Abraham Lincoln: Cazador de vampiros [3]
(EE.UU., 2012, 105 min)
Dirección:
Timur Bekmambetov
Guión:
Seth Grahame-Smith
Intérpretes:
Benjamin Walker
Dominic Cooper
Rufus Sewell
Mary Elizabeth Winstead
Anthony Mackie
Actualmente existe una moda en el mundo editorial, que a mí no me atrae mucho, que consiste en coger un clásico de la literatura y arrojarle unos monstruitos a la trama. El autor que dio la campana fue Seth Grahame-Smith con “Orgullo y prejuicio y zombis” (2009), y entonces vinieron una serie de escritores que lo imitaron para subirse al carro. Ese mismo autor le dio un giro al subgénero cogiendo una figura histórica y arrojándole unos monstruitos a su biografía, que es lo que hizo en “Abraham Lincoln, cazador de vampiros” (2010). Tim Burton y Timur Bekmambetov se unieron para adquirir los derechos del libro para que Bekmambetov dirigiera la versión cinematográfica, lo que a priori parecía una elección muy acertada. Pero por muy buena voluntad que le puse cuando me metí en el cine, lo único que puedo decir de “Abraham Lincoln: Cazador de vampiros” es que es un desastre.
Abraham Lincoln (Benjamin Walker), al final de su carrera, rememora su vida, cómo desde niño decidió luchar para acabar con la esclavitud en los Estados Unidos, y un poco más tarde, con los vampiros. Al tiempo que Lincoln conocía a su futura esposa, Mary Todd (Mary Elizabeth Winstead), e iba ganando poder político, gracias a la ayuda de un extraño (Dominic Cooper), se volvió un formidable cazavampiros.
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Benjamin Walker |
“Abraham Lincoln” visualmente es muy buena, porque tiene un diseño de producción y una fotografía excelentes, y las escenas de acción lucen el sello personal de Bekmambetov: muy espectaculares, muy pasadas de rosca, y muy imaginativas (a mí la que más me gusta es la de los caballos). Pero tiene un guión nefasto y un gravísimo problema de tono.
Lo que hace que esta película sea un desastre es que Bekmambetov se la toma muy en serio; y a mí me parece que con este material lo primero que deberías desechar sería la seriedad. Y es que de repente ves a Abraham Lincoln dando hachazos a diestro y siniestro, con ese estilo tan retorcido y ampuloso de Bekmambetov, y después lo ves dando discursos como si estuviera en el “Lincoln” de Steven Spielberg, y no funciona en absoluto: constantemente parece que estás viendo dos películas que no tienen nada que ver entre sí.
Como idea no está mal, que Lincoln acabase con la esclavitud y, sin que nadie lo supiera, con los vampiros en Estados Unidos (y que la Batalla de Gettysburg fuera decisiva para ambas lacras), y supongo que en la novela funcione, pero aquí no. Además, los personajes no tienen ninguna entidad, y cuando pasan a las partes históricas, la película es un grandísimo PEÑAZO. Tampoco funciona que la narración abarque varias décadas, porque no tiene sentido que el supervillano (Rufus Sewell) espere tantísimo a atacar a Lincoln, y encima lo haga cuando ya es presidente; y al estirar tanto la trama, a media película tienen que crearse otro villano para que el resto tenga un antagonista, cuando Rufus Sewell podía ser sin ningún problema el único villano de toda la película.
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