VIDA DE ESCRITOR: LA MENTALIDAD CORRECTA PARA TENER UNA CARRERA LITERARIA
Hace poco me acabé un libro sobre autoestima que me gustó mucho: «Bienestar, autoestima y felicidad» (1996), de Raimon Gaja. Gaja es un psicólogo especializado en terapia cognitiva, la cual estipula:
—que los pensamientos determinan nuestros estados de ánimo;
—que tras un estado de ánimo deprimido se esconde un pensamiento negativo que tiñe de negatividad la realidad;
—y que los pensamientos negativos son consecuencia de la forma distorsionada en que vemos la realidad (los dos últimos puntos se retroalimentan).
En otras palabras, es como si con nuestros pensamientos negativos nos pusiéramos unas gafas que distorsionaran la realidad, empeorándola, y solo viéramos lo negativo —e interpretáramos acontecimientos neutros como malos— que confirmaran nuestros pensamientos negativos. La solución está en reconocer los pensamientos negativos que tenemos y cambiarlos por otros más positivos y racionales; de esta manera cambia nuestra manera de ver el mundo, y cambiamos nosotros. Yo doy fe de que esta técnica funciona muy bien.
En la última parte del libro, Gaja habla de creencias contraproducentes que evitan que alcancemos la felicidad. Aquí quiero destacar una, la adicción a la justicia, que creo que puede explicar por qué mucha gente se frustra al intentar lograr una carrera literaria.
ADICCIÓN A LA JUSTICIA
Gaja explica que para la mayoría de las personas justicia significa una serie de derechos y obligaciones, individuales y colectivos, y que gracias a ella se mantiene la paz social. Hasta ahí, muy bien.
El problema viene cuando se personaliza el concepto; es decir, hay individuos que se creen con derecho a determinadas cosas, y los demás deben procurárselas. Están mezclando derechos y deseos. Gaja dice que las personas tenemos derechos a nivel público y deseos a nivel personal; de este modo tenemos derecho a la educación, a la libre expresión o a la sanidad, pero no al amor, a la salud o al dinero: «Ser correspondido en el amor, gozar de una buena salud y disponer de estabilidad económica son deseos individuales pero en ningún caso debemos confundirlos con derechos adquiridos».
Gaja destaca que la característica más notable de estas personas es que se quejan mucho y no hacen nada. Como piensan que lo que les pasa no es justo, no hacen nada para solucionarlo. Tienen unos derechos que los demás incumplen, y eso les convierte en personas rígidas y exigentes, poco proclives a la negociación: «Una de las asignaturas pendientes de este tipo de personas es comprender que los demás no siempre tienen que hacer las cosas a su gusto».
Otras características son una poca tolerancia a la frustración y al fracaso, y que esperan la reciprocidad de los demás («Si he hecho esto por ti, ahora tú tienes que hacer esto por mí»), porque la entienden como un derecho.
¿Y qué tiene que ver todo esto con una carrera literaria? Pues que hay gente que se cree con el derecho a poder vivir de la escritura, cuando realmente es un deseo.
NO TIENES NINGÚN DERECHO
Gracias sobre todo a Amazon, que decidió meterse en el mundo de la autopublicación sin cobrar al autor, y a internet, que nos permite promocionarnos sin coste alguno, para los escritores ha cambiado el modelo a seguir para lograr una carrera literaria. Si hasta hace muy poco el objetivo era ser un autor publicado, ahora el objetivo es ser un autor que gana dinero con sus libros, ya sean autoeditados o publicados por editoriales, en papel o digitales.
El modelo ha cambiado por la sencilla razón de que publicar ya no supone ningún esfuerzo. Lo que sigue siendo difícil es ganar dinero con tus libros, aunque nunca ha sido más fácil que ahora. ¿Cómo logras eso? Con la estrategia de la hormiga: a lo largo de mucho tiempo, acumulando poco a poco logros para que la gente te vaya conociendo, hasta que un día puedas vivir de la literatura, o al menos tener ingresos extra.
No deja de sorprenderme que en otras profesiones se da por supuesto que debes ir mejorando tu currículum con el tiempo, mientras que con la escritura mucha gente obvia este paso. Pues es exactamente igual. Supongo que parte de la culpa la tiene la idea generalizada de que los escritores son gente especial, tocados por un don que se tiene o no se tiene, y que les permite ver al resto de los mortales desde un pedestal, porque ellos son más inteligentes.
