Siete mesas de billar francés
(España, 2007, 116 min)
Dirección:
Gracia Querejeta
Guión:
David Planell
Gracia Querejeta
Intérpretes:
Maribel Verdú
Blanca Portillo
Raúl Arévalo
Amparo Baró
Raro es el año que el festival de San Sebastián no premia una película española. Este año le ha tocado a la de Gracia Querejeta los laureles a mejor actriz y guión. Ya sabemos que todo el mundo suele barrer para casa, pero al menos podían tener un poco más de criterio a la hora de premiar.
Blanca Portillo es una actriz excelente, que siempre está bien. Aquí su registro no baja de a lo que nos tiene acostumbrados. La pega que le pongo a este premio (y sin haber visto el resto de películas a competición) es que es Maribel Verdú la verdadera protagonista de la cinta y sobre la que recae el peso de la historia. Y Maribel Verdú es del mismo tipo que Portillo: siempre está bien. ¿Por qué no premiaron a Verdú? O si querían reconocer a Portillo (que incomprensiblemente tiene pocos premios) ¿por qué no un ex aequo?
Más grave es premiar un guión con buenas ideas pero que en conjunto resulta mediocre. Partiendo de una idea que no se distancia mucho de la almodovariana “Volver”, Querejeta y Planell saben presentar bien las situaciones (y los personajes), pero no cómo rematarlas, y buscan la solución más fácil: de manera pueril (por básica) está resuelto el dilema de la hondureña y la huida de uno de los componentes del equipo de billar (¿por qué nos cuentan que Verdú sabe jugar al billar a un cuarto de hora del final? Ni una sola vez se insinúa en los primero cien minutos de metraje).
Hay un momento que ni siquiera presentan bien un conflicto. Completamente ridícula es la escena donde Verdú se entera de la doble vida de su marido. Con una foto de lo más inocua y que por sí sola no demuestra nada, Verdú se desmorona y al espectador se le exige demasiada credulidad.
De vez en cuando pasan de puntillas por escenas fundamentales. Igual las consideraban poco originales y decidieron no darle mucha importancia. Pero vamos, si todo el principio del film va de cómo una mujer, a la que se le ha desmoronado el mundo, va levantando cabeza con la única esperanza de que la reapertura de un salón de billares la haga superar la crisis personal ¿cómo es posible que no haya una inauguración del local, con gente entrando y comentando las supuestas (porque nunca se ven) mejoras, y simplemente se conformen con una foto a la entrada?
 |
Maribel Verdú |
En el terrero formal la película no desmerece de la mediocridad general del cine español: Griffith hace más de 90 años rodaba un cine formalmente más complejo que el actual cine patrio. La inmensa, pero inmensa mayoría de los planos son medios o primeros, y así nunca llegamos a saber cómo es el salón de billares o el barrio donde viven; y en el supuesto restaurante de lujo chino (¿de lujo y el camarero no entiende el castellano?) sólo atisbamos una mesa y no mucho lujo. No les daría el presupuesto para iluminar planos generales y así intentan darnos gato por liebre: sucedáneo de cine por cine.
La película no está muy bien montada (y eso que el montador es el que montaba las películas de Amenábar hasta que éste decidió que sabía hacer de todo y prescindió de él). Sobre todo al principio, en las conversaciones (y mira que hay. ¡Cuánto se habla en el cine español! ¡Y qué poco se mueven los actores!), no se marcan las miradas, los planos duran poco, como si se tuviera prisa en dar la información para seguir con la historia.
En su favor hay que decir que los actores están bien, aunque hay fallos de puesta en escena imperdonables: al niño se le va la mirada fuera de campo un par de veces al empezar la película y el chaval que reparte rosas no puede ser peor ni menos creíble, lo mismo que esa escena del autobús, tan cerril que provoca sonrojo.
Cien por cien cine español. Para el que le guste.
Estoy de acuerdo en como analizas el personaje de Maribel Verdu….
pero me pareces un poco tacaño con la puntuación