La ciudad sin límites [8]
City Without End
(EE.UU., 2009, 465 páginas)
Kay Kenyon
Entre 2007 y 2010 Kay Kenyon escribió una tetralogía muy imaginativa que mezclaba ciencia ficción con fantasía; era la serie del Omniverso y la Rosa. «La ciudad sin límites» es la tercera parte, y en ella Kenyon hace algo que le sale muy bien: retorcer y retorcer las tramas para que la tensión suba constantemente.
Titus Quinn ha logrado una pequeña tregua con los lores tarig al amenazarles con un arma que puede destruir el Omniverso, aunque en realidad es un farol porque se deshizo de ella arrojándola al río Próximo. Quinn se despide de su amada, Ji Anzi, y se dirige a La Ciudad de la Orilla, donde se encontrará con la pérfida Helice Maki, quien tiene planes secretos para el Omniverso, y con su hija Sydney, a la que no ve desde su primer viaje, y quien piensa que su padre la abandonó.
Toda la serie tiene un entorno genial: la Rosa es la Tierra en el futuro, que sería la parte de ciencia ficción, y el Omniverso es un mundo en otra dimensión, que sería la de fantasía, y que está consumiendo la Tierra para él sobrevivir. El Omniverso está gobernado por una especie de mantis religiosas gigantes, llamadas los lores tarig, y está poblado por seres parecidos a los humanos y otras criaturas. Libro a libro Kenyon te desvela más sobre ese mundo, y las intenciones ocultas de varios personajes, quienes suelen ir cambiando de bandos. El resultado es que vas leyendo despacio, porque hay mucha información que asimilar, aunque tienes ganas de que vuelen las páginas, porque hay muchas cosas en juego, y cada vez todo se complica más.
En este volumen, para mí lo más decepcionante es cómo desaparece Johanna, la antigua mujer de Titus, que era un personaje que había creado mucha tensión en las dos partes anteriores, y aquí casi no se la decida tiempo. También hay un momento un poco forzado, por la enorme casualidad que es (sucede cuando Anzi está con el sabio Su Bei y tienen que huir porque la parte del Omniverso donde están se desquebraja; entonces, en el momento preciso, llega el mensajero que les mandó Titus, y pueden huir en su medio de transporte, un adda —una especie de animal-globo—). Y está un poco forzado el encuentro entre Titus y Sydney: Sydney está celebrando en un balcón que la han nombrado Señora de La Ciudad de la Orilla, y entonces aparece un adda, en el que viaja Titus, y ella se sube en él voluntariamente sin saber quién está ahí.
Pero el resto, ¡qué bueno es! En la Tierra, la tensión viene porque Caitlin, la cuñada de Titus, descubre qué estaban tramando Lamar, quien era como un padre para Titus, y la retorcida Helice. Y en el Omniverso porque Sydney consigue ir trepando en la jerarquía de ese mundo, y así puede tenderle una trampa (o ayudar) a su padre. Y Titus porque tiene la posibilidad de enfrentarse a Helice, y de reencontrarse con su hija, y de buscar alianzas con algún tarig. Pero entonces hay giros y giros y giros, hasta llegar a un clímax, donde se juntan varias tramas, muy emocionante.
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