En mi adolescencia, en los 90, a través de libros y revistas, buscaba saber qué hacía buena a una película. No sabía que esperar eso de los críticos españoles era pedirle peras al olmo, porque analizar no analizaban absolutamente nada.
Con el tiempo me he dado cuenta de que en España existen tres corrientes de críticos (y ahora hay que añadir a los blogueros):
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Janet Leight en «Psicosis» |
1— Los muy cinéfilos. Suelen escribir libros sobre los grandes clásicos o las grandes obras maestras del cine. Te dan un montón de datos narrativamente poco importantes (cuántos cambios de vestuario tuvo Liz Taylor en «Cleopatra«, el número de planos de la escena de la ducha de «Psicosis», o que en «Ciudadano Kane» aparecen techos), no hacen más que decir que esas películas son una maravilla, pero no te dicen qué las hace tan maravillosas. Para ellos «Ciudadano Kane» es la mejor película de la historia del cine… pues porque sí, y punto. Además, parece que se han quedado anclados en el pasado, porque critican el uso actual de los primeros planos, los montajes muy picados, o la influencia de los cómics o los vídeo-juegos en el cine.
2— Los seguidores de Ángel Fernández-Santos. Fernández-Santos fue durante mucho tiempo el crítico de «El País», y se caracterizaba por tener un estilo tan sumamente farragoso, que no te enterabas de nada. En esta corriente, los críticos enmascaran la falta de análisis con un estilo pomposo, que les hace parecer que dicen cosas profundas, aunque nadie sabe realmente lo que dicen.
3— Los seguidores de Carlos Boyero. Durante muchos años Boyero fue el crítico de «El Mundo», aunque ya lleva varios escribiendo para «El País», y desde que murió Fernández-Santos en 2004, es el crítico más influyente de España. Su estilo es dar su opinión personal (influye mucho si tiene un buen o mal día), sin analizar nada, de la forma más llana posible. Y si se trata de Almodóvar, entrar en la descalificación personal y quedarse tan ancho. Los peores representantes de esta corriente, que normalmente son blogueros, son agresivos, suelen escribir aporreando el teclado y tratan como idiotas a la gente que no piensa como ellos.
Los tres estilos suelen meter en las críticas influencias de otras películas, para que veas que han visto mucho cine. En los tres también se da un alto grado de esnobismo, donde encaja a la perfección lo que decía Berlanga: «Hay obras maestras que lo son por el monumental aburrimiento que provocan». Dales una película aburrida o que no se entienda, y te dirán que es una joya (¿Alguien ha sufrido «El año pasado en Marienbad»? Pues a eso me refiero). Y para justificarlo, se pondrán a buscar complejos subtextos, que tal vez ni existan. Pero lo que es pararse a analizar por qué unas películas funcionan y otras no, nada.
Y los tres estilos olvidan que dos requisitos indispensables para que una película tenga calidad son que la trama tenga lógica (puede ser una lógica interna), y que el comportamiento de los personajes sea coherente.
Me parece que la gente que escribe así, lo hace para lucirse y demostrar lo mucho que sabe de cine y lo inteligente que es, pero que simplemente se queda en la opinión personal (y muchas veces ésta no es sincera), sin rascar un poco la superficie de la película para ver cómo funciona su engranaje.
PERIODISMO
Después de dos años nefastos en la universidad estudiando Periodismo, una profesión por la que siempre mostré el mismo interés que ser bailaor de flamenco, torero o matarife, por fin en Tercero íbamos a ver algo que me interesaba: cómo se escribían las críticas.
Cuando llegó el momento de aprender, me dijeron que en España normalmente nos la metían doblaba, porque lo que llamaban críticas eran realmente opiniones personales; y tenían razón, pero ahí se acabó lo bueno. Mis profesoras de Tercero y Cuarto se limitaban a darte una estructura de crítica, pero eran incapaces de decirte cómo se escribían. El problema es que ellas mismas no sabían escribirlas, ya que para poder hacerlo, no solo vale con una estructura, tienes que conocer el arte sobre el que escribes.
