Nuovo Cinema Paradiso
(Italia, Francia, 1988, 124 minutos)
Dirección y guión:
Guiseppe Tornatore
Intérpretes:
Marco Leonardi
Salvatore Cascio
Jacques Perrin
Philippe Noriet
Agnese Nano
Enzo Cannavale
Leopoldo Trieste
Antonella Attili
Curiosamente, «Cinema Paradiso» comenzó siendo un fracaso. Cuando se estrenó en Italia a finales de 1988, en una versión de 155 minutos, pinchó en taquilla. Entonces le quitaron media hora, ganó el Gran Premio del Jurado en Cannes, y volvió a los cines italianos. Esa versión fue un éxito en el mercado internacional, y acabó ganando el Oscar, el Bafta y el Globo de Oro a Mejor Película Extranjera. En España se estrenó en diciembre de 1989, y ahora para celebrar su 25º aniversario, ha vuelto a los cines.
En un pueblecito italiano durante la posguerra, al niño Totó (Salvatore Cascio) le encantan las películas, y siempre que puede se cuela en la cabina de proyección del cine de su pueblo, el «Cinema Paradiso». Tras unos rifirrafes con su madre y el proyeccionista Alfredo (Philippe Noriet), Totó logra hacerse amigo de éste y ser su ayudante, aunque Alfredo no quiere que Totó sea un fracasado como él, y acabe siendo un simple proyeccionista.
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Philippe Noriet y Salvatore Cascio |
«Cinema Paradiso», que por primera vez vi de adolescente, es la película que provocó que haya seguido más o menos regularmente la carrera de Guiseppe Tornatore, aunque el director no haya vuelto a lograr ni de lejos lo que logró aquí. «Cinema Paradiso» es una película tierna, nostálgica, y divertida, y si le encuentro algún fallo (aparte del terrible doblaje del niño, que lo único que hace es sacarte del film) es la dirección de Tornatore, que para mí está un poquito pasada de rosca, y todo es un poco exagerado, desde los actores hasta la música de Morricone y el desarrollo de las situaciones. Pero dejando de lado que Tornatore podía haber contado esta historia con más sutileza, lo que cuenta es muy bonito, y la relación entre Alfredo y Totó es preciosa.
La mayor parte del film son recuerdos de Totó de adulto, cuando le han dicho que Alfredo ha muerto. La relación comienza cuando es un niño enamorado del cine (y de los trozos de celuloide), que convence a Alfredo, tras ayudarle en un examen para adultos, para que le deje ser su ayudante. Totó se hace adolescente, y ahora además de al cine, ama a una chica que le trae de cabeza. Y durante ese tiempo Alfredo funciona un poco como el padre que perdió en la guerra: el adulto quiere que el chico salga del pueblo y no vuelva, para que no acabe siendo un fracasado como él y saque todo su potencial.
Estas dos partes están aderezadas con anécdotas divertidísimas de las proyecciones en el cine. No solo ves cómo cambia el cine (desde la censura del cura hasta las películas con Brigitte Bardot; y del celuloide inflamable a las películas sin ese componente), sino que Tornatore te muestra el comportamiento de los espectadores, y en algunos casos, la evolución de algún personaje que ya tienes identificado. Tornatore es muy exagerado, pero normalmente el humor aguanta mejor la exageración, y aquí logra que te rías varias veces.
En la última parte, la más nostálgica, un Totó adulto regresa al pueblo para el funeral de Alfredo, y descubre que van a derribar el cine, porque los tiempos han cambiado. Curiosamente en esta parte, Tornatore es demasiado sutil para decir que Totó de adulto es un director de cine de éxito (de pasada alguien le felicita por una película, y Totó se mete en una sala de proyección), y entonces descubres que Alfredo tuvo razón al echarle del pueblo. El montaje final con los descartes es genial, no solo por lo cinéfilo que es, sino por todo lo que significa, y los títulos de créditos no dejan un ojo seco en la sala.
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