La odisea de crear «La Hermandad de los Dragones», por Mar Hernández

La Hermandad de los Dragones, de Mar Hernández

Hoy tengo de invitada a Mar Hernández, una ilustradora y artista 2D y conceptual de videojuegos con veinte años de experiencia que acaba de publicar en Amazon su primera novela: La Hermandad de los Dragones I. La Noche del Silencio.

La Noche del Silencio es la primera parte de una saga de fantasía juvenil en la que los caminos de tres personas muy dispares se cruzan: el fanfarrón mago Ashton Graykon, amo y señor de Dracodomun; su ayudante Theo, un inteligente y refinado adolescente; y Kahli, una joven bruja que viaja durante la noche más oscura y larga del año con un ejército de la Hermandad dispuesto a hacerse con el poder de Dracodomun.

Ellos tendrán que enfrentarse a sus propios secretos y miedos si quieren ver un nuevo amanecer, porque si Ashton Graykon no sobrevive a la Noche del Silencio, tampoco lo hará el resto del mundo.

Poco antes de la publicación de esta novela, un cuento de fantasía de Mar, “La reliquia del titán”, apareció en la antología Insólitas, publicada por LES Editorial.

Podéis visitar las páginas web de Mar Hernández, https://www.artstation.com/hitsys y https://mmarhernandez.com, y seguirla en Facebook y Twitter.

En este artículo nos cuenta todo lo que hizo y aprendió hasta lograr que su saga viera la luz. ¿Lo más importante? Que no abandonó.

Os dejo con ella.

Comenzar tu carrera con una saga de fantasía juvenil

Esto no tenía que haber sido una saga… sino un libro de aventuras, unas cien mil palabras y listo. Pero eso lo digo ahora que he aprendido mucho. Cuando empecé a escribir utilicé la misma técnica que llevaba usando toda la vida: la de la veleta al viento.  Os hacéis una idea, ¿no?

Empecé a escribir esta historia por culpa de un sueño. Vale, ya sé que no es muy original, pero tuve un sueño tan intenso que podía notar hasta los olores. La escena que vi se me quedó incrustada en el cráneo como si alguien me hubiera clavado un cuchillo en la frente. Así que tuve que sentarme a vomitar en el portátil todo lo que me daba vueltas en la lavadora, con el programa de centrifugado a las máximas revoluciones, que tengo por cerebro.

La escena era una tontería:

Una chica con rasgos raros y un hombre quedaban atrapados en un lugar peligroso. Ella tenía una misión un poco turbia y él estaba al tanto. Eran enemigos, definitivamente, sin embargo, debían colaborar para salir de allí con vida.

El argumento es más simple que el mecanismo de un botijo y perfecto para alguien sin experiencia como yo. Y si hubiera tenido dos dedos de frente y hubiera seguido ese camino, ahora quizás tendría un libro acabado y quizás le hubiera interesado a alguna editorial. O no.

La técnica de la veleta al viento implica no quedarte con lo primero que se te ocurre, darle la vuelta a las cosas y probar miles de ideas sin importar las consecuencias. Todo muy lógico… como el día que me levanté convencida de que tenía que introducir otro personaje más porque el rollo de los dos protagonistas solos me parecía aburrido. Así que pensé en un chico, una especie de escudero, ayudante o aprendiz del hombre protagonista y que sirviera como apoyo para este personaje.

No me di cuenta de cómo lo había liado todo hasta que fue demasiado tarde.

La veleta, o la lavadora, volvió a girar y el personaje secundario e insignificante se me plantó con los brazos en jarras exigiendo un papel protagonista. “¿Pero cómo va a haber tres protagonistas?”, le pregunté. Y él me respondió: “Pues en Canción de Hielo y Fuego, que te has leído aun a riesgo de perder la vista, son ciento y la madre, así que esa excusa no me sirve”.

Y no supe qué contestarle, además, era un personaje muy mono y me gustan las cosas cuquis. Y así es como la historia tuvo tres protagonistas, tres puntos de vista y empezó a llamarse Ash, Theo y Kahli, porque no se me ocurría una manera mejor de nombrar a los archivos de Word.

