PROYECTO NOVELA. 26- OTRAS ESTRUCTURAS (II)

Yo, que no hago más que azuzar a los aspirantes a escritor para que sienten el culo y se pongan a trabajar, confieso que este mes no he predicado con el ejemplo.
   En teoría iba a comenzar la revisión de mi novela el 1 de agosto. No lo hice hasta el día 10 porque estaba aterrorizado por lo que me podía encontrar. Hemingway decía que todas las primeras versiones eran mierda. Hemingway no habría utilizado palabras tan elegantes si hubiera leído mi novela.
   Para corregirla estoy siguiendo el cursillo de Holly Lisle “How to Revise Your Novel”. Si alguien no conoce los cursos de esta escritora basta que sepa que con ellos sudas de lo lindo, pero que son muy fáciles de seguir (te guía paso a paso) y lo muchísimo que aprendes te ahorra años de dar palos de ciego.
Simmons y del Río, una mala combinación
Simmons y del Río, una mala combinación
   En una primera lectura he sacado las siguientes conclusiones: el principio está bien, el final está bien, el medio es un caos absoluto, el principio y el final pertenecen a dos novelas distintas. La revisión me va a suponer tanto trabajo que he decido dejar apartados el resto de proyectos que tenía entre manos.
   También he descubierto algo importantísimo: nunca leas una novela que te esté deslumbrando al tiempo que corriges la tuya. Me ha pasado con “El terror”, de Dan Simmons. Me leía un capítulo de la novelaza de Simmons y después me ponía a corregir la mía. Esto es lo que sucedía:
   Carlos leyendo “El terror”:
   -Oh… ah… -Carlos se lleva la mano al pecho- ¡esto es una obra maestra!
   Carlos leyendo su novela:
   -Oh… ah… -Carlos se tira de los pelos- ¡esto es una castaña!
   A pesar del desastre que es ahora mismo mi novela, creo que lograré que el resultado final sea bueno. Pero tengo algo muy claro: si después de corregirla veo que no es una buena novela, se queda en mi disco duro. No la muevo por editoriales (si yo considero que es mala, ¿qué editorial me la va a comprar?), no la auto-publico para conseguir unos eurillos engañando a un puñado de lectores incautos, no la registro en copyleft y la doy gratis para promocionarme (¿promocionarme con una mediocridad?). Esa novela no ve la luz y me pondré a escribir otra.
   Si quiero comenzar mi carrera literaria, tiene que ser dando calidad.
KUBRICK, CLARKE Y LYNCH
Veamos otras narraciones que se salen de la norma.
   -“2001: Una odisea del espacio”: Stanley Kubrick frente a Arthur C. Clarke. “2001” abarca varios milenios y durante buena parte no tiene un protagonista definido. Su gestación fue bastante peculiar, y mientras Clarke escribía la novela y el guión basado en ella (aún sin terminar), Kubrick filmaba la película. Kubrick acabó antes y su film se estrenó en primavera de 1968, mientras que la novela tuvo que esperar hasta el verano. Así que se puede decir que la película es una mezcla de guión original y adaptado, y la novela una de novela y novelización.
   Tanto la película como la novela cuentan las mismas cosas (la única diferencia desdeñable es que en la novela la nave coge impulso en Saturno, y en la película lo hace en Júpiter) pero narrativamente son muy diferentes: el film es incomprensible porque Kubrick no explica qué está pasando; la novela deja todo muy claro. Para mí la película es un tostón y la novela fascinante.
   De la película, que destaca muchísimo en su aspecto visual, la única parte que mantuvo mi interés es cuanto el ordenador de la nave se estropea y el astronauta tiene que desconectarlo. Lo recuerdo bien porque en esa parte hay un conflicto muy definido por resolver. El resto eran dudas:
Portada de 2001: Una odisea del espacio, de Arthur C. Clarke   -¿Qué diablos pintan los monos al principio?
   -¿Qué es el pedrusco que pita?
   -¿Quién es ese niño?
   -¿Cuánto tiempo he estado roncando?
Cuanto leí la novela entendí todo. La ambiciosísima “2001” cuenta la creación, desarrollo y futuro de la vida en la Tierra, y en la novela está clarísimo qué significa cada cosa. El monolito realmente son varios, que tienen funciones muy específicas, y se sabe perfectamente por qué están donde están y quiénes los colocaron allí. La novela funciona porque Clarke va desvelando poco a poco información, cada vez más interesante y que se añade a lo ya explicado, haciendo que el lector siga enganchado para saber qué oculta el final del viaje.
   Clarke tiene otra novela, también excelente, en la que utiliza la misma técnica: “Cita con Rama”. En ella, un cilindro gigante aparece flotando en el espacio y unos astronautas se meten dentro para investigar qué es. La novela es simplemente cómo esos astronautas cada vez se internan más y más, descubriendo nuevos aspectos de ese cilindro y de la civilización que lo ha fabricado. Otra vez Clarke va espaciando la información, siendo cada nuevo descubrimiento más interesante que el anterior, y mantiene la atención del lector en todo momento con la pregunta de qué hay más allá.
