Déjame entrar [6]
Let Me In
(Reino Unido, Estados Unidos, 2010, 116 min)
Dirección y guión:
Matt Reeves
Intérpretes:
Kodi Smit-McPhee
Chloë Moretz
Richard Jenkins
Elias Koteas
Hace un par de años, el sueco Tomas Alfredson adaptó al cine la novela sueca “Déjame entrar” (2004), de John Ajvide Lindqvist, en la que un niño de 12 años se hace amigo de una vampiro que aparenta su misma edad. La novela se ha convertido en un best-seller internacional traducido a once idiomas, y el film de Alfredson en una película de culto que enamoró a la crítica. Para la versión americana, que según los créditos está basada tanto en la película de Alfredson como en la novela de Linqvist, han contado con Matt Reeves, director de “Monstruoso”. Y al contrario de lo que suele pasar con los remakes, a la crítica también le gusta mucho esta versión. Yo ni he leído la novela, ni he visto la película sueca, así que no habrá comparaciones.
En 1983, en Nuevo México, un policía (Elias Koteas), llega a un hospital para interrogar a un hombre desfigurado, al que acusa de pertenecer a una secta satánica. Dos semanas antes, Owen (Kodi Smit-McPhee), un niño solitario que vive con su madre, observa como llegan sus nuevos vecinos: un hombre de mediana edad (Richard Jenkins) y una niña (Chloë Moretz), de la que se hace amigo. Con el tiempo, descubre que su amiga es una vampiro.
“Déjame entrar” está muy bien dirigida. Es un film muy atmosférico, donde el diseño de sonido tiene mucha importancia, y Reeves mantiene durante todo el metraje un ritmo muy pausado y un tono muy frío, en el que de vez en cuando hay explosiones de violencia. La planificación y la puesta en escena son excelentes y los actores magníficos.
Mención aparte merecen las muertes: Reeves prepara los momentos, los estira mucho, sin que decaiga el suspense, y entonces golpea. Están rodados y montados con mucha elegancia; y personalmente, además de la premisa, es lo que hace que me guste esta película.
Porque “Déjame entrar”, a pesar de que se note que Reeves ha logrado lo que buscaba, está lejos de ser una obra maestra. Mentiría si dijera que no me aburrí ni un segundo, porque bien que lo hice. A “Déjame entrar” le falta tensión, sobre todo en la primera parte.
Con tensión no me refiero a saber si el protagonista se caerá por el barranco, o si el asesino volverá a matar (que también lo es); tensión es lo que hace que nos interese una historia y nos enganchemos a ella. La tensión puede ser muy sutil, pero debe existir para que la historia le interese al espectador.
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Kodi Smit-McPhee y Chloë Moretz |
En “Déjame entrar” existe tensión entre el niño y los matones del colegio (la subtrama de los matones está demasiado desarrollada, siendo un estorbo para la trama principal, y el final es muy torpe por increíble); entre Jenkins y la niña; y en toda la subtrama policial; pero no en la relación entre los dos niños. Supongo que Reeves fuera consciente, y por eso comienza la película con la subtrama de Elias Koteas, como gancho para atrapar al espectador.
Durante demasiados minutos ocurre muy poco. No estoy criticando el ritmo y el tono de la película; pero para mantenerlo, tiene que haber algo por debajo que atraiga al espectador. La presentación de la soledad del niño es demasiado larga (cuando espía a sus vecinos con el telescopio); y si no supieras que la niña es una vampiro, la relación entre los niños sería muy anodina (afortunadamente, yo sabía de qué iba la película). El problema tenía una solución muy sencilla: jugar con si la niña es o no un peligro para el niño. Se puede ser muy sutil añadiendo eso. Sólo con ese detalle, la película aguantaría mucho mejor que ahora. (Habrá gente que diga que ese elemento ya está. Si es así, a Reeves se le fue la mano con la sutileza: no se nota.)
Creo que el tratamiento de los gamberros es tremendamente exagerado y hace daño a la película ¡Mira que su muerte!