamos a trabajar), llegó la reescritura, con la que estuve un mes y medio. Soy muy tiquismiquis y, además, correctora, así que leía y leía y siempre encontraba algo que cambiar. Hice encaje de bolillos para cuadrar toda la información de los flashbacks con las referencias de la actualidad; perdí la cuenta de las revisiones, de los cambios, del número de veces que leí mi propia novela; llegó un punto en el que me sabía de memoria algunas frases.
El premio
En esas semanas, varias editoriales convocaron concursos de novela romántica, entre ellas el sello Harlequin Ibérica, con su II Premio eLit LGTBI, donde Si fuese más valiente encajaba a la perfección. Así que metí el turbo para llegar a ese plazo y terminé la revisión de la novela una hora antes de presentarla al concurso, cosa que no recomiendo hacer. Ni siquiera me había dado tiempo a que nadie más la leyese, pero la envié.
Dos meses después, cuando me avisaron de que había ganado (sigo alucinando y asimilándolo), yo seguía reescribiendo, corrigiendo, puliendo. Tardé unas cuantas semanas en creerme que todo aquello estaba pasando. Quizá empecé a hacerlo cuando la idea de la novela como producto empezó a tomar forma: las primeras ideas para la portada, la elaboración de la sinopsis, los emails de la editora, etcétera.
El proceso de publicación ha sido abrumador, como un salto al vacío, donde la novela, esa que has escrito con tanto mimo, y sus personajes, y su historia, dejan de ser tuyos y pasan a ser de aquel que la lea. Y tú ya no puedes hacer nada para protegerla, para protegerte; cualquiera, sin conocerte de nada, puede juzgarte. Pero, sobre todo, es una experiencia chulísima, esa de que los demás lean tu historia y la interpreten a su manera y la hagan suya y te cuenten sus impresiones y se enamoren de los personajes. Es muy muy muy emocionante.
Dando a conocer Si fuese más valiente
La promoción de Si fuese más valiente se ha basado, y se basa, en lo que yo publico en redes (frases de la novela, curiosidades sobre los personajes, fotos de las localizaciones, playlist, etc.), en lo que la gente comparte y, sobre todo, en la recomendación. Pedí a la editorial que mandase el libro a varios booktubers y bookstagrammers, y el resultado ha sido bastante satisfactorio. Aun así, cuesta hacerse notar en la inmensidad de libros que se publican a diario. A veces me imagino dando saltitos en medio de una multitud, con el brazo alzado para que me vean y gritando: «¡Estoy aquí! ¡Estoy aquí! ¡Estoy aquí!».
Y, aun así, sé que he sido una privilegiada por haber podido publicar mi primera novela y de una forma tan rápida. No tuve que esperar meses la respuesta de las editoriales, recibir rechazados o no encontrar casa para Si fuese más valiente. Soy consciente de la tremenda suerte que he tenido y me siento muy muy agradecida. La respuesta de los lectores está siendo muy positiva, he compartido podio en Amazon con Tan poca vida, de Hanya Yanagihara, uno de mis libros favoritos, y, la verdad, estoy muy orgullosa de la novelita que he creado. Con eso, yo ya…
Estoy en proceso de escribir mi próxima historia, también de romántica LGBT+, a la que espero dar un gran empujón en los próximos meses porque, ahora mismo, estoy bastante atascada. Supongo que volveré a recurrir al diario de escritura, a ese reto de escribir un poquito todos los días, aunque sea diez palabras, y avanzar, avanzar, avanzar. La última vez me salió bien.
Cintia Fernández es correctora, escritora y periodista.
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Entrevista a Vic Echegoyen
Si hay una novela que me ha fascinado últimamente es Resurrecta, de Vic Echegoyen (Edhasa, 2021). El libro es una reconstrucción magnífica, contada a través de varios personajes históricos, sobre el Gran Terremoto de Lisboa de 1755. Si no la has leído, te la recomiendo, es apasionante.
Vic Echegoyen lleva escribiendo desde niña, y logró publicar su primera novela, El lirio de fuego (B de Books) en 2016. Desde entonces ha seguido escribiendo y publicando, y acaba de ganar el Premio Wilkie Collins de Novela Negra por Sacamantecas (M.A.R. Editor).
En esta entrevista nos cuenta cómo escribió Resurrecta, su amor por las historias y las letras, su carrera literaria y qué consejos daría a aspirantes a escritor.
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Entrevista a Vic Echegoyen
Recuerdo en un viaje a Lisboa con mis padres cuando era adolescente, a mediados de los 90, que descubrí la historia del terremoto de 1755, y me preguntaba por qué no hacían una película o escribían una novela sobre ello. Resurrecta es la gran novela que buscaba entonces. ¿En qué momento decidiste escribir una novela coral sobre el terremoto de Lisboa de 1755?
Cuando cumplí 50 años visité Portugal con mi familia durante tres semanas, empezando por Lisboa. Por casualidad, mi cumpleaños es el 13 de mayo, día de la Virgen de Fátima (patrona de Portugal), y día en que nació Sebastiao de Carvalho e Melo, futuro marqués de Pombal y uno de los protagonistas del Terremoto de Lisboa de 1755. Ese día salía de Lisboa hacia Fátima, nos perdimos conduciendo, y me llamó la atención una preciosa iglesia barroca en lo alto de una ladera. Paramos un momento para verla: justo entonces se celebraba el 320º aniversario del nacimiento del marqués (y yo mis 50 años) en un acto solemne de académicos, historiadores, etc. que presentaban en esa iglesia, donde está enterrado (lo descubrí en ese momento) un gran proyecto bibliográfico para recopilar las obras escritas sobre él. ¿Casualidad? Quién sabe… Seguimos viaje y no volví a recordarlo hasta medio año después, víspera de Todos los Santos (que fue el día del Gran Terremoto), cuando pasé una noche insomne y me puse a garabatear ideas que me brotaban sin cesar, hasta que me calmé y me quedé dormida. Al día siguiente repasé las notas y ahí estaba Resurrecta: personajes, lugares, trama… Cayó tal cual en mi regazo: en cuanto pude, me senté a escribirla e investigar a la par, del tirón, sin releer ni revisar. Se la envié a mi agente en cuanto escribí «Fin», él la reenvió sin ninguna sugerencia a la editorial, y la novela salió prácticamente así unos meses después. Nunca antes había escrito una novela con tal facilidad, casi en piloto automático, y eso que es mi novela más ambiciosa y compleja hasta la fecha.
Algo que me llamó mucho la atención, al leer las notas finales de Resurrecta, es que todos los personajes nombrados son reales y que tardaste solo 100 días es escribirla. Claro que en ese tiempo no entra lo que empleaste para preparar la novela y documentarte. ¿Cómo reconstruiste lo que hicieron todos esos personajes en las siete horas que abarca la novela, y qué margen de invención tuviste?