   –David Lynch: “Mulholland Drive” vs. Inland Empire”. David Lynch, famoso por sus marcianadas, dirigió estas dos películas que comparten varios elementos. Pero mientras “Mulholland Drive” es hipnótica y fascinante, “Inland Empire” es un suplicio insoportable.
   “Mulholland Drive” dura dos horas y media, y durante los primeros 90 minutos la película sigue una estructura lineal. Laura Elena Harring no recuerda nada tras un accidente, que en verdad es un intento de asesinato, en Mulholland Drive. Harring llega a Los Ángeles y allí, junto con Naomi Watts, que es una aspirante a actriz, se pondrá a investigar su pasado. Todo está contado con el peculiar estilo de Lynch, ese que te hace estar en constante tensión por los ambientes enrarecidos que tan bien le quedan.
   Y cuando estás metido en la película, Lynch da un giro radical: los personajes cambian de nombre y de personalidad. Ves que las dos historias están conectadas de algún modo, y el objetivo de la película ha cambiado: de saber quién intentaba asesinar a Harring ha pasado a saber cómo se relacionan las dos historias. La respuesta más coherente hace que Naomi Watts vea o imagine su propio cadáver descompuesto, lo cual es imposible. No sé si “Mulholland Drive” tiene mucho sentido, pero sí que es genial.
   “Inland Empire” tiene unos primeros 45 minutos muy potentes. Laura Dern es una actriz que quiere volver al cine, y el día anterior a una audición, una anciana muy rara la va a visitar y le dice que ha logrado el papel y le cuenta dos historias del folklore polaco. Laura Dern no entiende nada, y la anciana le dice que es una confusión temporal, que si fuera mañana, Dern estaría sentada en un sofá que tiene cerca. Se mueve la cámara, y Dern aparece sentada allí, celebrando que ha logrado el papel.
   En el set de rodaje, Jeremy Irons, que hace de director, les cuenta a los actores que la película que van a rodar es un remake de un film alemán que se canceló porque ambos protagonistas fueron asesinados, y que la película está basada en una historia del folklore polaco. De repente se oyen unos ruidos al fondo del plató, como si alguien se hubiera colado, pero no encuentran a nadie.
   Un poco más adelante, cuando Dern ya está rodando la película, se cuela por la parte de atrás de un plató, y se ve a si misma escuchando a Jeremy Irons. Entonces se da cuenta de que la que hizo el ruido en la reunión era ella misma.
   Hasta aquí Lynch ha conseguido que estés muy interesado en la historia para saber qué está pasando realmente, y entonces da el giro. A partir de entonces es imposible seguir ningún hilo argumental ni saber cómo las distintas escenas, o tramas, o lo que sean esas cosas, se relacionan. Si quieres saber lo que es el aburrimiento, ve “Inland Empire”. Dura tres eternas horas.
PERIODISMO Y LA CURVA DE INTENSIDAD
A pesar de lo poco que me gusta esa profesión, voy a hablar de periodismo. En prensa escrita (en radio y televisión es parecido, pero se ve mejor en los periódicos) las noticias se cuentan siguiendo el modelo de la pirámide invertida y respondiendo a las 5 W. Eso significa que en el primer párrafo pones la información más importante (la base de la pirámide, que como está dada la vuelta, es lo que está más arriba) y a partir de ese párrafo, vas añadiendo datos menos importantes y acabas con lo menos relevante.
   Lo más importante son las 5W: ¿Qué? (What?), que sería el acontecimiento que ha creado el titular; ¿Quién? (Who?), las personas implicadas en ese acontecimiento; ¿Dónde? (Where?), ¿dónde sucedió?; ¿Cuándo? (When?), ¿cuándo sucedió? y ¿Por qué? (Why?), ¿por qué ocurrió? Normalmente a las 5W se le añade una H: ¿Cómo? (How?), ¿cómo ocurrió todo?
   Lógicamente, en ficción tienes que hacer todo lo contrario. Lo más interesante va al final de la historia porque el objetivo es que la gente siga leyendo para saber qué pasa a continuación. Si empiezas: “El asesino es el mayordomo y lo hizo por despecho, poniendo cianuro en el champán de la marquesa”, nadie se va a leer tu misterio.
   ¿Quiénes? son tus personajes. Los principales deben aparecer al principio, y si te guardas alguno importante para más tarde, al menos tienes que dar pistas de que existe. El ¿Dónde? y el ¿Cuándo? aparecen a lo largo de todo el relato y son la época y el lugar donde se desarrolla la historia. Esto normalmente se ve mejor en el género histórico, en fantasía y en ciencia ficción, pero todas, absolutamente todas las historias se desarrollan en un tiempo y lugar concretos. El ¿Qué?, el ¿Por qué?, y el ¿Cómo? son todos los acontecimientos que componen la trama, que vas poniendo en el mejor orden posible para que cada vez todo sea más interesante, y eso se consigue estructurando la historia.
Curva de intensidad
Curva de intensidad

Para ver cómo funciona una estructura buena me he creado una curva de intensidad de una novela de 300 páginas que utiliza los tres actos. En el eje horizontal van las páginas, que avanzan desde 0 a 300, y en el vertical la intensidad de la historia, que va de 0 a 10.

