VIDA DE ESCRITOR: LA ASERTIVIDAD (I)

Libro en paisajeYa tengo fecha de publicación para “Érase una vez…”: septiembre de 2017. Es una fecha realista, para que me dé tiempo a revisarlo y reescribirlo, y siendo el tipo de libro que es, para quienes quieren escribir ficción, es un mes muy bueno; en septiembre publiqué “Atrévete a ser escritor” y le fue muy bien.
Otros tan buenos como ese son enero y octubre; pero terribles son los meses estivales (pensándolo fríamente, deberían ser buenos, porque la gente tiene más tiempo libre, más tiempo para leer y escribir, pero claro, la gente no funciona así), así que aunque lo acabe antes, esperaré hasta septiembre. Y si me retraso, esperaré a octubre o enero.
            Voy un tercio y casi he acabado el bloque sobre el talento (que cuenta bastante poco para escribir ficción, si es que cuenta algo). Ahora estoy documentándome para el de la motivación, y me he percatado de que además de hablar sobre cómo motivarse para ponerse todos los días a teclear, tengo que explicar cómo perseverar ante los reveses y las desilusiones que tarde o temprano llegarán, cómo seguir adelante cuando tu esfuerzo no da los frutos que esperabas, cómo no tirar la toalla cuando ves que pasan los años y no consigues nada.
            Y hasta aquí os puedo contar. LA ASERTIVIDAD

Al principio de mis cursos, suelo tener alumnos a los que les cuesta dar su opinión. Yo siempre intento que se sientan a gusto en clase, y les digo que no tienen que tener miedo de decir lo que piensan, siempre que respeten las opiniones del resto, y al resto.
            No quiero que mis clases se vuelvan una batalla campal, para ver quién tiene la razón, o quién es más verdulero o tergiversador, para eso existen sus hábitats naturales: el patio del colegio, los platós de televisión, y el Congreso de los Diputados. Pero sí quiero escuchar la opinión de todos.
Ser asertivo no es que tengas la razón, es que tienes una opinión y no tienes miedo a darla. Tu opinión puede cambiar, pero tienes que expresarla. No debes temer decir “Sí” ni decir “No”, y no tienes por qué justificar por qué haces las cosas o tus gustos. Si quieres ser escritor es fundamental serlo. Primero, porque necesitas crearte tiempo para escribir diariamente, y tienes que saber hacer respetar tus límites y tu tiempo; y segundo, porque con tu ficción constantemente vas a estar mostrando tu visión del mundo, y para eso primero tienes que identificarla, y luego tienes que expresarla sin miedo.
Portada de La asertividad, de Olga Castanyer            Durante gran parte de mi vida tuve problemas con mi asertividad, porque no sabía que tenía derecho a tener mis propias opiniones y gustos, aunque no fueran los de la mayoría, ni los que se esperaban de mí, o los de mis padres. Tenía pánico a las discusiones y enfrentamientos (o bien era muy borde, para no dejar espacio a más, o bien no me atrevía a decir nada), no sabía defender mis derechos, no me atrevía a preguntar ni a poner límites a mi tiempo, y siempre intentaba caer simpático (eso está bien, pero no sabía reaccionar cuando alguien me trataba mal). Me aterrorizaba el qué dirán y tenía pánico al rechazo.
            Lo bueno de la asertividad es que se puede educar. Primero tienes que saber qué es ser asertivo, y luego tienes que practicar y practicar hasta que te salga solo. A mí me ayudaron mucho los libros “Cuando digo no, me siento culpable” (“When I Say No, I Feel Guilty”), de Manuel J. Smith, “Con todo tu derecho” (“Your Perfect Right”), de Robert Alberti y Michael Emmons, “The Assertiveness Workbook”, de Randy J. Paterson, y “La asertividad: expresión de una sana autoestima”, de Olga Castanyer.
            Soy un gran fan de la hipnosis terapéutica (me gusta tanto que me he sacado un título; algún día escribiré algún artículo sobre ella), y para ser asertivo me ayudó también el pack de sesiones de Hypnosis Downloads. Gracias a ellas, logré poner en práctica lo aprendido, ya que me redujeron mucho la angustia que me provocaban esas situaciones en la vida real.
            Ahora soy educado e intento caer bien, pero desde luego no intento ser amigo de todo el mundo, ni me mortifico cuando no caigo bien a alguien. Sé dar mi opinión y decir no, y tengo claros mis gustos.
            En cuanto a lo de cumplir las expectativas de otros, o el miedo al qué dirán, pobre de aquel que vive pensando en cumplir las expectativas que otros se han formado de él. Cada vez que cuento que he hecho tal cosa y alguien me dice que no me pega, automáticamente pienso, ¿tú qué sabes lo que me pega o deja de pegar? Algo parecido me pasa cuando me dicen que tal cosa me va a encantar, ¿tú qué sabes si me va a gustar o no? CAUSAS

