El gran hotel Budapest [7]

Poster original de El gran hotel BudapestThe Grand Budapest Hotel

(EE.UU., Alemania, 2014, 100 min)
Dirección y guión:
Wes Anderson
Intérpretes:
Ralph Fiennes
Tony Revolori
Adrien Brody
Willem Dafoe
Saoirse Ronan
Jude Law
F. Murray Abraham
Tilda Swinton
Jason Schwartzman
Jeff Goldblum
Edward Norton
Mathieu Amalric
Harvey Keitel
Bill Murray
Léa Seydoux
Tom Wilkinson
Owen Wilson
Bob Balaban
Para su última película, «El gran hotel Budapest», Wes Anderson se ha inspirado en los escritos de Stephan Zweig para contar cómo un botones acabó haciéndose dueño de un lujoso hotel de Europa central. El film se presentó en el pasado Festival de Berlín, donde ganó el Gran Premio del Jurado, y como la mayoría de las películas de Anderson, está teniendo grandes críticas y todo apunta a que será un film de culto.
   En los años 60, el dueño de «El gran hotel Budapest», Zero Moustafa (F. Murray Abraham), le cuenta a un escritor (Jude Law) cómo se hizo con el hotel. El joven Zero (Tony Revolori) entró a trabajar como botones en los años 30, cuando el hotel pertenecía a Monsieur Gustave H. (Ralph Fiennes), un hombre que tenía debilidad por las ancianas rubias, ricas y necesitadas (de cariño y sexo). Madame D. (Tilda Swinton) es una de ellas, y cuando muere, le deja a Gustave en herencia un valiosísimo cuadro. Los herederos de Madame D. no están nada contentos con el testamento, y acusan a Gustave de haberla matado. Gustave, con ayuda de Zero, tendrá que demostrar que es inocente.
   «El gran hotel Budapest» tiene unos problemas narrativos enormes, pero Anderson los compensa con una parte visual personalísima y genial, y con toneladas y toneladas de encanto e imaginación. Habiendo visto las últimas tres películas de Anderson, yo diría que esas son las constantes del cine de Anderson. Si sus guiones estuvieran un poco mejor estructurados, manteniendo la forma tan personal con que cuenta las historias, sus películas serían obras maestras.
   Lo peor de «El gran hotel Budapest» es su comienzo, ya que tarda una barbaridad en arrancar. Por algún motivo que se me escapa, Anderson utiliza la narración enmarcada: te mete una historia dentro de otra historia. En esta película primero te muestra la escultura de un escritor en la actualidad, luego ese escritor en los 80, interpretado por Tom Wilkinson, que va a recordar un viaje en los 60 al hotel del título; entonces Jude Law hace del autor en esa época, y después de demasiado tiempo, se pone a hablar con el dueño del hotel, que le va a contar la historia.
Tony Revolori y Saoirse Ronan en El gran hotel Budapest
Tony Revolori y Saoirse Ronan
   Lo único que mantiene la atención del espectador es lo curiosa que es visualmente la película, pero ni está justificado tanta historia, ni mucho menos lo muchísimo que se detiene con Law (un estorbo especialmente grande es la intervención de Jason Schwartzman, porque todavía no se sabe de qué va la película).
   Cuando Anderson pasa a la historia central, que es la que se desarrolla en los años 30 y que en mi opinión debería haber sido la única, todavía tarda unos minutos en presentarte qué es lo realmente importante. Y eso no pasa hasta que no llega la lectura del testamento. Ahí ya tienes lo que guiará la película, y entonces «El gran hotel Budapest» es maravillosa. Es como si Anderson hubiera dejado completa libertad al niño que lleva dentro para idear la historia, y el Anderson adulto más o menos le hubiera dado coherencia, pero reteniendo las ideas locas y la emoción del niño. Y aquí tiene mucha gracia la presentación de la familia de Madame D. y el plan de fuga de Gustave y Zero.
   A mitad vuelve a haber otro bache narrativo. La historia ya ha echado a andar, y lo importante es saber qué pasó realmente con Swinton, pero Anderson dedica demasiado tiempo a la cárcel, donde han encerrado a Fiennes. Vuelve atrás para decirte que Saoirse Ronan, de la que está enamorado Revolori, es pastelera, y que en sus pasteles meten las herramientas para que Fiennes y sus compinches puedan cavar y fugarse de la cárcel.
   En el último tramo, la película vuelve a brillar. En escenas muy imaginativas Anderson te ha ido plantando lo peligroso que es Willem Dafoe, y en unas secuencias divertidísimas en la montaña, que parecen salidas de las páginas de un cómic, cierra esa trama. Luego regresa al hotel, y de forma rocambolesca y con mucha gracia, acaba la película.
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