Ese tiempo incluye la documentación, que hacía conforme avanzaba con la novela para verificar tal o cual dato. Pude reconstruir lo que hizo la mayoría de los personajes gracias a cartas y descripciones que escribieron ellos mismos, conscientes de que habían sobrevivido a un evento extraordinario que, por tanto, merecía toda su atención a la hora de transmitir sus vivencias a sus parientes, superiores, o a futuras generaciones.
El margen de invención fue mínimo para algunos, puesto que dejaron una cronología tan minuciosa como completa, casi «al minuto», como los capítulos de mi novela, como, por ejemplo, el monje Manuel Portal, Nora Carvalho, Sir Harry y su amante Agnes, el general Manuel Da Maia, el rey José I y la familia real. En el caso de otros, sé quiénes eran, su edad y antecedentes, y dónde se encontraban exactamente al comienzo y al final, ya que sobrevivieron, pero sus peripecias como testigos de los terremotos, los tsunamis y el gran incendio son suposiciones mías: el monito tití, los castrati de la Ópera que salvan una partitura valiosísima e improvisan un concierto en pleno incendio para las víctimas, desobedeciendo un decreto que los excomulga si cantan esa obra en público, el reo que escapa, las prostitutas, el Patriarca, los chiquillos que custodiaban el Tesoro contra bandidos, etcétera. Me tomé la libertad de inventar un encuentro emotivo entre dos grandes personajes a los que adoro: el coronel-ingeniero Carlos Mardel y el anciano ingeniero mayor del reino Manuel Da Maia, artífices de la reconstrucción de Lisboa tras la tragedia.

Echegoyen con el Premio ODILO de la Semana de la Novela Histórica de Cartagena, por «Resurrecta»
Vienes de una familia de artistas, ¿eso influyó en que te hicieras novelista? ¿Fue una decisión consciente?
No más consciente que el caso de un chaval criado en una familia de abogados que se convierte en notario, o una chica criada entre médicos que descubre temprano su vocación de curar. Cuando creces en una familia de escritores, cineastas y pintores, la pregunta no es si seguirás sus pasos, sino cuándo: para bien o para mal, la cabra tira para el monte.
¿Por qué te decantaste por la novela histórica? ¿Qué te atrae del Barroco y de la Ilustración?
La droga que me perdió fue mi pasión desde los nueve años por el cardenal Richelieu: su vida llena de tragedias y azares, su familia lastrada por la demencia, su época y su mundo. Era un polímata: además de príncipe de la Iglesia fue Primer Ministro de Francia, estratega, mecenas del arte, poeta, dramaturgo, teólogo… y cada faceta suya me hizo adentrarme en una era que fue a la vez el culmen y el abismo de la Historia europea. Por eso mi primer libro trata del ascenso de Richelieu desde su infancia inmerso en la pobreza, las atrocidades de la guerra y la locura que sufren él y casi toda su familia, salvo una de sus hermanas, que osó amar a un plebeyo en vez de plegarse a un casamiento dictado por la familia, ganándose el odio de Richelieu, que borró su nombre de los papeles de familia y logró silenciar su existencia durante 350 años. ¿Cómo NO iba a tirar de ese hilo y averiguar qué sucedió con la «hermana maldita» de Richelieu? (Nota: la novela es El lirio de fuego).
Trabajaste de periodista y ahora eres lingüista, y trabajas de traductora e intérprete. ¿Esos trabajos te han ayudado como novelista?
Sí, me han acompañado y enseñado mucho, haciendo que la transición entre periodista y novelista fuera natural. Redactar artículos es un estupendo ejercicio para aprender a estructurar escenas combinando acción, descripción y contexto sin perder de vista el mensaje principal, mientras que las entrevistas son el germen de los diálogos de ficción. Por otra parte, conocer idiomas te enseña mucho sobre el sentido del humor, los valores y los tabúes de otros pueblos y te regala su acervo, con sus refranes, cancioneros, sagas y filosofía, y eso, a su vez, enriquece y complementa tu propia cultura, aportándote nuevos puntos de vista.

Echegoyen con su novela «El lirio de fuego»
¿Cuáles son tus autores favoritos, los que más te han influido?
¿Cuántas libretas tienes? Bromas aparte, aunque Baroja, Passuth, O’Brian o Dürrenmatt sean mis autores de cabecera, son más los libros individuales los que han influido en mi forma de entender el mundo y la irracionalidad del ser humano. Valgan como ejemplos Crematorio, de Chirbes, La marcha Radetzky, de Roth, o Santuario, de Faulkner, que no puedes releer sin que te sacudan profundamente, aunque las hayas leído muchas veces.
Por mi experiencia como profesor de escritura creativa, me parece que mucha gente tiene prisa por publicar. Yo intento quitarles las prisas y que se centren en averiguar si disfrutan del proceso de creación de una novela. Desde que comenzaste a escribir novelas hasta que publicaste la primera en 2016 (El lirio de fuego), ¿cuánto tiempo pasó, y cómo lograste publicar?
Comencé a escribir relatos y escenas cortas para obras de teatro con ocho o nueve años. Como atenuante, diré que desde los dos añitos pasaba más tiempo en el coro infantil del Teatro Colón de Buenos Aires (donde trabajaba mi madre) que en casa, así que mi «familia» eran, tanto como mi madre o mi hermana, la suicida «mamá Butterfly» (me tocó hacer de su hijito, Trouble), la bruja de Hänsel y Gretel a la que los niños metemos a la fuerza en su horno de galletas, y «tío Scarpia», un jefe de policía que torturaba a «papi Cavaradossi» y luego jugaba con nosotros, los niños, con un puñal de mentira clavado en el pecho: con ejemplos así, lo anormal habría sido NO empezar a inventar historietas.
Terminé El lirio de fuego hace más de treinta años, y pasaron 23 hasta que se publicó (aunque mucho antes publiqué como coautora el Diccionario de Regionalismos de la Lengua Española, porque fui lingüista antes que escritora, y los idiomas siguen siendo mi primer amor). Durante décadas, ningún agente español se interesó por nada mío; al final, encontré a uno internacional que también representa a autores españoles desde una perspectiva más amplia que el mercado español: vivo fuera de España desde hace más de 30 años y siempre tuve claro que también quería publicar en el extranjero, así que probé suerte con esa agencia, la Silvia Meucci Agency, de Milán, que desde entonces me representa a todos los efectos. Soy nómada (vivo viajando, tengo varios hogares y profesiones, voy por mi cuarta editorial en España, y varias más en Portugal e Italia), pero su tesón, su paciencia y su buen hacer a las duras y a las maduras hacen que Meucci sea siempre mi punto de partida y mi brújula.
En tu última novela, Sacamantecas, cambias de registro y te adentras en la novela negra. ¿Supuso un cambio a la hora de escribirla, en comparación con tus novelas históricas?