Claro que mi consejo es que si quieres evitar la Tercera Guerra Mundial, no le digas jamás a un periodista que tal vez no sabe hacer una cosa o le faltan conocimientos…
(Ésta es mi definición de periodista: una persona que no es experta en nada, pero que tiene una opinión para todo, y quieras o no, te la va a dar, y lo va a hacer sentando cátedra.)
Durante la carrera, para compensar que no sabía cómo se analizaban las películas, lo que hacía era dar mi opinión de la forma más agresiva posible, como si de alguna manera así lo que escribía tuviera alguna valía. Lo hacía porque era lo que me inculcaban mis profesores. Ahora me parece que escribir así es una forma de enmascarar la ignorancia.
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«El crepúsculo de los dioses» |
A una de mis profesoras lo de no tener ni idea le daba igual. Un día se le llenó la boca contándonos cómo le habían encargado que escribiera la crítica de una corrida de toros para un periódico. La mujer sabía de tauromaquia tanto como yo, así que fue ahí, preguntó un poco a la gente a ver qué tal, y después consultó una enciclopedia para meter vocabulario específico. Y escribió la crítica. Y según ella, estaba bien. (He de apuntar que esto fue antes de internet, donde los aficionados te pueden sacar los colores con un comentario.)
Cuando digo yo que lo que dicen los medios de comunicación hay que tomárselo con reservas es por algo.
Al contrario de lo que puedan pensar los periodistas, yo creo que un poco de humildad en la vida no viene mal. Llevo un montón de tiempo escribiendo críticas de cine y literatura, pero no me pidas que te haga una de un cuadro, o de un ballet, o de una ópera, o de una canción, que no tengo ni idea de si es buena o mala, y como mucho te diré si me gusta o no; pero esa no es la función de un crítico.
En Cuarto, cuando mi único objetivo era acabar de una vez esa pantomima que me vendían como carrera universitaria y meterme en la escuela de cine, me apunté a una optativa que me interesaba: Análisis fílmico. La profesora era una mujer embarazada que, de vez en cuando, pasaba la mano por el encerado y lamía la tiza que se le quedaba en las yemas de los dedos. Calcio comía mucho, pero de cine sabía poco. La buena señora estaba empeñada en que viéramos los mensajes ocultos de las grandes películas (y en dejarnos sin tiza). Era ridículo. El trabajo final que hice era sobre «El crepúsculo de los dioses», la obra maestra de Billy Wilder, y decía que era un venganza de los muertos sobre los vivos. Ni yo mismo me lo creía, y saqué un 5 raspado.
FALTA DE HONRADEZ
Algo que destacaría, tanto de los periodistas que escriben sobre cine (bueno, yo diría de los periodistas en general) como de los críticos, es su falta de honradez. Dejando de lado lo muchísimo que hinchan la calidad y los logros del cine español, a ver si algún incauto pica y va al cine (yo lo hice durante unos cuantos años, hasta que me dije que ni periodistas ni cineastas españoles me volvían a tomar el pelo), y un caso concreto de un profesor mío de la escuela de cine (era un crítico que escribía para una prestigiosa revista; un día, sin ruborizarse, nos contó que pondría bien a una película porque salía su hijo), un caso de hipocresía que me llamó muchísimo la atención sucedió hace 11 años.
Cuando «Hable con ella» se estrenó en España en primavera de 2002, el consenso general de la prensa era que era una película floja, que era un Almodóvar bastante menor. Cuando 11 meses después logró la proeza de estar nominada a dos Oscars muy importantes (Mejor Director y Mejor Guión Original) y se reestrenó, a la prensa española, de repente, la misma película le parecía un gran film.
A mí «Hable con ella», incluso después de ganar el Oscar a Mejor Guión Original, siempre me ha parecido floja. Que no me guste no significa que no me parezca admirable lo que logró Almodóvar con ella, porque lo es mucho.
Cuando digo que es más fácil encontrar a un político honrado que a un periodista honrado, lo digo con convicción. Y no es precisamente porque los políticos sean santos de mi devoción.
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