Portada de La Hermandad de los Dragones, de Mar Hernández. Fantasía juvenil

El nombre de los protagonistas

El nombre de Ash es una mala influencia. Hace tiempo me leí Aquerón, de Sherrilyn Kenyon, y uno de sus personajes se llamaba Ash, así que decidí adoptarlo para uno de mis protagonistas. Aunque Ash, en realidad, es Ashton porque necesitaba un nombre un poco más elaborado para este mago egocéntrico.

Escogí el nombre de Theo porque me gusta como suena en inglés (algo así como ceo o cio) y porque me parece muy dulce y que encaja mucho con la personalidad de este adolescente.

Y Kahli viene de la diosa Kali de la cultura hindú. Es la diosa de la destrucción y era un nombre que encajaba muy bien con este personaje de la misma edad que Theo.

La historia crece y crece

Tenía un argumento que se desmoronaba por momentos ahora que había tres protagonistas, pero como yo solo quería escribir, me senté y aporreé el teclado como si no hubiera un mañana. Estaba convencida de que la historia iría apareciendo conforme avanzara en la trama, hasta que empecé a encontrarme con los temibles bloqueos escritoriles.

Entonces revisaba lo que había escrito y para encajar las cosas, tuve que añadir más detalles al mundo, a la trama general, a las subtramas y a los propios personajes.

No es que me costara, al contrario, me encantaba imaginar cosas del mundo de Terra Regia y Acira, el continente al otro lado del océano. Me fascinaba tanto que dibujé un mapa. Ese mapa me ayudó a organizar un poco la trama de la historia porque lo llené de apuntes, de indicaciones, de hacia dónde debían ir los personajes y qué ocurriría, más o menos, en cada zona.

Seguía planteándome la escritura como un hobbie hasta que me harté de los bloqueos, de saltar de una historia a otra sin avanzar en ninguna y de acumular cadáveres de ideas potenciales en mi disco duro. Me dije que tenía que acabar cosas de una vez porque no me sentía muy satisfecha con lo que había conseguido hasta ese momento: diez historias empezadas y ninguna terminada.

Me propuse un desafío: a ver si eres capaz de acabar esta historia.

Si iba a tomarme en serio la escritura debería infórmame mucho más, así que empecé a leer todo lo que podía sobre el arte de escribir y me di cuenta de que sabía mucho menos de lo que creía.

Hice algún cursillo de escritura creativa online. Aprendí algunos truquillos, pero la experiencia que más me ayudó fue un grupo de asesoría que montó Gabriella Campbell en noviembre del 2016. Además de conocer a una persona maravillosa, aprendí lo que significa ser una escritora del siglo XXI.

Por primera vez en mi vida hice una escaleta y fue cuando me di cuenta del monstruo de siete cabezas en el que se había convertido la trama. Pero como soy muy cabezota, en lugar de dejarla aparcada y buscar algo más manejable para una escritora novel, seguí adelante con todo.

El worldbuilding lo tenía bastante claro a esas alturas, aunque no es un trabajo que esté acabado. El mundo es un lugar vivo, orgánico y cada día añado algún detalle más que hace todo más interesante. Nada en Terra Regia está por estar, todo tiene su razón de ser y su lógica. Cada vez que añado un detalle nuevo aparece una nueva cabeza en la trama, un relato interesante que me gustaría escribir…

Ash, de La Hermandad de los Dragones, fantasía juvenil de Mar Hernández

Ash

Crear a los personajes

Lo más difícil fue crear la versión final de los personajes. Quería que fueran creíbles, que tuvieran luces, sombras y un abanico de grises que los convirtieran en personas reales. También debían tener cierta química entre ellos o sería todo muy aburrido. Para esta parte me ayudó mucho mi amigo José Ferreira. Él también escribe y desde que nos conocimos, hace dieciocho años, compartimos la pasión por contar historias (a ver si veo alguna de las suyas publicada pronto).

Para que os hagáis una idea de lo que costó crear a cada uno de los protagonistas, os diré que el pasado de Ash da para escribir una precuela. Es un mago, pero no quería uno tipo Gandalf. Yo quería algo más irreverente y que nadie esperara.

Theo fue el más complicado porque detrás de su aspecto y actitud refinada, hay mucho más. Es un personaje que parece sencillo, aunque es inteligente y con un nivel cultural bastante alto dentro de ese mundo de fantasía.

Con Kahli tuve problemas de tono. Su parte era demasiado oscura y dramática y no funcionaba con la ambientación general de la historia, así que tuve que darle muchas vueltas hasta que conseguí encajar su carácter y su actitud en la trama de la saga.