Sí que supuso un cambio: fue entrar en un territorio sin letreros, mapas, ruta ni confines, mientras que las novelas históricas predefinen todos los parámetros (personajes, ambientación, escenarios, diálogo, trasfondo, etcétera) y no podía experimentar más allá de cierto punto. La novela negra da una libertad sin límites, que estimula e intimida al mismo tiempo, y creo que por eso muchísimos autores tenemos al menos un cuento «negro» escrito en alguna parte, o nos gusta deslizar escenas más propias de novela negra en nuestras novelas históricas, de aventuras o románticas. Desde el principio disfruté describiendo escenas terroríficas o surrealistas en mis novelas históricas, y me dije un día: «Si tanto te fascinan los aspectos oscuros, ¿por qué no lo admites, sales del ataúd abiertamente y les dedicas una novela, y así dejas en paz a los pobres reyes y cardenales, que no tienen la culpa de tu tendencia a lo macabro?». Lo malo es que, si te lanzas, la novela negra es tan adictiva como la novela histórica, y si encima tienes impunidad para cometer barbaridades… al final no va a ser solo una. «No puedo evitarlo», como decía el vizconde de Valmont.
Tengo más monstruitos y bichos raros encerrados en mi escritorio de los que puedo dar cuenta: todos son distintos y siguen su propia historia y tramas. Al igual que con novelas históricas, cada novela negra explora dilemas diferentes, y es una evolución respecto de las anteriores.
Sacamantecas toma como embrión ideas y relatos aislados que tenía, y los lleva hasta sus últimas consecuencias, como escalones que llevan a un trampolín: más allá no hay nada bajo los pies, ni vuelta atrás: es dar un salto en el vacío entre varias dimensiones: el mundo real versus obsesiones subjetivas, el presente tranquilo versus el futuro de pesadilla, las vivencias auténticas versus sueños y alucinaciones. Parece complicado, pero creo que todos nos movemos entre esos planos alguna vez, y es lo que quería reflejar.
Enhorabuena por el Premio Wilkie Collins de Novela Negra por Sacamantecas. También fuiste finalista a concursos de novelas con El lirio de fuego (el Fernando Lara) y La voz y la espada (el Espartaco), y ganaste el ODILO a mejor autora por Resurrecta. ¿Cómo es el proceso de presentarse a un premio, qué sentiste cuando te dieron las buenas noticias, y qué ha supuesto para ti como autora ganarlos?
No me he presentado a muchos, la verdad, porque creo que puede haber un lastre previo en cuanto a la selección de los finalistas. El resto es una lotería que escapan al control del escritor: los gustos del jurado, las preferencias de la editorial y si busca descubrir a debutantes o apostar por gente conocida o que empieza a consolidarse (alguien que ha publicado varias novelas ha demostrado perseverancia y capacidad de encajar reveses, mientras que un debutante carga con el prejuicio injusto de la duda «¿y si es flor de un día?»). Con La voz y la espada y Resurrecta fui, respectivamente, finalista y ganadora sin presentarme siquiera: los organizadores de esos dos premios eligen lo que a ellos les llama la atención entre todas las obras del género publicadas el año anterior, sin presiones comerciales (porque no tienen dotación económica), por eso tantas veces ganan novelas desconocidas o de autores independientes, o que ni siquiera se leen en España). Al Fernando de Lara siempre se presentan cientos de obras, y llegar a ser uno de los finalistas, aunque luego publiques con otra editorial, te anima a seguir bregando en una carrera de fondo que dura toda la vida, porque sorpresas y alegrías como esas son la excepción, no la regla, las decepciones abundan, y siempre hay que tenerlo presente.
Por eso me llevé una inmensa alegría cuando el jurado del Premio Wilkie Collins anunció que había elegido Sacamantecas, que ha publicado ahora M.A.R. Editor: en ese premio me han precedido magníficos autores de novela negra a los que admiro y de los que sigo aprendiendo, y además me brinda la oportunidad de presentarla en festivales de novela negra reconocidos internacionalmente como Tenerife Noir, la Semana de Novela Negra de Gijón, o Cartagena Negra, entre otros.

Echegoyen, junto a Alejandro Martín Perera, con el Premio Wilkie Collins de Novela Negra por «Sacamantecas»
¿Cuáles son tus siguientes proyectos?
Ya tengo otra novela terminada, voy por un tercio de otras dos, y se me ha «colado» una más (como sucedió con Resurrecta: no la tenía prevista, sino que me arrolló) que tendré lista este otoño.
¿Qué consejo le darías a alguien que quiere ser escritor y está comenzando?
Que no se rinda nunca, sobre todo si escribe por vocación, por el placer de aprender, divertirse, inventar, descubrir cosas sorprendentes sobre sí mismo, y superar sus límites. Escribir tiene que ser, ante todo, desahogo, diversión e introspección. Como escritor, tiene ante sí la tarea más libre y bonita: hacer lo que le dé la gana, crear y destruir personajes y mundos (y anticiparse al futuro). Que se dedique a esa tarea enorme, que le planteará retos cada día, y le deje al agente la parte más ingrata (negociar, pelear por sus derechos, administrar regalías, etc.).
Algo importantísimo, para que nadie eche a perder la chispa y la originalidad única que tiene ese autor incipiente: que termine al menos una colección de cuentos o una novela, sin habérsela enseñado ni comentado a nadie, tampoco durante el proceso de revisión. Que nadie pueda influir en sus gustos, prioridades y deseos antes de que su libro tenga la forma final más parecida a lo que el autor busca. Que sea SU criatura exclusivamente, de principio a fin, y nadie proyecte en ella sus fantasías ni frustraciones. Solo al final, cuando ya la haya escrito, revisado y mejorado en lo posible, puede dejar que otros la lean, pero ya como un producto acabado: imperfecto, quizá, pero que refleje al 100 % su personalidad y estilo. Igual después todo el mundo va a querer meter cuchara en tu obra: por eso, protégela y cultívala lejos de influencias involuntarias, y defiéndela hasta que pienses que es lo bastante sólida para que puedas exponerla a valoraciones y críticas.
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«Hijas de la peste», una distopía distinta escrita con pasión, por Aisling Gilmore
Me resulta cuanto menos curioso pararme a pensar que por fin soy escritora. Porque para mí, no iba a serlo hasta que no publicara, al menos, una historia. He tenido la suerte de contar con el equipo de Valhalla Ediciones para esta labor, pero incluso si mi camino hubiera pasado por la autopublicación, lanzar una primera historia al mundo es mi licencia para denominarme escritora. Así que aquí estoy, Aisling Gilmore, autora de Hijas de la peste. Un sueño muy longevo y a la vez muy actual. Han sido días, semanas, meses y años sumida en este maravilloso sueño escondido en lo más profundo de mi alma y que por fin puedo vivirlo junto a los lectores. Porque aunque haya subido el primer escalón, que es publicar, me gusta decirme a mí misma que esto acaba de empezar, que este sueño es muy largo y queda mucho por hacer.
