La fuente de la vida [3]
(EE.UU., 2006, 96 min)
Dirección y guión:
Darren Aronofsky
Intérpretes:
Hugh Jackman
Rachel Weisz
Ellen Burstyn
He de reconocer que ésta es la primera película de Darren Aronofsky que veo, y a tenor del resultado, posiblemente también sea la última. De joven promesa allá por 1997, cuando ganó el premio al mejor director en el Festival de Sundance con “Pi”; Aronofsky a pasado a convertirse en director maldito, odiado y amado a partes iguales (prueba de ello fueron los abucheos que recibió “La fuente de la vida” en Venecia por parte de la crítica y la ovación de 10 minutos que le dio el público).
Dividida en tres partes, el film relata la búsqueda de la inmortalidad en diversas épocas: el siglo XVI, la actualidad y ¿el futuro? Compartiendo actores, los personajes cambian de aspecto para convertirse en conquistador español e Isabel la católica (en una ficticia historia de España cuanto menos rocambolesca), científico investigador y amada en la época actual y en calvo iluminado en un lugar y una época que sólo el director conoce.
Tomando como eje central las investigaciones de Tommy Creo (Hugh Jackman) para encontrar una cura contra el cáncer y poder salvar a su mujer Izzie de una muerte segura (Rachel Weisz), se entretejen las aventuras del conquistador Tomás por encontrar el Árbol de la Vida en Sudamérica y del astronauta Tom, metido en lo que parece un pisapapeles, en busca de la nebulosa Xibalba. El origen de la línea argumental pretérita es claro: Izzie está escribiendo una novela; el origen de la otra es tan brumoso como Xibalba.
El film pretende ser una gran historia de amor, donde los protagonistas intentan luchar contra la muerte para vivir más tiempo junto a sus amadas, pero el resultado es aburrido, confuso, pretencioso y hortera.
Da la sensación que Aronofsky es inepto a la hora de planificar y poner en escena. Ya el comienzo hace prever lo peor, donde es espectador es incapaz de seguir la acción gracias a la tendencia de su director de poner la cámara en el peor lugar posible, haciendo incluso difícil el averiguar desde dónde se ve un plano detalle de una herida (cualquier otro director hubiera hecho un plano a la altura de la llaga o un contrapicado, Aronofsky opta por un subjetivo que cuesta descifrar); pasando por el encuentro de Isabel y Tomás, donde al director le da igual donde se pare Weisz y que a ésta le tapen los ojos la celosía cada vez que deja de andar; o la sobreabundancia de planos cenitales que salpican la película.
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Rachel Weisz y Hugh Jackman |
Todo esto sumado a la estética chillona (¿en dónde se escondía Isabel con tantas lucecitas, en casa de Papá Nöel? ¿Sólo a mí me hacen crujir los dientes los planos dorados de Xibalba?) y el mal montaje (muchos insertos duran demasiado poco) hace que me pregunte dónde está la brillantez visual que tanto alaban los admiradores del neoyorquino. Ellos sabrán.
Pero el film no sólo falla visualmente. Desde el punto de vista narrativo, la deliberada confusión de la historia del futuro (y el ir y venir en el tiempo) juega en su contra. Tanto salto entre historias hace que no surja la empatía por los protagonistas y que el espectador se pregunte cada vez que aparece Hugh Jackman metido en el pisapapeles dónde está sucediendo eso. Esto conduce a un final abierto, donde cada uno puede interpretar lo que le apetezca. Aronofsky lo defendía el Washington Post (24/11/2006): “es como el cubo de Rubik, que lo puedes resolver de varias maneras, pero donde sólo hay una solución al final”. Ocultando datos al espectador (como situarlo en el tiempo o por qué Tom está en una burbuja y qué relación tiene Xibalba con la salvación del árbol) es fácil conseguir finales abiertos.
“La fuente de la vida” es la prueba fehaciente de que en cine no sólo valen las buenas ideas, hay que saber contarlas. En otras manos podía haber sido una bonita película.
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