
Durante los últimos meses he estado trabajando en la colección de cuentos “Vivir soñando”. Lo que más me ha sorprendido es que la mayoría estaba bastante bien, incluso los que escribí al principio de mi carrera. Ahora me doy cuenta de que sufría de una terrible falta de seguridad en mí mismo; era una barrera psicológica que afortunadamente ya he superado.
La colección son 126 páginas que contienen siete cuentos de ficción general: un microrrelato, cuatro cuentos y dos cuentos largos; y a todos les he añadido un comentario sobre su escritura. En la portada he decidido cambiar la palabra “Cuentos” por “Relatos”, porque aunque son sinónimas, muchísima gente, cuando le hablas de cuentos, se piensa que son cuentos infantiles. Y no, yo no he escrito “Caperucita”.
Esto orgulloso con el resultado. Me parece que los comentarios sí van a ayudar a aspirantes a escritor a ver cómo funcionan ciertos aspectos técnicos (hago mayor hincapié en el tema, aunque también hablo del desarrollo de ideas, del punto de vista, de la descripción, y de la estructura), y los cuentos representan muy bien cómo soy como escritor. Allí se ven perfectamente mis obsesiones y mis rasgos de estilo; y, espero no equivocarme, siempre soy ameno. Si seguís mi blog, vais a notar enseguida que el autor de esos cuentos y este rincón es el mismo.
En otras palabras, no puedo negar que yo he escrito esos cuentos. (Algo que jamás podrá decir, digamos, Ana Rosa Quintana.)
En noviembre me lié a hacer cosas que no tenían nada que ver con escribir, y que no sabía como se hacían, pero que eran fundamentales para que el libro llegara a Amazon: creación de cuentas y perfil en Amazon, diseño de la portada, maquetación para el libro en papel y maquetación para el libro digital… Y venga a revisar y revisar para que no hubiera erratas o fallos en la maquetación o en el diseño. Si vas por editorial, esas labores las hacen ellos, y además cobras dinero; pero si tiras por la auto-edición, o las haces tú, o pagas a alguien para que te lo haga. Yo decidí ahorrarme dinero, y los ojos aún me hacen chiribitas.
Ha sido bastante estresante, porque era ir aprendiendo un montón de cosas a toda pastilla a medida que avanzaba, pero ha merecido la pena, aunque ahora mismo estoy agotado.
Ya puedo hablar con conocimiento de causa, ya sé el trabajo que da publicar un libro, así que quiero acabar mandando un mensaje de amor a los piratas de internet: al próximo gorrón que justifique las descargas ilegales diciendo que él no roba, porque total, hacer copias digitales no cuesta nada, le voy a invitar amablemente a mi cuarto, y vamos a estar solitos él y yo, sus partes privadas y el cajón de mi escritorio. Total, no me cuesta nada cerrar el cajón de mi escritorio de golpe.
LOS DIÁLOGOS NO ES CHARLOTEO
Voy a comenzar con una cita excelente de Dean Koontz de “How to Write Best Selling Fiction”, que resume perfectamente lo que es la ficción y los diálogos:“Muchos escritores piensan —erróneamente— que la ficción debería ser un espejo de la realidad. En realidad, debería actuar como un cedazo para refinar la realidad hasta que solo la esencia quede ante el lector. Esto donde es más evidente es en los diálogos de ficción. En la vida real, las conversaciones normalmente dan muchos rodeos, están llenas de comentarios generales y normas de cortesía. En ficción, los personajes siempre deben ir directos al grano cuando hablan”.
Voy a añadir una cita famosísima de Alfred Hitchcock. Hitchcock habla de las obras dramáticas, pero se aplica perfectamente a los diálogos, y dice básicamente lo mismo que Koontz:
“La obra dramática es la vida dejando las partes aburridas fuera”.
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Alfred Hitchcock |
A lo que yo añado que los diálogos no son un calco de la realidad, sino que tienen apariencia de realidad. Voy a repetirlo, porque es fundamental entenderlo: los diálogos no son un calco de la realidad, sino que tienen apariencia de realidad.
Esto quiere decir que cada vez que habla un personaje, debe sonar natural; tiene que sonar como hablaría una persona real que comparte una serie de características con el personaje: edad, nivel de educación, profesión, estatus social, nacionalidad, época en la que vive, género… Pero siempre que habla, el diálogo tiene que estar por algún motivo, no para se ponga a charlotear.
Esto es más fácil de lo que parece. En cuanto a que suene natural, simplemente tienes que reconocer que una señora de 85 años no habla igual que un chaval de 15; o que hace 200 años no se hablaba igual que ahora. O que si juntas a alguien de los bajos fondos con alguien de la clase alta, no pueden hablar igual. O que un español y un mexicano hablan distinto. O un colombiano y un argentino.