Una primera novela llena de significado
Son numerosos los años que he dedicado a escribir. Sin embargo, esta novela es la primera que creé con el objetivo de que viera la luz. Hijas de la peste fue escrita con la idea de que fuera mi carta de presentación en el mundo literario. La historia nació hace muchísimos años, cuando todavía estaba en el instituto. Sin embargo, no me vi preparada para escribirla, y sentía que debía hacer justicia a la historia que quería contar. Así que esperé y decidí centrarme en mi carrera, en investigar, leer, en viajar y lo más importante, en vivir experiencias que me permitieran madurar y crecer. Eso no sucedió hasta varios años más tarde, cuando ya vivía sola y trabajaba, entonces por fin me senté frente al ordenador y comencé a crear. Y esto volvió a retrasar mi sueño, pues compaginar la vida adulta con la tarea del escritor… a veces es muy complicado y se hace cuesta arriba. Pero lo consiguí, Hijas de la peste por fin es una realidad, que, por cierto, se está ganando el corazón de bastantes lectores por ahora.
La chispa que prendió la llama
Si bien tardé un tiempo en decidirme a escribir Hijas de la peste, hubo un momento concreto que influyó mucho en su decisión. Un día estaba con un amigo viendo el comienzo de la serie El cuento de la criada. Había una escena en la que a June le prohíben usar su cuenta del banco si no es con la autorización de su marido. Yo miré a mi amigo y le pregunté: “¿No te parece frustrante?”, y su respuesta fue: “Entiendo que está mal, y me da pena por ella, pero yo no soy mujer. En ese mundo, a mí no me pasaría”. Entonces mi cabeza hizo clic. Si historias crudas como la de June no ayudan a que se nos trate como a iguales, yo os mostraré un lugar dónde vosotros perdéis la batalla. Hijas de la peste es una distopía llena de intriga, de oscuridad disfrazada de un mundo perfecto iluminado por dos diosas cubiertas de flores. Es muy fácil de leer, muy entretenida, pero encontrarás reflexiones profundas y mucha crítica.
¿Ser brújula o mapa? Esa es la cuestión
Ya os he contado cómo surgió la idea y cómo decidí que era hora de escribir. Debo ser honesta y decir que la planificación en mi caso termina ahí. No porque no sea una persona organizada, sino porque para mí, el proceso creativo es una marea de emociones, llena de olas que van y vienen de diferentes formas y que al combinarse me permite crear infinidad de escenarios. Supongo que esa libertad me convierte en una escritora brújula a lo bestia, pero no concibo la idea de escribir de otra forma. Sin embargo, a veces soy incapaz de escribir al ritmo que mi cabeza querría, así que tengo un aliado que nunca me falla: los post-its. Creo que el fondo de mis fotos en el escritorio con todo lleno de post-its de colores al más puro estilo detective se ha convertido en mi marca personal. Cada vez que mi cabeza va más rápido que mis manos, me obligo a escribir esas ideas concretas y dejarlas ahí para el futuro. Nada me asegura que vaya a usarlas porque ser brújula hace que la historia te lleve por otros lugares, pero ahí están guardadas si en algún momento necesitas dar un paso atrás y coger otro camino. Es algo que me ha salvado muchas veces del bloqueo y la frustración.
Un pequeño aperitivo sobre Hijas de la peste
Es una novela que nos sitúa en un futuro lejano, en un reino llamado Ruby. Las ciudadanas de dicho reino viven en paz gracias a que las primeras reinas expulsaron a las bestias, unos monstruos que se alimentaban de las mujeres. Olivia será la encargada de darnos la bienvenida al reino y, junto a ella, nos adentraremos en una historia completamente diferente a la que le habían contado. Es una novela de ciencia ficción verosímil que comienza siendo luz cálida y sin darte cuenta todo se va volviendo más y más frío, más azul. Hijas de la peste es una historia destinada a cualquiera que le guste leer historias llenas de emoción, intriga, romance y aventura. A pesar de situarse dentro del género joven adulto, la vas a disfrutar tengas la edad que tengas. Es una historia que comienza haciéndote la promesa de un final épico que no te esperas. Y tiene muchas sorpresas en su interior. ¿Alguna vez has leído una novela protagonizada únicamente por mujeres? Es fácil caer en el pensamiento de que por ello, hay cosas que van a faltar en la trama. Sin embargo, nadie se lo ha preguntado mientras leía La Comunidad del Anillo, en la que sus protagonistas son hombres exclusivamente. Darle la oportunidad a una historia como esta implica abrir la puerta a un nuevo mundo. Porque sí, está protagonizada solo por mujeres, pero está escrita para todos. Y cuando la leáis, lo entenderéis. Es una idea nueva, fresca, con una historia que probablemente no hayas visto antes.
Ya he terminado mi manuscrito, ¿y ahora qué?
Ay, amig@, ahora toca la mejor parte y a veces también la peor… ¡Corregir la historia! Recuerdo que cuando comencé a corregir Hijas de la peste me volví loca, no sabía por dónde empezar porque inevitablemente, hay cosas que a veces no encajan del todo y si las cambias, fastidias parte de la trama de más adelante, y así una y otra vez. Primer error de principiante: corregir sin leer.
Has terminado tu novela, así que te voy a dar el consejo que me di a mí misma. Cierra el documento y no lo abras hasta dentro de unas semanas. Disfruta del premio de haber terminado, descansa, lee esa novela que dejaste de lado por ser constante y escribir. Y cuando por fin pasen esas semanas, imprime tu manuscrito (con márgenes generosos) y léelo del tirón, como una novela que te acabas de comprar. No te detengas a nada, solo disfrútala y analiza los aspectos generales, valórala como un conjunto. Y cuando llegues al final, vuelve a empezar, esta vez marcando y corrigiendo todas aquellas cosas que no te cuadren. A mí personalmente me ayudaba muchísimo subrayar con un sistema de colores (un color para ortografía, otro para descripciones, otro para trama…) y anotar en negro en los márgenes la relación de los cambios con aquello que puede verse modificado o descuadrado. Tendrás la trama fresca, sabrás dónde ubicar las cosas que faltan y lo más importante, no te volverás loco corrigiendo todo mil veces.
Mi consejo para conseguir que te publiquen
No me considero una experta en este tema y perdóname de antemano si me tomo la licencia de hablarte como si pudiera enseñarte cuando aún estoy empezando, pero déjame decirte que sé cómo te sientes tras recibir ese frío email que te dice que tu novela no es suficiente. Déjame decirte también una cosa: tu novela va a encontrar una casa, estoy segura, pero hay que trabajar mucho para que eso suceda. Yo tardé un año en conseguir firmar un contrato y otro año más en ver mi novela publicada. Pero si me permites darte un consejo para que eso suceda, te diré que le pongas todo tu corazón a lo que estás escribiendo, crea belleza con tus palabras, emociona y haz sentir a la gente con tus personajes y la historia. Porque quizá el gusto por la literatura sea muy subjetivo y haya mil géneros, pero cuando abres un libro y te encuentras belleza, cariño y emoción en las palabras que lees… ay, amig@, si eso ocurre, has conseguido escribir una historia que merece la pena ser contada. Entonces, estoy segura de que llegará el día en que en lugar de un “no” por fin te abran la puerta. Y te aseguro que ese día llega cuando menos te lo esperas.
