
¿Recordáis a mi amigo Pedro Pablo Picazo? En
noviembre me escribió un artículo presentando su segunda novela, «
Este sueño está patrocinado«, y la actitud que hay que tener para ser escritor (nada de derrotismos). Ahora la Editorial Hiboria acaba de publicar su tercera novela, «
Leyendas de alquiler«, y Pedro Pablo nos cuenta aquí cómo fue su reescritura, un proceso fundamental que muchos aspirantes a escritor pasan por alto. Escribir es reescribir. Os dejo con él.
EL «VOLCADO»
“Leyendas de alquiler” es mi última novela en publicarse, pero no es la última que he escrito. Es el resultado de un largo camino que empezó hace más de diez años, un tiempo en el que ha ido madurando en un continuo proceso de reescritura.
La reescritura es tan importante a la hora de escribir una novela como pueda ser el montaje en el proceso cinematográfico. Es en la edición de una película donde la historia se decide y se cierra totalmente. Donde a veces se caen secuencias enteras, e incluso personajes que en el guión parecían determinantes e imprescindibles. Ante la pantalla se realizan los últimos ajustes, se toman las decisiones finales, la historia se consolida. En el proceso de desarrollo de una novela la reescritura es el momento en el que la historia acaba de tomar forma. No se puede terminar un libro si no se reescribe, se puede corregir más o menos, pero siempre es importante darle ese último toque, ese ajuste. En el caso de “Leyendas de alquiler” fue decisivo.
Lo más importante para reescribir es terminar la novela. Parece una perogrullada pero no se puede empezar a reescribir sin haberlo escrito todo. Y cuando digo esto me refiero a que hay que llegar al final del libro. Hay quien reescribe a la mitad o a falta del final. Yo creo que es un error. Eso no es reescribir, es escribir. Hay que llegar al final, siempre, aunque haya partes de la historia que no nos acaben de convencer o tengamos dudas sobre según qué aspectos o personajes. Puede ser que luego esas indecisiones se disipen al contemplar el conjunto o que el mismo proceso de escritura nos ofrezca soluciones mejores. Pero lo más importante es llegar a la conclusión porque en ese momento esa historia que estaba en nuestra cabeza empieza a estar en el papel, comienza a existir. El argumento hay que extraerlo de la mente, extirparlo, o darlo a luz si se quiere, pero es necesario contemplarlo físicamente, y hacerlo entero, para conocerlo realmente. Sólo puedes tomar las decisiones que es necesario llevar a cabo en la reescritura si lo tienes completo. Y a veces, cuando las sacas de la cabeza, las historias no son exactamente como eran cuando las imaginabas. Es como cuando ves a un famoso por la calle y dices “pues es más bajito de lo que pensaba”. Con una historia ocurre lo mismo. Nos puede parecer más grande de lo que realmente es.
Con “Leyendas” me pasó una cosa curiosa. La escribí con una estructura bastante cerrada. Tenía un final, una resolución que me convencía totalmente y con la que me sentía seguro y convencido. Sin embargo, justo cuando estaba escribiéndola, sabiendo todo lo que dejaba atrás, me di cuenta de que no podía ser, que el final tenía que ser otro. Una nueva conclusión apareció ante mí y era mejor que la que tenía pensada. De hecho se presentaba cómo la resolución lógica sólo que yo no lo sabía previamente a ese instante. Y no me habría dado cuenta de eso si no lo hubiera escrito en su totalidad, si no hubiera llegado al final sabiendo lo que ya estaba escrito. Si no hubiera tenido la historia entera ante mí.