¿Qué es lo mejor para aprender a dialogar? Pues que prestes atención a las conversaciones que oigas en todas partes. Supongo que de lo primero que te darás cuenta es que la gramática perfecta NO EXISTE.
Y cuando escribas, siempre tienes que intentar lograr que sea verosímil, no veraz. Recuerda que no estás escribiendo no ficción. En el blu-ray de “Juno”, la guionista Diablo Cody contaba que se había inventado toda la jerga que aparece, que los adolescentes no hablan así, pero que sonaba real. Cuando se estrenó la película, a los chavales les encantó cómo hablaban los personajes (y a mí). Diablo Cody acabó ganando el Oscar.
En “
El terror”, de Dan Simmons, que es una novela exhaustivamente documentada, me llamó la atención que había personajes británicos que soltaban diálogos que un británico jamás diría. Pero bueno, la novela está escrita por un estadounidense y pasas por alto esas licencias (y porque es una grandísima novela).
Esto me lleva a que en novela histórica no debes ceñirte a cómo se hablaba en la época, porque para nosotros esos diálogos serían incomprensibles, sino que tienes que plasmar la esencia de cómo se hablaba entonces. Y sucede lo mismo cuando quieres mostrar el habla de un lugar, como cuando escribes novela costumbrista, que sí, tienes que mostrar la esencia, pero todo el mundo tiene que ser capaz de entender los diálogos.
En cuanto a que los diálogos tengan un sentido, se parece mucho a la función que cumplen las escenas: normalmente dan información que hace avanzar la trama o caracterizan a los personajes. Siempre que abres un diálogo tienes que saber por qué lo haces. Tal vez sea para plantar una información que más tarde le servirá al protagonista, o para demostrar cómo son dos personajes, o creas tensión, o la rebajas con humor, o das una pista falsa, o refuerzas un tema… lo que sea, pero debe tener sentido.
Y salvo muy contadas excepciones, fuera saludos y despedidas, y charloteo que no va a ninguna parte. Tienes que editarlo para que no haya tiempos muertos, pero sin pasarte, para que siga pareciendo una conversación normal y no una lista de datos que encajan en la trama.
Y jamás, jamás, jamás uses el “como sabes Pepe”. ¿Y qué es el “como sabes Pepe”? Pues esto:
—Como sabes Pepe, el día de la fiesta de Juan te conocí y caí rendida a tus pies. Un año más tarde nos casamos y…
Si toda esa información la conoce un personaje, ¿para qué demonios se la recuerda otro que sabe que la conoce? No tiene ningún sentido. Si estás tentado de dar información del pasado así, con dos personajes que ya se la saben, busca otra forma de darla, pero nunca utilices el “como sabes Pepe”: puedes utilizar un flasback, narración, o un simple pensamiento de un personaje.
EL RITMO DE LOS DIÁLOGOS
Volvamos a Dean Koontz y su “How to Write Best Selling Fiction”:
“Puedes encontrar novelas publicadas en las que los autores usan una atribución llamativa tras otra. No me mandes una lista de esos autores, por favor. No te dije que el uso frecuente de esas atribuciones evitaría que te publicaran. Simplemente dije que eso indica que el autor es un amateur o que le falta sensibilidad para saber apreciar las cualidades musicales del lenguaje. Libros llenos de ineptas atribuciones se publican en todo momento. Claro que sí. No todos los autores publicados son buenos escritores”.
Esas atribuciones a las que se refiere Koontz son las palabras que indican quién dijo el diálogo. La más común es “dijo Pepe”; pero hay gente, que creyéndose grandes estetas de la lengua, te endilga un “dijo”, luego un “emitió”, después un “expresó”, un “aseveró”, un “prorrumpió”… y lo único que demuestran es que se han tragado un diccionario de sinónimos. Además, muchas veces no hace falta poner nada: —Hola —dijo Pepe.
—Hola —contestó Juan.
—Buen tiempo, ¿verdad? —Pepe formuló la pregunta.
—Mejor que ayer —replicó Juan.
—¿Vas en dirección a la ciudad? —interrogó Pepe.
—Sí —afirmó Juan.
Compara esa tortuosa conversación con ésta y dime cuál tiene mejor ritmo:
—Hola —dijo Pepe.
—Hola —contestó Juan.
—Buen tiempo, ¿verdad?
—Mejor que ayer.
—¿Vas en dirección a la ciudad?
—Sí.
Algunas atribuciones terribles y floridas, que denotan que el autor es un aficionado, son:
—Te amo —dijo enamoradamente.
—¡¡Te he dicho que vengas aquí!! —gritó fuertemente.
Este último, es un caso especialmente malo porque hay una doble redundancia: las exclamaciones ya indican que el personaje grita, pero el autor añade un “gritó” y un “fuertemente”, como si se pudiera gritar en voz baja.