Una mañana más en la oficina… o no
En mi caso, mi teléfono sonó una mañana mientras trabajaba. Ya había perdido la fe en mi novela por culpa de muchos rechazos, e incluso me había replanteado reescribirla dándole un enfoque distinto. Llevaba semanas analizando qué factores de la historia eran los que fallaban para que nadie quisiera apostar por ella. Sabía que algunos aspectos de la trama eran algo arriesgados, pero confiaba en que, cualquiera que leyera Hijas de la peste de principio a fin, comprendería el mensaje y vería sentido a todo lo que había escrito. Además, yo había visto a mis lectores beta emocionarse y admirar lo que había escrito.
Y Valhalla pudo ver que esta historia escondía esa emoción que tanto hace falta en la literatura.
La verdad es que me sentí afortunada porque esta editorial me eligiera. Trabajar con ellos ha sido un viaje muy bonito que espero que pueda repetirse en un futuro próximo.
Algunos datos para conocer a Aisling Gilmore
Soy una apasionada de la literatura en todas sus vertientes, me considero a mí misma un poco Frankenstein. Como cualquier chica joven disfruto saliendo de fiesta y dándolo todo con mis amigas, pero también encuentro un eterno placer en dejarme querer por mi propia compañía, en encerrarme en casa un fin de semana viendo series bajo la manta con una taza de té o jugando a videojuegos. Soy adicta al cine, eso es una realidad, y me da igual la película siempre y cuando no sea de terror. La música es mi terapia y está presente en casi todos los minutos de mi día. Me ayuda a focalizar, a descargar tensión y dejar fluir mis emociones. Artistas como Taylor Swift, The Fray, Aly & Aj entre muchos otros forman la banda sonora de cada uno de mis recuerdos y vivencias. Y cuando estoy triste, estresada, enfadada o tengo un día extraño, saco mis emociones cantando a pleno pulmón en mi casa, acompañada a veces por mi fiel guitarra acústica. Tiendo a ser demasiado exigente conmigo misma y, por ende, con los míos, pero mi gente siempre está en el top 5 de mis prioridades. Es habitual encontrarme en una cafetería a media tarde, leyendo o escribiendo, y aunque soy muy tímida para iniciar una conversación, en el momento en el que alguien me abre la puerta, esa persona se convierte en una más en su círculo. La verdad es que no sé hasta dónde me llevará el camino que acabo de comenzar a recorrer, pero lo afronto con mucha ilusión, con mi inocencia característica (y que a veces me juega malas pasadas), y muchas ganas de seguir esforzándome para ser capaz de hacer cualquier cosa, o, como digo siempre, fingir que sé hacerlo hasta que aprendo.
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Cómo escribir un librojuego, por Francisco Tapia-Fuentes
Me llamo Francisco Tapia-Fuentes y soy autor y editor de librojuegos, entre otras cosas. Es posible que me hayas visto en algún evento relacionado con la literatura, los juegos de rol o el tiempo libre, incluso impartiendo algún taller sobre el tema. Me dedico a la literatura de fantasía y ciencia ficción, principalmente, tanto en su versión convencional como en la de tipo interactivo, más conocida como librojuegos. Hasta la fecha, puedes encontrar mis obras en las editoriales Con Pluma y Píxel y Suseya Ediciones.
El concepto de librojuego
Un librojuego es una obra literaria interactiva en la que el propio lector termina decidiendo el camino que ha de llevar la trama, lo que supone la posibilidad de tener varios finales o desarrollar tramas diferentes, según hayan sido nuestras elecciones. Para ello, el texto se divide en secciones numeradas, aunque en los primeros librojuegos, por simplicidad, nos referíamos siempre a páginas. En la actualidad, aunque pervive el modelo de paginación, por cuestiones de estética, limpieza en la maquetación y economía de papel, se opta más por el segundo método. Esto hace que una misma página pueda tener varias secciones independientes, normalmente con una tipografía que la diferencia del cuerpo principal para no confundir a los lectores.
Un poco de historia
Para encontrar un origen a los librojuegos, tendríamos que remontarnos a los llamados Libros de suertes, una especie de oráculos en formato impreso. Otros antepasados son los métodos de estudio dirigido (B. F. Skinner) en los que el estudiante iba saltando de un ejercicio a otro, de modo que establecía un itinerario. Sin embargo, habría que esperar a 1979 para que Edward Packard y Ray Montgomery le dieran forma. Así surgiría la serie Choose your own adventure (Elige tu propia aventura), cuyo éxito provocó que surgieran multitud de colecciones, enfocadas sobre todo al público juvenil. Más tarde, en 1982, aparecería la palabra gamebook en un libro de estas características, de la mano de Steve Jackson e Ian Livingstone. Se titulaba The Warlock of Firetop Mountain y era, en realidad, una adaptación de los juegos de Dungeons and Dragons, con un temática y jugabilidad similar, pero muy simplificada. A partir de entonces, surgió toda una generación de librojuegos (1984, Altea Ediciones), con multitud de sistemas de juego y diferentes calidades. Esto, junto con las aventuras en solitario publicadas en algunos juegos de rol (Dungeons and Dragons, Ed. Dalmau, por ejemplo) hicieron que el género se popularizara rápidamente. Ahora, tras quedar en segundo plano durante muchos años, los librojuegos vuelven a ocupar sitios en las estanterías españolas, sobre todo de la mano de editoriales independientes y apoyados por multitud de fans.
Cómo se escribe un librojuego
Lo primero que se necesita es tener muy clara la idea, así como los posibles desarrollos. Para esto es necesario disponer de ciertas habilidades personales, que aporten perspectiva para el diseño de un diagrama de flujo funcional, muy similar a los utilizados en la programación informática. Esta suele ser la parte más engorrosa y la que más echa para atrás a los autores, en especial porque un error en esta fase puede dar lugar a problemas de jugabilidad, secciones sin conexión o ciclos en los que se pueda perder la trama.
Lo siguiente en la escritura de librojuegos es la distribución de los contenidos. Autores como Joe Dever separaban tantas hojas de papel como secciones iba a tener el libro y las numeraban, completándolas a medida que las iban utilizando. Otras variaciones son el uso de tarjetas, Post-it y similares, pero en esencia es el mismo. También existen alternativas en el mundo de las aplicaciones, tanto gratuitas como de pago, con diferentes resultados y complejidad, y ya depende de cada uno elegir el método que más le guste.
En cuanto a la realización del diagrama de flujo, se recomienda trazarlo en una hoja de papel grande (o su equivalente digital), aunque hay quien utiliza pizarras, paneles de corcho con tarjetas e hilos o cualquier cosa que sirva para relacionar cuadros de texto mediante flechas. Muchas de las aplicaciones para crear literatura interactiva incluyen la elaboración del diagrama de flujo como algo integrado. Otras, lo ofrecen por separado. Depende de la habilidad y presupuesto de cada uno utilizar uno otro método, por supuesto.
