VIDA DE ESCRITOR: SÉ RESOLUTO

Víbora áspid
Víbora áspid

Mucha gente tiene miedo de hacer frente a problemas. El truco para quitarles peso es pensar que son inevitables, que no existe una meta o momento en la vida que cuando lo alcanzas todo es perfecto, es reconocer que en cuanto superas uno viene otro, y que son retos que has de superar que te van a ayudar a crecer como persona: una vez que solucionas uno, ya sabes que eres capaz de lidiar con ese tipo de complicación, y si no lo logras, es una lección que aprendes de la vida.

Algo fundamental para lograr los objetivos que te propones, y no me refiero tan solo a los literarios, es ser rápido solucionando problemas. Existe una técnica muy sencilla para volverse resoluto: en cuanto se presente un problema, deja de lado quién tiene la culpa o qué dicen las normas, y pasa inmediatamente a buscar una solución. Y si no te funciona esa solución, prueba otra y otra. Si al final no sale, al menos tienes la satisfacción de haberlo intentado.
            Pongamos de ejemplo que haces una visita al zoo, y cuando estás en la zona de las serpientes, resulta que una víbora, que se había escapado, te pica en una pierna. Entonces, ¿prefieres que el empleado del zoo se dedique a buscar al gañán que dejó la puerta de las víboras abierta, o que te inyecte el antídoto para salvarte la vida, y luego si procede, que encuentre al patán olvidadizo?
            La respuesta, a menos que quieras emular a Cleopatra, es obvia. Pues esa es la mentalidad que hay que tener si quieres sacar adelante tus proyectos. 
MEJOR SER RESOLUTO QUE TENER LA RAZÓN
Me encanta la idea de ser feliz antes que tener la razón. Es algo que me costó mucho aprender, porque en mi familia solíamos matarnos por la razón (y demostrar quién era más inteligente). Era una situación muy incómoda, porque te hacía estar atacando o a la defensiva todo el rato, retorciendo lo que había dicho cada uno y utilizando el sarcasmo para salirse con la suya.
            La inteligencia no es eso, y ahora si discuto, me lo tomo con muchísima más calma. Prefiero ser feliz a tener la razón. Escucharte, te escucharé, y lo que pienso lo diré, pero quédate con toda la razón del mundo y llámame tonto; déjame mi calma interior, que además actuaré y pensaré como me indique mi conciencia, no tú.

Pareja discutiendo            Pues a la hora de resolver problemas me pasa lo mismo: prefiero ser resoluto y solucionar entuertos que tener la razón. En este caso, yo también era todo lo contrario; no buscaba solucionar problemas, sino que exigía que se cumplieran mis derechos y se siguieran las normas. Solucionaba bastante poco y me agobiaba mucho.