Mucha gente piensa que no pueden utilizar adverbios en las atribuciones, pero eso es una tontería. Los adverbios existen por algo y los puedes utilizar, pero siempre que lo hagas tienen que añadir información al diálogo:
—¿Lo dejo aquí? —preguntó tímidamente.
O esta versión, que suena mejor en español: —¿Lo dejo aquí? —preguntó con timidez.
¿Y qué puedes meter cuando haces una pausa dentro de un diálogo?
Pues una atribución: —Ayer por la noche oí gritos en el jardín trasero —dijo Laura—. Eran tan desgarradores que me pusieron la piel de gallina.
Un gesto del personaje:
—Ayer por la noche oí gritos en el jardín trasero. —Laura se santiguó—. Eran tan desgarradores que me pusieron la piel de gallina.
Una atribución y un gesto: —Ayer por la noche oí gritos en el jardín trasero —dijo Laura santiguándose—. Eran tan desgarradores que me pusieron la piel de gallina.
Un pensamiento:
—Ayer por la noche oí gritos en el jardín trasero. —Laura pensó en los rumores que corrían sobre un hombre lobo en las cercanías—. Eran tan desgarradores que me pusieron la piel de gallina.
Una sensación del personaje:
—Ayer por la noche oí gritos en el jardín trasero. —Laura volvió a notar que se le disparaba el corazón—. Eran tan desgarradores que me pusieron la piel de gallina.
Cómo dice ese personaje el diálogo; es decir, cómo es su voz: —Ayer por la noche oí gritos en el jardín trasero. —A Laura le temblaba la voz—. Eran tan desgarradores que me pusieron la piel de gallina.
O puedes hacer una elipsis, resumiendo qué contó el personaje antes de volver al diálogo:
—Ayer por la noche oí gritos en el jardín trasero. —Laura les contó cuánto tiempo los estuvo oyendo—. Eran tan desgarradores que me pusieron la piel de gallina.
O puedes ampliar la pausa y meter varios elementos. Y recuerda que puedes crear nuevos párrafos y después regresar al diálogo.
En las pausas dentro de un diálogo también puedes meter gestos, pensamientos y sensaciones de otro personaje, pero tienes que dejar claro que el gesto, el pensamiento o la sensación no pertenece al personaje que habla, para no confundir al lector. Yo personalmente, cuando meto esos elementos, suelo crear un párrafo nuevo y luego retomo el diálogo, pero es una mera cuestión de estilo.
Para indicar que un personaje se ha quedado sin habla, puedes hacerlo así:
—¿Cuál es la raíz cuadrada de 25?
Carlos se quedó callado.
O
—¿Cuál es la raíz cuadrada de 25?
—…
Y para gritar, aparte de las exclamaciones, puedes utilizar las mayúsculas, pero éstas en muy contadas ocasiones: —Te he dicho mil veces que NO SOPORTO A TU HERMANA.
Y puedes utilizar la cursiva para resaltar una palabra, y sabes que si oyeras ese diálogo, cambiaría el tono y sonaría más alta, pero este recurso también lo tienes que utilizar en contadas ocasiones para que no pierda efectividad. A mí me gusta tanto que también lo utilizo en narración y cuando escribo críticas y estos artículos.
—¿No pretenderás que me enfunde ese vestido, verdad?
Me encanta; ves perfectamente el vestido.
Recomendaciones:
–“Dialogue”, de Gloria Kempton. Cuando comencé a escribir no tenía ni idea de cómo dialogar, y cuando me apunte al nefasto taller de internet, lo que me dijo la profesora de mi primera práctica era que los diálogos estaban mal, pero no me explicaba cómo corregirlos. Entonces me compré este libro, y todo cambió. Ahora mismo dialogar me encanta, y cuando estoy atascado, pongo a hablar a los personajes y se acabó el bloqueo. Así de bueno es este libro que repasa muchísimos aspectos del diálogo.
-“
Starve Better: Surviving the Endless Horror of the Writing Life”, de Nick Mamatas. Nick Mamatas es un escritor de terror y aquí repasa varios aspectos técnicos y rechaza varias mentiras que circulan por ahí sobre lo que es contar buenas historias y ser escritor; desprecia las prensas de vanidad (yo también); cuenta cómo se las ha apañado para sobrevivir solo escribiendo; y demuestra que Stephen King es un gran escritor al tiempo que no es un escritor bueno. Muy interesante.
La fotografía de Alfred Hitchcock está en el dominio público.
Excelente, Carlos. Muy claro y muy útil. Voy a buscar el texto del tal Mamatas, a ver si lo encuentro. Saludos y suerte con el libro.
Pablo
Muchas gracias. Es que dialogar es de lo que más me gusta cuando me pongo a escribir, y supongo que se note aquí.
El libro de Mamatas está barato en Kindle.