Estas tareas son mecánicas y la tecnología puede ayudarnos a suplir nuestra inexperiencia en ellas, así que es cuestión de cogerle en truco y practicar. Sin embargo, lo que sin duda es la piedra angular de esta literatura, y que a menudo se convierte en la piedra de tropiezo, es la historia en sí. Que la trama no sea en absoluto lineal nos va a dar muchos quebraderos de cabeza, al menos, al principio. Esto conlleva que tengamos que tener previstos varios cursos de acción, entre las casi infinitas posibilidades de actuación, y hacer que nuestra trama discurra por ellas de formas diferentes. Habrá que tener muy claro qué opciones ofrecer y cuáles no, sin caer en la tentación de moralizar o dirigir a los lectores en exceso. Por supuesto, en los librojuegos dedicados a los más jóvenes o para niños habrá que poner algún tipo de límites, pero en los dedicados al público adulto la variedad de opciones puede ser mayor. Como siempre, la práctica constante nos llevará al éxito en algún lugar del camino.
Librojuegos y más allá
Empecé a escribir en la adolescencia y, tras abandonarlo por otros intereses y obligaciones, retomé la actividad en 2016 y no he parado hasta ahora. En el terreno de la narrativa convencional, soy el creador del mundo de Rhentra, una ambientación de fantasía heroica un tanto oscura, en la que se ambientan Hijos de la destrucción, Demonios en la cumbre y Los señores del ámbar, además del librojuego Sombras demoniacas. Es uno de mis proyectos más queridos y todavía queda mucho que sacar del baúl de los recuerdos.
Otro pilar de mi literatura es el universo de La Saga del Merc, una ambientación de fantasía tipo space opera, en la que la humanidad se ha lanzado a las estrellas terraformando planetas y en la que termina entrando en la Gran Confederación de Sistemas, una especie de Unión Europea, pero a nivel galáctico. Casi todos mis relatos de ciencia ficción (publicados o no) se ambientan en algún momento de la línea temporal de esta ambientación, que comprende varios periodos históricos marcados por fuertes crisis: la diáspora, el primer contacto, la expansión del espacio humano, la guerra neruliana y el periodo posterior a la misma. En este corpus podemos encontrar Lucha Final, La saga del Merc y relatos aparecidos en El Mercader de Venus (volúmenes 2 y 4). Hay que decir que el librojuego Cazador, publicado en la colección Flash Interactivo y cuyo autor es Juan Pablo Fernández del Río, también está ambientado en el mismo universo Merc.
Dejando aparte estos dos grandes temas, tengo publicadas algunas obras sueltas de ambientación pulp, como los librojuegos Tropas de Choque, de experimentos nazis y la Segunda Guerra Mundial como telón de fondo, y Oro de sangre, un western siniestro publicado con Suseya Ediciones y del que estoy terminando de pulir una segunda parte. Por supuesto, en el tintero tengo todavía muchas historias que contar, incluso algunas que no se contarán nunca, y espero poder compartirlas casi todas a medio plazo.
Y con esto, creo que puedo dar por terminada esta presentación, no sin antes agradecer a Carlos del Río que me concediera el honor de hacerla en este blog. Espero que estas líneas, apenas unas pinceladas, sirvan para motivar a futuros autores en la creación de contenidos, interactivos y de narrativa convencional.
Si has llegado hasta aquí, te recomiendo que me busques en las redes sociales de Con Pluma y Píxel (Twitter, Facebook, YouTube e Instagram), además de @FcoTapiaFuentes (Twitter) o franciscotapiafuentesautor (Facebook).
Nos vemos en las redes.
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«Cabárceno: La novela». O cómo destruir lo que amas para crear algo nuevo, por Héctor Peña Manterola
El año pasado escribí más de medio millón de palabras. Esto se consigue escribiendo mucho, todos los días, y teniendo algo que contar. Sin embargo, toda esa palabrería nunca será nada mejor que papel mojado sin el proceso de escritura y sin escuchar al lector.
Cabárceno: La novela (2022, Editorial Titanium) es la primera novela que publico mediante edición tradicional. Tengo 28 años y llevo en esto lo mismo que en la vida, que no es mucho. La literatura es esa amante indiscreta que de joven te mece entre pliegues de papel, cuando creces un poco te mira despechada al ver que te animas a otros rostros y, cuando empiezas a madurar, se reencuentra contigo y te acepta de nuevo. Más sabia, más mayor.
Algo así me pasó a mí. Crecí leyendo novelas de fantasía y algún tebeo. Recuerdo con añoranza El Guardián de las Palabras, Eragon, Crónicas de la Torre. Tendría doce años cuando caí enfermo de narices y disfruté de un ciclo de cuatro novelas sobre Lancelot Du Lac. Creo que ahí puedo fijar mi vocación, si es que no vino debajo del brazo.
Antes de Cabárceno había publicado dos novelas independientes: Magdalena (2021), un thriller (formato) de ciencia ficción que subí por entregas a mi web antes de editarla; y El ministro del silencio (2020), una novela periodística (no-ficción novelada) basada en un suceso real combinada con cierta dosis intimista. También escribí una gran novela de fantasía que guardo en un cajón, y varios relatos que han sido publicados en diferentes antologías, como Mimo (2021), Donde quizá nunca (2022), El silencio de los cuervos (2020). Con alguno de estos rasqué premios.
Pero con Cabárceno: La novela (a partir de ahora, Cabárceno; lo de la novela vino para diferenciar los carteles de los eventos de los del parque) cambió el rumbo. Se enderezó. Marcó un precedente.
Vayamos por partes.
Destruye tu tierra. Construye tu mundo
Me gustan mucho las buenas novelas de terror. Las buenas novelas, en general. Siempre sale a colación Stephen King, pero ¿por el miedo que da? Yo nunca me he asustado con sus libros. It, obra maestra, me parece un hermoso cuento de hadas adulto.
Lo que para mí engrandece a King y lo diferencia de otros autores de terror/thrillers es la forma de integrar sus personajes en el mundo donde viven. No son meras marionetas al servicio de una trama: son gente real que se enfrenta a peligros extraordinarios. Y eso implica que a dichas amenazas se suman las propias de vivir: enfermedades, vejez, política, economía…
Este es un tema que me interesa mucho. A fin de cuentas, estoy (creo) vivo. Cabárceno traslada la acción a Cantabria, mi tierra. Da igual donde viva: los cimientos del corazón son inamovibles. He crecido acostumbrado a ver, en los diferentes medios, grandes historias que ocurren en América, Japón, Londres… Creo que mis vecinos y yo nos merecemos también héroes y villanos, alegrías y desgracias. Literarias, claro.
Cabárceno es la primera obra enfocada en esa dirección. Es una novela coral donde encontramos personajes de toda edad y clase social: una familia joven con hijos, adolescentes que se cuelan, políticos, empresarios, trabajadores del parque, animalistas… Gente real, con problemas reales de su edad y situación. No son héroes extraordinarios que se enfrenten al Caos: podríamos ser tú y yo.
