12 [8]

Cartel original de 1212

(Rusia, Chechenia, 2007, 159 min)
Dirección:
Nikita Mikhalkov
Guión:
Nikita Mikhalkov
Aleksandr Novototsky
Vladimir Moiseyenko
Intérpretes:
Nikita Mikhalkov
Sergei Makovetsky
Sergey Garmash

Tal vez el principal problema que tenga Nikita Mikhalkov (y lo que más fácil se lo pone a los críticos para ningunear esta notable película) sea su amistad personal con Vladimir Putin y que el impertérrito presidente ruso reconociera que “12” lo emocionó. Con tachar al film de pro-Putin, los críticos lo despachaban y eran incapaces de ver los aciertos de la película (afortunadamente en Venecia y en Hollywood si supieron verlos, y el film estuvo en la selección oficial del último festival y fue candidato al Oscar de Película de Habla no Inglesa).
   La película está basada en la obra de teatro de Reginald Rose “12 hombres sin piedad” y en el film homónimo de Sidney Lumet, donde se relata las deliberaciones de un jurado acerca de la culpabilidad o inocencia de un chico acusado de matar a su padre. Mikhalkov ha trasladado la acción a la Rusia actual y el acusado es un muchacho checheno de 18 años, sospechoso de matar a su padrastro ruso.
   Al hacer este traslado, el director retrata la situación de su país mediante los 12 puntos de vista que aporta el jurado. Durante las más de dos horas y media de metraje, Mikhalkov habla de racismo, de nacionalismo, de corrupción urbanística, del conflicto checheno, de la procrastinación (curiosamente dicen de este defecto que es muy ruso. ¡Qué poco conocen a los españoles!), de la necesidad de una justicia menos fría o de que no todo es lo que parece en un principio. Ah, y mi favorito, de los estúpidos que son los medios de comunicación.
   Lo que más se ha criticado es el tratamiento del conflicto checheno y la historia del cementerio, diciendo que el film es demasiado pro-ruso y que ensalza la endémica corrupción rusa. ¡Pues qué bien parada sale Rusia frente a Chechenia! Lo que se muestra es una Chechenia infernal donde llueven balas por doquier y que los padres chechenos del chico fueron asesinados por los rusos. Como contrapartida, es un ruso el que acoge al chico huérfano y es otro ruso el que quiere ayudarlo al final del film.
   En cuanto al cementerio, es una historia muy ambigua en la que un acto deplorable, al final, se convierte en algo positivo. Mikhalkov no juzga, muestra. Las cosas no son blancas o negras, sino que todo tiene tonalidades grises.
   Dejemos aparte el fondo, que es lo único que saben ver (y a veces ni eso) los críticos, y pasemos a la forma, que hace que este largísimo film no resulte aburrido.
Nikita Mikhalkov en 12
En el centro, Nikita Mikhalkov

La película entrelaza escenas del jurado deliberando en un gimnasio (la parte más larga con diferencia) con flashbacks del muchacho en Chechenia y planos del chico en una celda, lo que permite ir conociendo al acusado al tiempo que salir del escenario único, dando más variedad al film. La transición que hay cuando se va la luz es simplemente genial.

   Los miembros del jurado se van presentando poco a poco y al final es muy fácil reconocerlos, gracias a una elección de reparto muy acertada (físicamente todos los actores son muy diferentes y es muy sencillo identificarlos) y a que cada uno tiene su momento de protagonismo. Y hay que ver qué buenos son todos los actores.
   A lo largo de las deliberaciones, entre reflexiones conjuntas y momentos estelares hay recreaciones (el asesinato de la familia del productor de televisión, la huída del chico tras el crimen…) que, al igual que los flashbacks, añaden variedad a la acción.
   Al estar reunidos en un gimnasio de colegio, los actores pueden hacer más acciones y tener más movilidad que si estuviesen en la sala de un juzgado. Mikhalkov, al igual que Mankiewicz metía marionetas en “La huella” para sacar el máximo provecho a un espacio y reparto reducido, introduce objetos que animan la historia. Sirvan de ejemplo el piano, el balón medicinal, el cuchillo, el pájaro, la tubería o los maletines que en algún momento de la historia cobran protagonismo.
   También es destacable lo mucho que se mueven los actores. Lo que a priori podía ser una película de 12 hombres sentados soltando parrafadas (algo parecido a “Leones por corderos”), gracias a la puesta en escena de Mikhalkov se convierte en algo muy dinámico. Los actores no hacen más que levantarse y dar paseos; incluso cuando están sentados, están realizando alguna acción. Y cuando toca el momento protagónico de cada actor, la planificación y la puesta en escena son distintas en cada una de las escenas. Y hay que ver lo bien que funcionan todas.
   A su favor también cuenta el humor que recorre todo el metraje y que funciona como contrapunto de las escenas más dramáticas. Y hablando de escenas, hay dos magníficas por lo emocionantes que son: la del niño bailando y el montaje paralelo del final.
   La película tiene sus defectos, como es que algunos de los jurados cambian de opinión de forma algo caprichosa, que se nota que algunas de las pruebas aparecen “justo en el momento apropiado” por que le interesa al director y que el último giro de la película es malo no por ser pro-Putin, sino por ser demasiado peliculero. Con todo, es una de las mejores películas que he visto este año.
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