Books of Blood: Volume III [7]
Books of Blood: Volume III
(Reino Unido, 1984, 182 páginas)
Clive Barker
«Book of Blood: Volume III» fue el tercer libro de la carrera de Clive Baker, y como los dos anteriores, es una colección de cuentos de terror. Aunque los publicó el mismo año, 1984, aquí Baker había mejorado un poco, y ya daba muestras de la portentosa imaginación que tiene. En España todos los relatos de este volumen se encuentran en «Libros de sangre. Vol. 2».
«Hijo del celuloide» («Son of Celluloid») trata de un cine encantado. Al comenzar parece que va a ser un cuento de gángsters (está narrado en tercera persona, pero con la voz de un hard-boiled), y de repente el protagonista, un asesino fugado de la cárcel, muere en la falsa pared de un cine, por lo que nadie descubre su cadáver. Como el hombre tenía cáncer, su cáncer se fusiona con la energía creada durante decenios por los espectadores, y crean fantasmas muy cinematográficos (cuando lo cuenta Baker, tiene sentido).
El cuento en sí se desarrolla en una noche, cuando solo quedan dos espectadores y dos empleados, y el cine se llena de fantasmas. En general los momentos de terror son muy buenos, pero tiene cosas ridículas, como que un acomodador se meta en el baño y vea la calle de un western y se piense que es un escenario que alguien ha montado. El clímax, que es una pelea con el cáncer, también es ridículo, y lo que viene después, en Seattle, ya es demencial.
«Rex Cabezacruda» («Rex Rawhead») trata de un monstruo antiquísimo al que desentierran sin querer en un pueblo inglés, y éste siembra muerte y destrucción a su paso. El cuento está lleno de momentos de terror geniales, en los que Barker te prepara una situación, te la estira, y el resultado es espeluznante. Lo más endeble es el comportamiento de un padre de familia londinense: al principio odia el pueblo y quiere irse a la capital, pero cuando sabe que hay un maníaco suelto, quiere quedarse, y además se lleva a su familia de paseo. Resulta que ese padre tiene la clave para vencer al monstruo, pero es muy torpe cómo Barker lo mete en la historia. Eso sí, la resolución del cuento es muy ingeniosa.
«Confesiones del sudario (de un pornógrafo)» («Confessions of a (Pornographer’s) Shroud») es muy imaginativo, pero tiene una trama un poco demencial. El protagonista es un contable que un día descubre que trabaja para un pornógrafo. El pornógrafo, sin venir a cuento, hace que para la opinión pública parezca el contable el pornógrafo, y así lo humilla. La solución era tan sencilla como que el contable dijera que él era un simple contable, y que todo el imperio del porno era del otro; pero en vez de eso, decide ir matando a gente. Como el pornógrafo es muy listo, antes de que lo mate, lo mata él. Y entonces el contable posee su sudario, y va en busca del pornógrafo.
Toda la parte central está muy bien, y el clímax es muy imaginativo, pero poco antes de llegar, Barker escribe una escena que no tiene ni pies ni cabeza, y es simplemente algo muy gratuito para meter sexo y violencia: el guardaespaldas y la mujer del pornógrafo están follando a pocos metros de éste.
«Cabezas de turco» («Scape-Goats») es el peor de todos. Trata de un par de parejas que acaban con su barco en una isla que no aparece en los mapas. El mayor fallo que tiene es que Barker quiere ir subiendo la tensión sin que apenas pase nada, y el lector no tenga ni idea de qué oculta la isla, y el resultado es muy aburrido. La parte final, donde ya sabes qué está pasando, y Barker crea situaciones muy imaginativas, está bien, pero no compensa los dos primeros tercios.
«Restos humanos» («Humans Remains») es el mejor de la colección, y es un cuento muy redondo. Trata de un chapero guapísimo que un día va al piso de un hombre de mediana edad, y cuando se va a poner a trabajar, un ruido extraño le llama la atención. El cliente dice que no es nada, y sale del cuarto. Cuando el chapero lo encuentra, el hombre tiene la cara llena de sangre. Y cuando va al baño, descubre algo sospechoso en la bañera… Aparte de lo bien que está la trama, el cuento destaca por cómo se esmera Baker en dibujar a su protagonista (el chico es muy guapo, pero se está haciendo mayor y quiere retirarse antes de que ya no lo sea), y por la gran idea que es el monstruo de este cuento, quien al final resulta ser más humano que el chapero.
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