   El punto “a” es el comienzo de la novela, y empieza con un 4. El punto “b” es el clímax, donde se resuelve el conflicto principal, y por lo tanto tiene un 9,5 de intensidad. Del punto “a” al “b”, la intensidad siempre ha ido subiendo, y no hay ningún otro punto con tanta intensidad como el “b”. El “c” es el final, y desde “b” a “c”, que es un tramo muy corto, la intensidad ha bajado un poco porque sirve para atar algún cabo poco importante que estaba suelto y para explicar cómo será la vida de los personajes tras el clímax.
   Esta gráfica muestra de forma muy resumida la evolución que tienen que llevar las historias, pero está claro que sólo algunos cuentos pueden seguir a rajatabla esa curva (los cuentos pueden acabar en el punto “b” y dejar abierto el resto a la imaginación del lector), porque cuando escribes algo más largo, la intensidad general va a subir, pero habrá altibajos a lo largo del camino.
   Normalmente, después de un momento muy intenso, hay páginas más relajadas, en donde das tiempo al lector para que descanse un poco y vas preparando el siguiente momento de intensidad. En cuanto abandonas el terreno del cuento, es imposible mantener la atención del lector subiendo la tensión constantemente, porque se agota. Piensa que una novela es como un río, que tiene cascadas, rápidos y remansos, pero en donde el agua nunca se detiene hasta alcanzar su destino, el mar.
   Da igual si te ciñes a los tres actos o decides contar la historia marcha atrás, o a través de flashbacks desde varios puntos de vista, o como te dé la gana, pero siempre la intensidad general tiene que subir (las cosas que pasan cada vez son más interesantes), tiene que haber cuestiones por resolver, y el lector tiene que saber hacia dónde va esa historia.
   Volvamos al ejemplo del mayordomo asesino. Podríamos escribir una novela a dos tiempos. En uno, el mayordomo está esperando a ser juzgado por el asesinato de la marquesa; en el otro recuerda cuándo comenzó a trabajar para ella, y cómo todo era perfecto. En este caso, la cuestión no sería saber quién mató a la marquesa, sino por qué el mayordomo lo hizo (¿descubrió un oscuro secreto de la marquesa?, ¿se volvió loco -y por qué se volvió loco-?, ¿le presionaron para hacerlo y no puede decir quién lo obligó?).
   JAMÁS puede haber partes aburridas. Si la historia no avanza, si deja de ser interesante porque el lector se ha adelantado al autor y sabe qué va a pasar a continuación (esto tiene que ver con dónde metes la información para que avance la trama), o el lector es incapaz de encontrarle algún sentido, va a dejar de leer. Y eso es lo último que quiere un escritor.
Recomendaciones:
Este mes traigo dos rarezas descatalogadas de dos estrellas literarias (si las quieres conseguir, recomiendo Iberlibro).
   -“Secret Windows”, de Stephen King. Tercer, último y más raro libro de escritura de Stephen King. Con motivo del lanzamiento de “Mientras escribo” (“On Writing”) en 2000, el Book of the Month Club (algo así como el Círculo de Lectores de Estados Unidos) creo está antología de escritos de King que incluye un par de cuentos de cuando el autor tenía 12 años, artículos, entrevistas, conferencias e introducciones de obras suyas y de otros (aquí conocí a Jack Ketchum). En la excelente introducción, Peter Straub repasa la carrera de King; y en los artículos el propio King cuenta cómo se estableció como escritor de terror, explica de dónde le vienen las ideas, analiza primeras frases de novelas, u opina sobre la prohibición de libros. Un dato curioso es que cuando sus hijos eran niños, King pensaba que sólo Joe tenía madera de escritor. El niño Joe King es ahora el escritor Joe Hill. Y un dato muy importante para todos es que King, antes de lograr vender su primera novela, “Carrie”, ya había escrito cuatro novelas enteras.
   Consíguelo en Iberlibro.com
   -“How to Write Best Selling Fiction”, de Dean Koontz. En 1981, cuando Koontz llevaba 13 años publicando novelas pero aún no había alcanzado el estrellato, escribió este libro en el que explicaba qué elementos eran indispensables para escribir literatura comercial de calidad. Koontz, que era muy honrado con su obra (reconocía que había publicado demasiado), analizaba ejemplos de sus propias novelas, comentaba obras ajenas, estudiaba el mercado editorial (es lo que más ha envejecido, aunque hay consejos que se pueden aplicar a la situación actual), y acababa con una lista de escritores excelentes de best-sellers. “How to Write Best Selling Fiction” es genial. Prueba de que lo que allí contaba funciona es él mismo, que en los años 80, tras casi 20 años publicando, Koontz logró hacerse estrella, un estatus que aún mantiene. No te fijes en el dinero que ha hecho Koontz escribiendo, pero sí en lo muy perseverante que ha sido a lo largo de su carrera. “How to Write Best Selling Fiction” es muy apreciado por los coleccionistas del autor (he visto copias por 500 dólares); si consigues un ejemplar por 50 euros, es una ganga.
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