Los problemas de asertividad suelen venir por modelos tóxicos. Un gran culpable son los medios de comunicación, con tertulias, y no solo las del corazón, en las que supuestos adultos se comportan como parvularios, y con columnistas que tratan como idiotas a los que no piensan como ellos. Abundan los “deberías” y el sarcasmo. Es pensar en blanco y negro: solo yo puedo tener razón, y si yo tengo razón, tú estás equivocado. Un modelo de nuevo cuño serían las redes sociales, que funcionan igual que los medios de comunicación. Intenta mantener una conversación adulta allí y verás.
Otro es el mundo de la política, también con adultos infantilizados que no hacen más que retorcer lo que dicen para aparentar tener la razón y dejar mal al rival: lo que digo yo está bien (aunque igual hace una semana decía lo contrario), y lo que dices tú está mal.
Lo más triste
del mundo de la política (me refiero a democracias) es que por honrado que quiera ser un político, no lo
puede ser por completo: no puede reconocer dudas o errores, o hablar de medidas
impopulares que piensa que a la larga van a traer beneficios, o de acuerdos en
los que ha tenido que ceder algo para conseguir algo. No puede porque la prensa
de signo político contrario y sus rivales le macharían, y la gente no le votaría,
así que no le queda más remedio que maquillar lo que hace y dice.
Tengo la impresión de que todo esto se
reduce a que muchos esperan que los políticos solucionen sus problemas y asumen
que son infalibles y muy rápidos, una especie de semidioses, y si muestran
debilidades, ya solo son humanos y no valen para el cargo.
Niña en aulaUn tercer culpable son profesores poco flexibles, que en vez de dejar que los alumnos se formen su propio criterio, fuerzan a que piensen como ellos, como si estuvieran en posesión de la verdad, aunque lleguen a contradecirse: estás equivocado si no piensas como yo, y como yo soy quien puntúa, más te vale que hagas lo que te digo.
Eso a mí no me parece educar, eso me parece crear gente sumisa.
No digo que a la hora de educar todo valga, porque así solo creas adultos caprichosos que se creen con derecho a todo sin cumplir ningún deber para que funcione una sociedad, pero sí ser flexible para que los alumnos cometan errores y sean capaces de enmendarlos por sí mismos, mientras se va desarrollando su propia personalidad y aprenden a respetar al resto; es decir, se están preparando para ser únicos viviendo en sociedad.
Mi opinión es que en los centros educativos hace falta mucha más inteligencia emocional y muchos menos datos a memorizar.
Y el cuarto culpable son padres demasiado controladores, que se creen que sus hijos deben pensar exactamente igual que ellos, y tener sus mismos gustos, y critican opiniones y comportamientos que no concuerdan con su idea de la vida; o padres que tienen la necesidad de mostrarse superiores intelectualmente a sus hijos, y hacen lo mismo que los políticos, pero con sus niños: retuercen y retuercen las conversaciones hasta que se salen con la suya. En ambos casos lo único que consiguen es machacar la autoestima de su hijo.
Seguimos en el siguiente artículo.La fotografía y la ilustración son de dominio público, y no hace falta atribuirlas. El libro (Mysticartdesing); la niña en la escuela (KokomoCole).

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