A este primer proceso de llegar al final yo lo suelo llamar el “volcado” de la historia. Sacas de la cabeza todo que consideras preciso para tu novela, lo que piensas que vas a necesitar, y lo pones en orden. Pero a sabiendas de que todo, aún, es provisional. Eso sí, no se puede pensar en toda la historia como si fuera provisional. Hay que volcarla como si fuera a ser definitiva, como si no se fuera a tocar ni una coma, aunque aún diste mucho de poder darla por concluida.OLVIDARSE DE LA HISTORIA

Escribí “Leyendas de alquiler” durante un caluroso verano sevillano, con bastante prisa porque en septiembre me incorporaba a un trabajo y quería alcanzar el final de la historia como fuera. Logré llegar a esa última página apurando mucho y dejando atrás un montón de incoherencias y erratas que habían surgido del mismo proceso de escritura. De hecho esa nueva conclusión me forzaba a cambiar cosas, pero no regresé atrás para cambiarlas, continué, escribí la última frase y anoté en un documento todo lo que pensaba que necesitaba una revisión, lo que me generaba dudas, a continuación de eso me fui a aquel trabajo y después… me olvidé. Porque olvidar una historia es lo mejor que puedes hacer para reescribirla. ¿Cuánto se tarda en olvidar? Pues depende. Hay quien olvida rapidísimo y quien no lo hace nunca. Lo importante es llegar a ese punto en el que dejas de sentir la historia como tuya y la puedes leer como si fuera de otro. Eso sería lo ideal siempre porque ahí sí que se puede decidir con total imparcialidad. Es importante ese proceso de despegarse de la historia porque hay que salir de ella. Podríamos pensar en una historia como un castillo. Uno va poniendo piedras y lo va alzando, más lóbrego o hermoso dependiendo de nuestra historia, más grande o pequeño dependiendo de su extensión, hasta que lo concluye. Pero ese castillo siempre se construye desde dentro y, al final, el constructor se queda en su interior. Hay que hacerlo así, no lo puedes construir desde otro sitio, pero a la hora de revisar que todo esté perfecto en nuestro castillo, hay que hacerlo desde todos los ángulos posibles: dentro, fuera, abajo, arriba, cerca, lejos… y jamás podremos hacerlo bien si no podemos salir de él. Si no nos olvidamos de la historia seguiremos siempre encerrados dentro y nunca la podremos reescribir a conciencia con la distancia suficiente.
En el caso de “Leyendas de alquiler” pasaron años antes de que la reescribiera. No porque yo lo decidiera, se impusieron muchas otras cosas que me obligaron a dejarla aparcada. Y estuvo guardando el sueño de los justos el tiempo más que suficiente para que, cuando la volví a leer, no recordara nada de ella, bueno no todo pero sí que había capítulos que ignoraba cómo iban a terminar.
Una vez que hemos olvidado, ¿qué es lo primero que hay que hacer a la hora de reescribir? Leer. Sólo eso. Y leer la novela entera. No vale mirar un capítulo y empezarlo a trabajar ya. Hay que hacerlo en su totalidad para volver a conocer el libro. Nosotros pensamos que lo conocíamos, pero con la nueva perspectiva ahora puede ser otro libro completamente distinto. Y esa lectura va a ser fundamental para decidir algo primordial en la reescritura: el tono de nuestra historia. Cada historia tiene el suyo propio y tenemos que decidirlo desde el principio de la escritura, pero puede ser que ese tono leído difiera del que teníamos en mente.
Supongamos que es un libro de humor y, que en el furor de la escritura nos pareció divertido hacer chistes con cucarachas por ejemplo. Pasado el tiempo puede parecernos que ese tipo de gracias no encajan en el conjunto. O puede suceder también que alguno de los momentos de humor hiciera referencia a algo popular en el instante en el que escribimos y que, sin embargo, el tiempo lo ha puesto en su lugar sin que ya nadie lo recuerde. Ese tipo de cosas es la que nos va a determinar el tono de nuestra novela. Pensábamos que era de una determinada manera pero ahora es como vamos a saber realmente cómo es, cuando vamos a ajustarla y perfilar lo necesario para redondearla.
Para no volverse loco con la reescritura aconsejo empezarla con un plazo de tiempo límite determinado. Un concurso es una buena excusa. Te da un margen temporal y te fuerza a tomar decisiones rápido. Habrá que pensar muchas cosas y desprenderse de elementos que a lo mejor parecían cruciales al principio y que ahora se descubren como superfluos. A mí me ayuda siempre trabajar contrarreloj porque lo que hay que hacer se tiene que hacer en el instante, no se puede esperar eternamente a encontrar soluciones que a lo mejor no vienen nunca.
Está bien tener una lista de cosas por hacer como la que dejé escrita al concluir el volcado de “Leyendas”, pero no hay que hacerle mucho caso. Después de volver a leerla completa tras haberla olvidado habrá que hacer una nueva lista de cambios, y está bien cotejar la nueva con la antigua por si algo se ha pasado por alto pero si aparecen detalles a cambiar que ahora no nos parecen importantes mejor olvidarse de ellos. Aquella lista se hizo desde dentro y ahora, en teoría, estamos fuera.SIN PIEDAD
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Pedro Pablo Picazo |
En la reescritura no se puede tener piedad. Ninguna. Si vemos que un personaje sobra, o un capítulo, o una peripecia… ¡hay que exterminarla! Nada nos ata a ella. Nadie la echará de menos si no sabe que existió. No nos lo reprocharán y siempre pueden reaparecer en alguna otra historia. Si vemos que puede prescindirse de algún elemento, es que hay que hacerlo. Podemos sentir lástima en ese instante. Con el tiempo ni lo recordaremos, porque era prescindible.
