VIDA DE ESCRITOR: LIDIANDO CON EL ESTRÉS

Portada de Atrévete a ser escritor, de Carlos del RíoHoy comienzo dándoos las gracias. Hace un año que puse a la venta «Atrévete a ser escritor«, y ha funcionado muy bien. Durante 365 días ha permanecido entre los 100 Kindles más vendidos de su categoría en el Amazon español, siendo raro que baje del 30. Y además de en España, he vendido ejemplares en los Amazons de Estados Unidos, México, Reino Unido, Brasil y Alemania. Y le ha dado un pequeño empujón a mi colección de cuentos «Vivir soñando«.
   Y algo que me hace mucha ilusión, he vendido un ejemplar en papel en una librería de Burgos, Luz y Vida, que me contactó para preguntarme cómo podía adquirirlo porque un cliente se lo había pedido. El boca a boca está funcionando.
   He echado cuentas, y con los royaltis que he ganado, que incluyen las ventas en papel y digital, y los alquileres de la tarifa plana del Kindle Unlimited, si tuviera 10 libros que se vendieran con éste, que ni mucho menos es un best-seller y que para una editorial sería poco, podría vivir exclusivamente de la escritura.
   Así que, ¡muchísimas gracias! Ya solo me quedan 9 libros para alcanzar mi sueño. 
LIDIANDO CON EL ESTRÉS
De finales de abril a mediados de junio tuve unas semanas horribles en las que me pasó un montón de cosas, y lo peor es que no podía decir «Descansa y tómate un respiro», porque se me echaba el tiempo encima.
   Tenía que seguir con el curso de escritura creativa de los jueves, lo que implicaba preparar clases y corregir cuentos; tenía que corregir cuentos de una tutoría online; tenía que empezar a preparar las clases del taller de iniciación a la escritura que daría los miércoles. Quedé con Álvaro de la Hoz para hablar de las clases del taller de montaje que estaba a punto de empezar, que daría los martes. Me agobiaba al pensar en las cuatro semanas en las que coincidirían los tres talleres: de martes a jueves dando clases, sin tiempo para preparar lecciones entre medias.

Se me acercaba el viaje a Barcelona para el congreso de «Objetivo Bienestar«, y no había preparado nada. Un amigo me mandó el guión de un largometraje para que le diera mi opinión. Tenía que seguir con el blog.

   Me estaba probando lentillas por primera vez en mi vida, y entre los malentendidos y la falta de comunicación, tuve que ir a la óptica un montón de veces (un éxito: la gente me veía más joven y menos serio. No me vuelvo a poner gafas ni por todo lo que hay: viejo espero llegar a serlo mucho, pero serio jamás).

 

   Se me murió una perra que tenía quince años (la tuvimos que llevar al veterinario a que le dieran la inyección). Un cáncer fulminante acabó con un tío mío (en cinco semanas el pronóstico pasó de «A ver si se puede curar» a «Le quedan días de vida»). El funeral, que era en un pueblo a una hora de distancia de Santander, fue el mismo día que empezaban las clases de los miércoles.
   Y para rematar la faena, en pleno frenesí de cursos y talleres, un conserje me echó la bronca porque si yo acababa mis clases a la hora señalada, él tenía que salir cinco minutos más tarde.
   ¿Cuál fue el secreto para que no me acurrucara y me pusiera a llorar en una esquina hasta que pasara todo? Pues que lo fui afrontando momento a momento. Sabía que tenía varios frentes abiertos, algunos de ellos imprevistos y muy dolorosos, y que tenía que sacar adelante varias cosas. No podía llegar a clase y decir que no había preparado nada o corregido los cuentos, por ejemplo. Y a Barcelona debía llevar al menos ropa.
   En el fondo de la mente tenía todo lo que debía hacer, y poco a poco fui haciendo frente a los acontecimientos, muchas veces improvisando y decidiendo sobre la marcha cuál era el más importante en ese instante. Cuando cerraba un conflicto, suspiraba aliviado, y me ponía con otro.
   Por fin me fui a Barcelona, deliberadamente sin un portátil y con el móvil apagado, y cada vez que la mente se me iba a mi regreso a Santander, donde me esperaba un montón de trabajo, me forzaba a centrarme en el presente para disfrutar del congreso y de mis mini-vacaciones. Total, allí no podía hacer nada para adelantar trabajo, así que, ¿para qué sufrir? (Por cierto, en Barcelona improvisé todo el rato, y cómo disfruté).
   Fueron unas semanas sumamente estresantes, pero aprendí dos lecciones:
            1— Si el conjunto es malo, no te centres en él, porque te paralizará. Divídelo en partes más pequeñas, y vas afrontando una a una, momento a momento. Así sales adelante.
            2— Improvisar es maravilloso para moverse por la vida. Hasta ahora solo lo aplicaba a cuando escribía novelas y cuentos, pero también funciona en la vida real. Ten un objetivo claro al que quieras llegar, prepara lo indispensable, sé tú mismo, pide ayuda cuando la necesites, pide perdón si cometes algún error, y déjate llevar disfrutando del camino. De alguna manera llegarás a la meta.
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