CUENTO
The Last Drop
(EE.UU., 1941, 2010, 48 páginas)
L. Ron Hubbard
Hoy en día si pensamos en L. Ron Hubbard, lo primero que nos viene a la mente es que creó la Iglesia de la Cienciología, pero se nos olvida que fue uno de los escritores más prolíficos de la época dorada de las revistas pulp (de 1930 a 1950), y que en los 80, al final de su vida y durante los años siguientes a su muerte, tuvo un éxito formidable en Estados Unidos con novelones de ciencia ficción: con «Campo de batalla: la Tierra» y con las 10 novelas de «Mission Earth». La editorial «Galaxy Press» está especializada en la ficción de Hubbard, por lo que tiene libros para rato, y «The Last Drop» es uno de los cuentos que escribió para las revistas pulp en 1941.
Euclid O’Brien tiene un bar en Nueva York y acaba de recibir un botella que le manda su hermano desde Bormeo. No sabe muy bien qué líquido contiene, pero Mac, uno de sus camareros, está obsesionado con lograr un cóctel que le dé la gloria, y junta unas gotas con otros ingredientes. Cuando lo bebe, le parece que está bien, y se va a dar un paseo. Al poco de salir, una mosca se pone a beber del cóctel, y comienza a crecer hasta hacerse del tamaño de un perro pequeño. Antes de que pueda seguir creciendo, la matan con una maza y con sillas. Pero O’Brien y los clientes se aterrorizan porque Mac estará haciéndose gigante por las calles de la ciudad.
Sinceramente, lo mejor de «The Last Drop» es la introducción de Kevin J. Anderson sobre la época dorada de las revistas pulp y Hubbard, y un perfil biográfico sobre el autor que aparece al final del libro, porque están llenos de datos curiosísimos. Por ejemplo, entre 1934 y 1950 Hubbard publicó 15 millones de palabras de ficción en más de 200 publicaciones distintas, con al menos su nombre auténtico y 15 pseudónimos distintos. Eso son casi 900.000 palabras al años, casi 75.000 al mes; es decir, se pasó 17 años publicando el equivalente de una novela de 250 páginas al mes. Y teniendo en cuenta que había cuentos que le rechazaban, significa que aún escribió más.
Por lo visto Hubbard nunca perdió el gusto de teclear compulsivamente, porque su saga de «Mission Earth», que son 1.200.000 palabras (eso son diez novelas de unas 400 páginas), la escribió en doce meses.
Y un dato muy importante para los aspirantes a escritor es que Hubbard cuando comenzó a mandar cuentos a las revistas, se los rechazaron; pero él perseveró y perseveró hasta ganarse una reputación como uno de los mejores escritores pulp.
Volviendo a «The Last Drop», el cuento realmente sólo tiene valor como curiosidad de esa época, ya que no es gran cosa. Tiene un ritmo muy rápido, porque Hubbard estaba interesado en que la acción no decayera nunca, no en hacer estudios de personajes o que tuviera mucha coherencia, pero ahora nos parece muy ingenuo.
Ese bebedizo de Bormeo hace que la gente se agigante, y un cliente cae en la cuenta de que posiblemente es porque el camarero lo ha mezclado con limón, pero que si le echas lima, te encoge. Pues hala, ya tienen el antídoto. Antes de que O’Brien pueda rescatar a su camarero gigante, resulta que viene el mafioso del barrio y le pide dinero. Y como está cabreado, se bebe el brebaje que encoge y se vuelve enano.
Como represalia, trae a dos de sus hombres y obligan a O’Brien a dar un trago al bebedizo, y así el diminuto mafioso y el encogido O’Brien se pelean. Pero todavía le queda salvar al camarero, con los mafiosos pisándole los talones, y encontrar una solución para volver a su tamaño normal, porque el bebedizo agrandador se le ha acabado. Y esos conflictos están resueltos de la misma forma cándida que el resto.
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