Con “Leyendas” hice muchísimos cambios, tuve que pensar y ajustar muchísimas otras, tomar decisiones de caracterización de personajes, de trama, de estructura. Yo estaba convencido de que había un capítulo que seguro que iba a reescribir entero y sin embargo, apenas lo retoqué. Se trataba del capítulo 20: “Terra Ignota”. Adán y Barbados, los protagonistas del libro, llegan a un mundo extremadamente mágico y distinto. Para que se percibiera que era así cuando volqué la historia se me ocurrió contarlo del revés. Es un mundo tan diferente que los avatares se producían en orden inverso. Me gustó la idea y, además, acababa de ver por aquel entonces “
Memento” y tras ver cómo lo desarrollaban en aquella película supe cómo hacerlo en el libro. No me fue muy difícil, no recuerdo que tardara en escribirlo demasiado, pero si que me quedé con la idea de que era una salida de tono de la historia. De que era una idea para otra historia, no para esta. Sin embargo cuando lo leí me pareció que encajaba perfectamente y que de hecho el tono del libro me llevaba a hacer cosas así, a jugar continuamente. En aquel momento del volcado quizás lo hubiera eliminado, ahora sin embargo es uno de los capítulos que se destacan en las reseñas que van apareciendo. ¡Menos mal que decidí esperar!
Reescribí “Leyendas de alquiler” y la mandé a aquel concurso. No gané aunque años después supe que fui finalista. Volvió al cajón y al olvido por un tiempo. ¿Y qué hice después? Reescribirla. No, no he entrado en bucle, no me he equivocado. Volví a corregirla.
Yo sabía que la historia aún necesitaba cambios, que debía pulirla aún más, pero también sabía que no podía hacerlo solo. Sentía que en ese punto ya había hecho todo lo que podía con ella, era consciente de que necesitaba ayuda. Cuando supe de la convocatoria de Editorial Hiboria ya había conocido a Jorge Fernández Pérez, su editor, en Valladolid, durante el CYLCON. Le mandé la novela, le gustó y decidió publicarla. De hecho iba a ser el primer libro de su editorial, lo que me hizo mucha ilusión pero también significaba toda una responsabilidad. Me mandó un listado de cambios y correcciones. Como estaba totalmente de acuerdo con sus sugerencias inicié una nueva reescritura siguiendo esas pautas pero, además, con otro objetivo, uno nuevo en el que no había pensado hasta llegar a este punto: mejorar el estilo.
Cuando empiezo a corregir “Leyendas” con Hiboria ya había publicado otros dos libros y varios relatos. Sé infinitamente más de lo que sabía cuando lo redacté, e infinitamente menos de lo que sabré cuando lleve otras dos más. Al repasarlo de nuevo encontré que había muchas cosas de cómo estaba contado que no me gustaban. Muchísimas. Así que además de seguir las pautas de mi editor, que también me sirvieron para verla con otra perspectiva, realicé una profunda tarea de mejora del texto. Y esa es la versión que finalmente se ha publicado, más de diez años después de haber concluido aquel primer volcado.
Queda claro que en esto de escribir hay que perseverar siempre. Hay historias que casi salen a la primera (”Este sueño está patrocinado”, mi anterior novela, se publicó tan sólo un año después de haber escrito el volcado) pero lo que no hay que dejar de hacer nunca es conocer muy bien tu trabajo, ser consciente de su valor, confiar en él y saber hasta donde tienes que llegar. En este tiempo otros muchos proyectos se han quedado en el camino y están bien ahí donde están. Sin embargo siempre creí que detrás de “Leyendas de alquiler” había una buena historia que merecía la pena que viera la luz, tan sólo necesitaba trabajo, maduración y esfuerzo para pulirla. Y ese fue mi propósito siempre hasta que ahora por fin, ha llegado a los lectores. El camino puede ser más largo o más corto, pero nunca es fácil. Y así es este fantástico trabajo de escribir: perseverar y confiar más allá del tiempo y de ti mismo.Consigue «
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Un artículo muy interesante.
Gracias Ana por tu comentario. Se lo haré llegar Pedro Pablo.