A ver, que no se me malentienda, el Estado de derecho y las leyes son necesarias, pero muchas veces un poco de mano izquierda e imaginación te ahorra tiempo y evita disgustos. No es tu culpa, pero has logrado lo que querías rápido y sin angustias.
            Recuerdo que hace doce años trabajé de productor en un cortometraje con unos amigos. (Lo tenéis aquí: «Banda sonora original«). Otra chica, la productora, y yo pedimos permiso a un Ayuntamiento para cerrar un paseo en un parque para meter un coche y llenarlo de extras. Nos dieron el permiso de palabra, pero el día de rodaje, tras haber montado toda la parafernalia con un montón de extras (¡benditos familiares y amigos!), llegó la policía y nos echó.
Nos pusimos hechos unos basiliscos, porque teníamos razón, y discutimos muy acaloradamente con el policía, ¡nos habían dado el permiso y eso no era justo! Recorrimos medio pueblo buscando a un concejal que nos diera el maldito permiso por escrito. Para nuestra sorpresa, cuando regresamos al paseo, uno de los actores se había camelado al policía y nos permitía rodar. Ese actor tenía más inteligencia emocional que los productores.
            Ahora no actuaría así ni en broma. Primero, me aseguraría de tener el permiso en la mano, y si hubiera problemas, hablaría educadamente con el policía, que sé que diciendo que “Yo tengo razón y tú no” no logro nada.
            Hace ocho años pasé unos meses horribles por comprarme un proyector por internet que nunca llevaba. El caso es que me empeñé en tener la razón, y en vez de dialogar con la tienda online las veces que hiciera falta y esperar a que me resolvieran el problema, fui agotando todas las opciones legales para hacer valer mis derechos: burofax, asociación de consumidores, y finalmente, carta de un abogado. Conseguí el proyector, pero no adelanté el proceso nada, y me agobié como pocas veces en mi vida. Jamás dejaré que algo material me haga sufrir tanto, que no tiene sentido.
MANO IZQUIERDA Y PONÉRSELO FÁCIL
Un día, en el primer curso de escritura creativa que di en Santander en el Enclave Pronillo, en enero de 2015, el guardia de seguridad nos apagó las luces 45 minutos antes de tiempo. Un alumno me dijo que le enseñara el cartel, donde ponía claramente que la clase acababa a las 21.00 y no a las 20.15. No le hice caso y fui a hablar con el vigilante. Me dijo que él tenía apuntado ese día hasta esa hora, y yo le dije muy calmado que siempre acabábamos a las nueve. Me dijo que no había ningún problema, que sería un error. Le pregunté si le iban a pagar el tiempo extra, y me contestó que sí, que no pasaba nada.
            Desde ese día, aparte de que me parece una norma básica de cortesía, me presento a todos los vigilantes que veo y charlo un poco con ellos, y siempre les saludo por el nombre. Os aseguro que se acabaron los problemas con los vigilantes.
Atrévete a ser escritor, de Carlos del Río            Un truco para ser resoluto es ponérselo fácil al otro. El mes pasado unas alumnas me pidieron unos ejemplares de «Atrévete a ser escritor«. Me los pagaron y compré los libros en Amazon. Esperaba la entrega para un día determinado, pero no me llegó. Me metí en la página de la mensajería y puse mi número de referencia. El paquete estaba dañado o perdido. La primera vez en la vida que me pasaba. Para complicar las cosas, no sabía si ese paquete eran los libros para mis alumnas, u otros libros y cosas que había pedido para mí. Les llamé y me dijeron que la solución era reclamarles directamente a ellos, o reclamar a Amazon.
            Pensé que si hacía eso, por mucha razón que tuviera y no fuera mi culpa, todo se retrasaría algunas semanas, y mis alumnas ya hacía unos días que me habían pagado y no quería quedar mal con ellas. Les pedí que abrieran el paquete, a ver qué libros eran y si estaban bien. Si eran mis libros, no me importaba que estuvieran un poco machacados, pero si eran los de mis alumnas, no los quería dañados.
            El repartidor, muy nervioso, me dijo que él no podía hacer eso. Yo le dije que lo entendía, que era una buena política de la empresa, y le expliqué mi caso. Él seguía con que no podía hacer nada, que lo que yo podía hacer era reclamar a Amazon. De nuevo, si me hubiera empeñado en que no era mi culpa, solo hubiera consigo retrasar la llegada de los libros y quedar mal con mis alumnas. Lo único que le sonsaqué era que el cartón del paquete estaba roto por un error en la máquina de empaquetación, pero que el contenido podía estar bien.
            Le pregunté que si yo me acercaba al local, ¿él podría abrir el paquete delante de mí, para así aceptarlo o rechazarlo? Me repitió que no podía hacer eso, pero que haría una excepción. Jamás hubiera recibido esa respuesta si me hubiera empeñado en culpar a la empresa de reparto o a Amazon.
            Sin importarme que la mensajería no se hubiera puesto en contacto conmigo o que no me hubiera dado ninguna solución, y sin empeñarme en exigir que Amazon reparte a domicilio, cogí el coche y me planté en el polígono donde estaba el local. Lo que necesitaba era conseguir los libros de mis alumnas. Y rápido.
            Cuando llegué al local todo resultó más fácil. La mujer que me atendió tenía allí el paquete, y me aseguró que si lo que contenía estaba dañado, incluso si yo había aceptado el pedido, se podía reclamar a Amazon sin problemas. No tenía nada que perder y todo que ganar, así que fui yo quien lo abrió. Eran todos los libros que había encargado, los míos y los de mis alumnas, y todos estaban perfectos. En la siguiente clase del curso, se los puede entregar sin mayores retrasos.
            Recordad, es mejor ser feliz y ser resoluto que tener la razón. Os garantizo que así estaréis mucho más tranquilos y lograréis muchas más cosas en la vida.
Las fotografías son de dominio público. Víbora áspid (Werner Seiler); dicusión (Geralt).

 

2 comentarios
  1. María
    María Dice:

    Muy buen consejo, Carlos. Tu web me encanta y me sirve de motivación e inspiración para emprender mis propios proyectos de escritura. Un saludo.

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