Las poseídas de Stepford [8]

Portada británica de Las poseídas de Stepford, de Ira Levin
NOVELA
The Stepford Wives
(EE.UU., 1972, 160 páginas)
Ira Levin
“Las poseídas de Stepford” (1972) fue la cuarta novela de Ira Levin, un autor que destacaba por sus brillantes tramas. La novela fue adaptada el cine en 1975 como “Las mujeres de Stepford”, dio lugar a tres telefilms que continuaban la historia, y en 2004 volvió al cine como “Las mujeres perfectas” (coincidiendo con su estreno, la novela se reeditó en España con ese título). Si bien la obra más famosa de Levin es “La semilla del diablo”, la cual comparte muchísimos elementos con esta, y aunque el final es incluso más rocambolesco, me parece que “Las poseídas de Stepford” está mejor construida.
            Joanna Eberhart acaba de mudarse con su marido e hijos al idílico pueblo de Stepford. Aunque disfruta del cambio, hay algo que le llama la atención: sus vecinas, que se cuidan muchísimo y siempre están guapas, están tan obsesionadas con las tareas domésticas que no tienen tiempo para nada. En el pueblo hay una asociación a la que solo acuden hombres; su marido le dice que irá a alguna de las reuniones para cambiar la asociación desde dentro. Para su alivio, Joanna conoce a dos mujeres recién llegadas, que también se sorprenden por el comportamiento del resto.
            Si alguien quiere leerse “Las poseídas de Stepford”, le recomiendo que evite a toda costa la Wikipedia en inglés, porque te la destripa en el primer párrafo, y si tiene la edición de británica de Corsair de 2011, que es la mía, se salte la maldita introducción de Chuck Palahniuk, quien cuenta absolutamente todo (debían de pagarle por palabras, y no se le ocurrió otra cosa que desvelar el misterio y cómo lo contaba Levin), y se adentre en la novela sabiendo lo menos posible. La gracia de Ira Levin, quien utilizaba una prosa muy magra, estaba en cómo jugaba con el lector con unas tramas endiabladamente bien construidas. Para mí, eso es bastante más difícil de lograr que vacuos juegos con el lenguaje, perderse en recuerdos, o construir frases kilométricas, que es lo que suele plagar la aburrida ficción literaria.
            Como en “La semilla del diablo”, Ira Levin sigue la vida de una mujer que comienza a ver elementos discordantes en su entorno, en este caso, mujeres guapísimas, hacendosas amas de casa. En Stepford la liberación femenina ha pasado de largo, y Joanna está desconcertada, sus vecinas solo tienen tiempo para limpiar la casa. Es como si estuvieran poseídas y no tuvieran voluntad propia.
Me parece que esta novela está mejor construida que la otra porque, al ser más breve, no tiene partes en las que no haya tensión, y Levin se crea una cuenta atrás a mitad: las amigas normales de Joanna van cambiando, y sabes que el cambio se produce a los cuatro meses de llegar a Stepford; o Joanna averigua lo que está pasado pronto, o ella también cambiará… La sensación de paranoia dura más páginas aquí, y funciona mejor.
Levin va plantando elementos que comprendes al final, pero que ayudan a ir subiendo la tensión y la sensación de desconcierto, de que algo muy malo está pasando en ese idílico pueblo, de que posiblemente exista una conspiración contra las mujeres: ¿está Joanna exagerando, o incluso, perdiendo la cabeza? ¿Hay algo en el ambiente que afecta solo a las mujeres? ¿Realmente el policía evitó que viera qué sucedía en la asociación de hombres? Y al final, ¿la descabellada teoría de Joanna es verdad?
Levin demuestra tener muy mala leche con los hombres en un giro demencial, giro que no queda confirmado hasta el último capítulo, haciendo que leas y leas sin parar, pero que te crees por lo bien construida que está toda la novela.
Si alguien quiere aprender a tramar bien, ha de leer a Ira Levin.
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