A través de estos personajes se cuenta una historia de terror. Imagínense: atrapados en el Parque, los animales sueltos, enfermos, agresivos. Y ustedes intentando sobrevivir mientras cargan con quienes aman… O aprovechan para deshacerse de ellos.
El tema central de la novela son las diferentes máscaras del ser humano. En el trabajo somos una persona, con la familia otra, con los amigos… Vaya, otra muy diferente. Pero, ante una situación límite, ¿quién eres?
Creo que los amantes de los zombis o de la ciencia ficción a lo Crichton (Parque Jurásico) disfrutarán especialmente de la obra, pero las reseñas lectoras incluyen las de lectores que desechan la lectura de nicho y parece que no ha tenido peso en su valoración. Lo que importa son las personas: lo demás es atrezo.
Y, como decía antes, solo es la primera.
Las influencias del escritor
Quizá los escritores clásicos y los más reverenciados de los que siguen con vida dotaron a su obra de una pomposidad de cariz clásico. Crecieron leyendo a antiguos escritores, magníficas novelas, minuciosos ensayos. El cine poco a poco parapetó en la sociedad hasta revelarse como el fenómeno de masas que es el formato audiovisual.
Ahora el paradigma ha cambiado.
La nueva generación de escritores entre los que me incluyo bebe de más fuentes que nunca, y esto a veces confunde el lenguaje o el formato. En lo personal, yo he crecido en una casa con biblioteca: siempre he leído, aunque durante mis años en la universidad (Historia) me dediqué principalmente a la lectura monocorde de documentación académica. Devoraba obras de fantasía o incluso de terror juvenil. Y jugaba y veía la televisión: Parque Jurásico marcó una infancia amando los dinosaurios y lo hizo gracias al cine; videojuegos como Golden Sun o Final Fantasy; juegos de mesa y bestiarios como Warhammer; series de televisión como Pokémon.
Oh, puede quedar algo muy raro si se combinan las influencias de la altura con las pasiones adultas. No, esas no. No nos desviemos. Me refiero al trabajo, la historia, la criminología…
Como autor combino los gustos de mi patria, la niñez, con la propia madurez de la vida adulta. Visito mis recuerdos para perfilar tramas o novelas juveniles. Me fijo en mi alrededor para los personajes o historias adultas. En fin, combino. Actualmente estoy bastante interesado en la psicología de asesinos seriales, al igual que he recuperado el amor por la paleontología.
Cada tipo de influencia tiene su propio lenguaje a la hora de transmitir la historia. Y toda historia puede ser disfrutada si está bien contada. En Cabárceno tiene mucho peso la narrativa ágil propia del cine, el estilo cinematográfico que ha penetrado en la literatura desplazando, en muchas obras, los monólogos internos. Esto no significa que no existan: los hay, pero los personajes se perfilan por sus acciones, no por sus pensamientos.
El mundo editorial
Si has leído hasta aquí: enhorabuena. Esto no es un thriller.
Muchos autores me escriben preguntándome cómo llegué a publicar con una editorial tan rápido. Y con una tradicional, ojo. Hay muchas imprentas con servicios editoriales: quien quiera pagar, le aconsejo hacerlo en un curso como el de Carlos. Aprenderá.
Cuando abrí el artículo hablando de palabras no era ninguna bravuconada. Era el mensaje.
Las dos únicas claves son leer mucho y escribir mucho. Siempre que no escucho podcast para aprender, escucho un audiolibro. No fumo y en esos descansos leo. Leo. Leo mucho. Todo lo que puedo. Libros buenos y malos. He aprendido más con tramas flojas y textos aburridos que con buenas obras: me he dado cuenta de lo deplorable que era en mis orígenes al sentirlo en mis propias carnes. Los buenos textos son el ideal a seguir en cuanto a mensaje, estructura y musicalidad.
Y escribiendo uno agita la bolsa de monedas que está fuera de la Caverna de Platón, a ver qué peniques caen. Es cuando se pone a prueba lo aprendido. Se crea a partir del folio en blanco. Te retas a ti mismo.
Luego del cine puede aprenderse ritmo. De las series, diálogos: hay una voz detrás y se sabe si suenan ridículos o no.
Con todo esto contacté con Editorial Titanium por otra novela no publicada. Hablando con editor le comenté que estaba trabajando en Cabárceno y le pareció más interesante. Vendí los derechos, se realizaron las correcciones de estilo, maquetación y portada, et voilà. La novela salió a la venta a finales de octubre (preventa en distribuidora a mediados) y desde entonces he viajado mucho presentándola. Y lo que queda. Este es solo el comienzo: la aventura se crea paso a paso.
Y ahora ¿qué?
Buenísima pregunta. El mundo se va a pique y nosotros haciendo planos a largo plazo. Genio.
Tengo muchos proyectos entre manos. Varias novelas más de la serie Cantabria Infinita, una novela negra sobre Ámsterdam (que podría crecer a saga), y varias construcciones de obras de fantasía o ciencia ficción. El trabajo es infinito, así que nos centraremos en lo más inmediato.
En estos momentos estoy terminando la última reescritura de la siguiente novela sobre Cantabria que remitiré a Editorial Titanium. Daré exclusiva: está inspirada en un relato ya publicado. La historia ha crecido, y mucho. El relato tuvo éxito en dos modalidades: breve y cuento. Así que algunos de mis primeros lectores la demandaron. Llevo dos años con este proyecto, alternándolo con otros. Tiene un esquema difícil, pero gustará a dos grandes bloques de lectores: los de novela negra y los de terror.
También tengo pendiente agrupar mi colección de relatos de terror y formar una antología. Algunos de los más breves han sido publicados en mi web o en revistas digitales, así que habrá que ver si se quedan. Me gustaría. Y varias historias largas necesitan reescritura profunda o completa.
Más adelante, me gustaría escribir dos primeros borradores este año aunque no creo que sea posible. Una de ellas lleva un par de años arraigada en mi cabeza, creciendo… Y me entusiasma. Hasta 2023 el trabajo en sagas de fantasía solo será conceptual: creación de lore, mundo, sociedades. Me gusta mucho profundizar en las estructuras sociales de reinos ficticios y razas.
Y aprender. Es lo más importante. Tengo una larga lista de novelas por leer y analizar a un nivel académico. La literatura es fantástica. Hay que aprender divirtiéndose.
Recuerdo ese tiempo que todos habremos vivido de «Mamá, quiero ser paleontólogo. No, no. Arqueólogo. ¡Aunque ayer quería ser astronauta! Y mañana, mañana… ¿Mañana qué? ¡Mañana querré ser un héroe!». Ante la duda, me hice escritor.
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Cómo escribir y publicar una novela romántica, por Ana González Duque
Si estás aquí, leyendo esto es por uno de estos dos motivos: uno, quieres escribir una novela romántica (y sueñas con publicarla) o dos, eres fan de Carlos del Río y te preguntas qué hace una tipa como yo en un sitio como este.