Es una idea muy extendida en Europa; en Estados Unidos son mucho más pragmáticos. Creo que una de sus consecuencias es que mientras en Estados Unidos, con la salvedad de la ficción literaria, la literatura está considerada una forma de entretenimiento (esto me lo contó un chico americano: «Me compro el último Nº1 de «The New York Times», al igual que voy al cine a ver el último exitazo de Hollywood»), en Europa mucha gente que lee busca una justificación intelectual, aunque se esté leyendo «Crepúsculo» o «Cincuenta sombras de Grey».
Bueno, esa idea la han perpetuado muchos escritores, profesores, críticos, periodistas e intelectuales con unos problemas de ego tremendos. Mi opinión es que un escritor escribe, y escribiendo perfecciona su arte; cualquiera que tenga ganas de escribir, sepa retrasar la gratificación, y tenga mucha tolerancia a la frustración y el fracaso, puede ser escritor. Otra cosa es que luego se vuelva un mamarracho y quiera que la gente le trate como a un divo.
(Si el problema europeo es la intelectualidad, en Estados Unidos el problema es la obsesión por el ÉXITO sin ningún tipo de esfuerzo y a toda prisa, algo, por cierto, de lo que se está contagiando Europa.)
Cuando empiezas como escritor, no tienes ningún derecho. No te conoce nadie y partes de cero. Lo primero de todo, debes emplear varios años a aprender a escribir ficción, y practicar y practicar hasta que tengas un nivel profesional. Más adelante, no puedes exigir que las editoriales te publiquen, porque no tienes derecho a ser publicado, ni que un agente te represente, ni tienes derecho a ganar un concurso; tampoco puedes exigir ganar más por ejemplar, porque no tienes ningún poder de decisión (puedes rechazar sus condiciones e intentar negociar algo, pero no imponer las tuyas, y siempre tienes la libertad de no firmar). Pero a medida que vas cosechando éxitos y logrando más lectores —recordad: estrategia de la hormiga—, más poder tienes para imponer tus condiciones.
Incluso si tiras por la vía de la autopublicación, no tienes derecho a unos lectores fieles que te mantengan, porque esos lectores debes ganártelos tú, uno a uno, con el tiempo.
El truco es estar activo, teniendo la esperanza de que dándole y dándole, y aprendiendo de los errores, algún día se te abrirán las puertas. Yo moví mi primera novela durante 3 años en treinta y tantas agencias y editoriales, y todas me rechazaron. En vez de quemarme, y andar criticando el mundo editorial a la menor oportunidad (El rincón de Carlos-el-quejica del Río), en ese tiempo acabé y autopubliqué la colección de cuentos «Vivir soñando«, escribí y autopubliqué «Atrévete a ser escritor«, monté él largometraje «Hazlo por mí», creé el curso presencial de escritura creativa de Santander y las tutorías online, escribí la mitad de mi segunda novela, que moveré por editoriales y agencias, y mantuve mi blog. «Atrévete a ser escritor» y el curso han sido un éxito; la película y la segunda novela aún no están terminadas; las tutorías van bien, pero voy a abandonarlas porque me cogen demasiado tiempo.
No lo he dicho más arriba, pero lo fundamental es que te apasione leer y escribir ficción. Sin eso, no hay nada que hacer. Y desde luego, olvídate de cosas que otros dan por sentado, como vacaciones pagadas o salario mínimo.
Volvamos a los adictos a la justicia. Han escrito un libro —aunque no sabemos si han empleado el tiempo suficiente para escribir con nivel profesional— y se creen con derecho a ser publicados. Cuando se lo rechazan editoriales y agencias, o no ganan un concurso, algo harto probable con una primera novela, se queman y empiezan a echar pestes del mundo editorial (era su derecho, ¿no?). Entonces recurren a la autoedición —algunos incluso pagan para que les impriman ejemplares—, y como es prácticamente imposible salir de tu círculo de conocidos con las imprentas de vanidad o el gran timo de la co-edición (incluso si usan Amazon, no se dan cuenta de que si nadie les conoce, por mucho que estén en Amazon, nadie les va a comprar su libro), dejan de escribir, cabreadísimos y resentidos con el mundo editorial, y envidiosos de los escritores que logran tener una carrera literaria.
Solución: estrategia de la hormiga, y reconocer que cuando empiezas no tienes derecho a nada y que tienes que ganarte todo. Si no tenéis esta mentalidad, es muy probable que en el futuro acabéis echando espumarajos por la boca cuando oigáis las palabras «carrera literaria».
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Muy buen artículo Carlos. Un saludo
¡Muchas gracias Raúl! A ver si nos vemos algún día que vengas por aquí.