La llamada de lo salvaje [7]

Portada de La llamada de lo salvaje, de Jack LondonNOVELA CORTA

The Call of the Wild
(EE.UU., 1903, 140 páginas)
Jack LondonEn 1897 Jack London fue a ganarse la vida al noroeste de Canadá, atravesando Alaska, para aprovechar la fiebre del oro de Klondike. Durante el año que pasó allí no se hizo rico, pero logró material para una de sus obras más famosas, “La llamada de lo salvaje”. Publicada en 1903, primero en cuatro entregas en la revista “The Saturday Evening Post” y un mes después en forma de libro, fue un éxito inmediato que consolidó la carrera de London. En 2015 el escritor británico Robert McCrum eligió las mejores novelas escritas en inglés de la historia, y “La llamada de lo salvaje” logró el puesto 35.

            Buck es un perro mezcla de san bernardo y collie que lleva una vida holgazana en la hacienda del juez Miller, en la soleada California. Como no lee los periódicos, no sabe nada de la fiebre del oro, y también desconoce que Manuel, uno de los ayudantes del jardinero, tiene muchas deudas por el juego. Así que un día que Manuel lo ata, se va con él, hasta que descubre que el hombre lo ha vendido para tirar de trineos en Canadá. En esa inhóspita tierra, Buck aprenderá a sobrevivir en las peores condiciones.
            “La llamada de lo salvaje”, que está contada de forma realista (aunque el protagonista es un perro, no tiene el tratamiento Disney), va mejorando a medida que te adentras en la historia. La primera parte, desde que Buck es “secuestrado” y vendido, hasta que llega a Canadá, donde demuestra que es un grandísimo perro, el mejor de su manada, es la más fría y menos interesante. Aquí vemos cómo Buck va aprendiendo lo necesario para su nuevo hábitat, en escenas generalmente duras y muy breves.
A mí apenas me daba tiempo por sentir algo por el perro, y cada vez que hablaban sus primeros dueños, canadienses francófonos, me costaba una barbaridad entender qué decían (me lo leí en inglés, y esos diálogos no son nada fáciles de descifrar: “T’ree vair’ good dogs”, François told Perrault. “Dat Buck, heem pool lake hell. I tick heem queek as anyt’ing”. Todavía me estoy rascando la cabeza). Lo que más me gustó, porque sí tenía emoción, fueron la muerte de Curvy, un perro simpático que llegó al mismo tiempo que Buck, y más tarde, cuando Buck se ha hecho muy fuerte, el enfrentamiento entre él y Splitz, el perro malo de la manada.
Con sus siguientes dueños, Buck comienza a sentir la llamada de lo salvaje, teniendo visiones de un pasado primitivo, despertando en él, poco a poco, sus instintos de cazador. Aquí hay unos momentos que me gustan mucho, en los que Dave, un perro enfermo, no quiere dejar su puesto. Luego viene la parte más divertida, aunque Buck sufre mucho, cuando pasa a pertenecer a dos hombres y una mujer que no saben nada de perros o de viajar por Canadá, y no hacen más que tomar malas decisiones.
            La última parte, que es la mejor, Buck conoce al dueño que más querrá, John Thornton. London se detiene más a preparar y desarrollar los momentos, ya sientes cariño por el perro, y el autor logra mucha emoción. A medida que Buck reconoce con más y más fuerza la llamada, más se encariña de su dueño, y aquí aparecen grandes escenas, generalmente de acción, como un emocionante rescate en el río, una tensa apuesta, una persecución muy original de un alce, y un ataque de indios.
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