Empiezo por el segundo: qué hace una tipa como yo en un sitio como este. Conocí a Carlos a raíz de su libro Atrévete a ser escritor cuando empezaba en estos andurriales editoriales. Nos caímos bien mutuamente (o al menos a mí él me cayó bien y supongo que si me ha pedido que invada su blog hoy es porque la sensación es recíproca). Luego, nos desvirtualizamos en una visita exprés a Tenerife con arepas incluídas y coincidimos en el Celsius. Incluso me pidió que colaborara en su segundo libro para escritores: La aventura de ser escritor.
Durante estos años, desde que me leí el primer libro de Carlos, las cosas han cambiado mucho para mí. Dejé mi trabajo como médico en el año 2017 para dedicarme 100 % a la literatura, en dos géneros que son los que más prejuicios arrastran (sí, tengo una vena masoquista): la literatura juvenil y la novela romántica.
Ahora vivo de escribir.
Y eso es lo que hago aquí. Contarte cómo es el camino, cómo empieza, desde tu primera novela romántica hasta conseguir vivir de esto.
Pero empecemos por la base:
¿Qué es una novela romántica?
Puede que te parezca una chorrada esta pregunta, pero no lo es. La mayoría de los lectores que no conocen el género, piensan que Romeo y Julieta es una novela romántica y nada más lejos de la realidad.
Porque el género romántico tiene que cumplir dos premisas fundamentales, como te cuento es este artículo sobre qué es el género:
- El conflicto principal de la novela es el romance.
- El final debe ser un final feliz.
Y sí, Romeo y Julieta cumplen la primera premisa, pero ¿el final es feliz? Pues no. Es un dramón de los de ahí te espero. Romeo y Julieta es un drama romántico, que no es lo mismo que una novela romántica.
Luego hay quien los prejuicios llevan a sacar de la novela romántica obras como Sentido y sensibilidad, que es una novela romántica sí o sí. Pero eso de que Austen siendo un clásico escribiera romántica, como que les da urticaria a algunos.
Pero vamos al meollo de la cuestión: tú quieres escribir una novela romántica. Es más, no quieres escribir un truño, sino algo pasable. Y te preguntas cómo empezar.
¿Cómo empezar a escribir novela romántica?
Lo primero que debes hacer si quieres escribir romántica es ser un ávido lector del género. No podrás escribir de un género sin ser lector del mismo, porque incurrirás en clichés, en repeticiones de tramas supertrilladas y en personajes de cartón piedra. Así que empieza leyendo.
La novela romántica tiene muchos subgéneros, es como un amplio paraguas donde cabe todo. Histórica, contemporánea, erótica, fantástica, paranormal, de suspense, ficción médica, clean romance, LGTB, juvenil… Incluso puedes mezclarlos y marcarte un crossover entre géneros. Por ejemplo: Outlander (Forastera), de Diana Gabaldon, es novela romántica histórica, pero tiene un componente fantástico.
¿Listo?
Seguimos.
Una vez tengas una idea de qué género y qué historia quieres contar, es el momento de ponerse a estructurar la novela y diseñar los personajes.
La estructura básica de una novela romántica es la siguiente:
- A conoce a B. Tensión romántica.
- Hay un problema por el que A y B no pueden estar juntos.
- Pasa algo que parece que rompe por completo la relación.
- Final feliz.
Vamos a zambullirnos un poco en el tema. Supongamos Bridget Jones:
- Bridget está enamorada de su jefe: Daniel. Conoce a Mark y este le cae fatal.
- Daniel y Bridget empiezan a salir y Daniel le cuenta pestes de Mark.
- Mark y Bridget empiezan a caerse bien pero ella no para de meter la pata.
- Finalmente, Mark y Bridget terminan juntos tras una pelea de este con Daniel.
Con estructura y personajes, podría estar hablando siglos de cómo hacerlo bien, pero creo que en vez de explayarme en un artículo de más de 10.000 palabras y que Carlos me eche de su blog, te voy a dejar aquí recursos para trabajar esto:
- Tú puedes escribir una novela romántica, de José de la Rosa.
- Curso básico de cómo escribir una novela romántica, por la menda en La Tribu de la Romántica.
La documentación en la novela romántica
Después de una trama y unos personajes coherentes, la construcción de un escenario creíble es fundamental para que tu novela no haga agua. Y ahí es muy importante que te documentes. No hay nada peor que encontrar una escena incoherente porque el autor no se ha molestado en documentarse.
Si estás escribiendo fantasía romántica, es importante que tu mundo y tus personajes cumplan unas reglas de la magia. Si escribes histórica, debes valorar qué cosas eran posibles y cuáles no en la época en la que ambientas tu historia.
El narrador y el punto de vista
El último punto a la hora de planificar tu novela es el punto de vista. Qué personaje es el que cuenta la historia y de qué manera. Puedes usar primera, segunda y tercera persona, puedes usar un narrador omnisciente. Todo tiene ventajas e inconvenientes. Y, por supuesto, dificultades. Y también depende del subgénero. En una novela romántica juvenil, como Proyecto Bruno o Planeta Caro, el uso de la primera persona hace que el lector empatice muy rápido con los personajes y se narra desde dos puntos de vista, ampliando así la información que puedes dar. En La Sociedad de la Libélula, fantasía juvenil romántica, se usa la tercera persona porque de esa manera el narrador puede dar detalles del mundo fantástico que sería más complejo en una primera persona.
El final feliz
Lo de que la novela romántica tenga final feliz, no quiere decir que ese final sea un «y fueron felices y comieron perdices». Digamos más bien que es un final satisfactorio para el lector. Por ejemplo: Yo antes de ti, de Jojo Moyes, es una novela romántica. Y no digo más por no hacer spoilers.
Ten cuidado, no obstante, con los finales. Si tu final no es satisfactorio para el lector, no volverá a leerte. Créeme.
¿Qué pasa después de escribir mi novela?
Cuando terminas tu primer borrador, no está todo hecho, ni mucho menos. Tienes que pasar por una serie de fases de corrección (que te explico detenidamente en este episodio del podcast).
Y solo cuando hayas pasado por esas fases —autocorrección, lectores cero (si es una primera novela, te recomiendo encarecidamente un lector cero profesional), corrección ortotipográfica y de estilo— es el momento de pensar qué hacer con ella.
Hay varias opciones, que te detallo punto por punto en este artículo: autoedición, autopublicación, coedición y edición tradicional.
Elijas la que elijas, vas a tener que hacer marketing. Sí, lo siento, el tiempo en el que las editoriales se encargaban de hacerte toda la promoción ha finalizado. Bienvenid@ al siglo XXI, a la era digital y a la obligación de tener una audiencia de lectores para conseguir vender.
Pero, como decía Ende, eso es otra historia y será contada en otra ocasión. (También tengo un blog entero sobre el tema, si te interesa).
Sigue a Ana González Duque en Facebook, Twitter e Instagram.
Escucha su podcast El Escritor Emprendedor.
Lee su blog El Fogón.
Visita su canal de YouTube.
Para aprender marketing online para escritores, visita MOLPE.
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