Tuve que pensar en todo el elenco de secundarios que los acompaña. Aunque solamente se les nombre de pasada, hay una historia pensada detrás de cada uno.

Un mamotreto de 150.000 palabras

A finales de 2017 me encontré con unas ciento cincuenta mil palabras y decidí dividir el texto en libros más manejables porque me había leído El temor de un hombre sabio, de Patrick Rothfuss, y me pareció excesivo. No quería que mis lectores se dislocaran una muñeca por el peso del libro.

Con tres libros bajo el brazo mi pareja me dio el empujoncito que me faltaba: mandar mi manuscrito a editoriales. No esperaba ninguna respuesta porque era una escritora novel y encima con una saga de fantasía. Tenía todas las papeletas para que me dijeran que no. Pero me respondieron de una editorial grande. Querían leer el primer manuscrito y me faltó tiempo para enviárselo.

Después de un mes de espera me dijeron que les gustaba y que querían leerse el siguiente y el siguiente… y después de un intercambio de emails que duró seis meses, me dijeron que cuando tuviera acabada la saga que volviera a enviarla y ya verían si la publicaban o no.

Recuerdo mi frustración y que corrí a contar mis problemas al grupo de El escritor emprendedor de Facebook. No sabía qué hacer. La comunidad se volcó en darme consejos y apoyarme para seguir adelante, pero como siempre, Gabriella apareció para rescatarme. Me asesoró sobre lo que ella creía que debía hacer y yo seguí sus consejos.

Decidí autopublicarme porque no podía tirar a la basura todo el tiempo, el esfuerzo, la ilusión y las ganas de compartir con el resto del mundo la saga de La Hermandad de los Dragones. De nuevo tuve que ponerme en modo estudiante para saber qué era eso de la autopublicación.

Theo, de La Hermandad de los Dragones, de Mar Hernández. Fantasía juvenil

Theo

El camino de la autopublicación

Estaba aterrorizada ante la idea. Os podéis imaginar las revoluciones de mi centrifugado mental con todas las preguntas, los miedos y las inseguridades dando vueltas sin parar.

Tracé un plan. Primero necesitaba lectores cero que opinaran sobre mi manuscrito. Había días que pensaba que era una auténtica basura y otros en los que me decía que no estaba tan mal. Pero claro, necesitaba otros ojos que valoraran el texto. Todos los comentarios fueron muy positivos y ayudaron a mi salud mental.

Después me leí 70 trucos para sacarle brillo a tu novela de Gabriella, una herramienta imprescindible para cualquier escritor. Conseguí corregir algunas cosas, pero otras eran demasiado complicadas para mí. Y me di cuenta de que mi libro todavía no tenía la calidad necesaria para que se publicara.

No tuve más remedio que hacer malabarismos con mi presupuesto y contratar a una correctora profesional: Silvia Barbeito. No hay palabras suficientes para darle las gracias por haber convertido mi manuscrito en un libro de aspecto profesional.

Ahora tocaba maquetarlo, que es el equivalente a una tortura mental si usas el Word como hice yo. Después de eso juré que para el segundo libro aprendería InDesign.

Y por último quedaba el tema de la portada. Aquí tenía ventaja porque siendo ilustradora hice lo que quise. Bueno, me líe la manta a la cabeza y también dibujé algunas ilustraciones interiores en blanco y negro.

Luego había que subirlo todo a Amazon. Fue fácil y complicado al mismo tiempo. Si no estáis familiarizados con el tema, lo mejor es buscar tutoriales.

Y en diciembre de 2018 publiqué el primer libro de la saga: La Hermandad de los Dragones I. La Noche del Silencio.

Publicaré La Hermandad de los Dragones II. Las entrañas de Dracodomun a principios del 2019 junto con alguna sorpresita más.

Kahli, de La Hermandad de los Dragones, de Mar Hernández, fantasía juvenil

Kahli

Lecciones aprendidas

Se dice que la profesión de escritora es muy solitaria, pero no es cierto. Hay mucha gente dispuesta a ayudar y gracias a ellos he conseguido publicar mi primer libro.

He aprendido a confiar en mí misma y darle una patada de cola de dragón al síndrome de la impostora que se me había subido a la chepa demasiadas veces durante este proceso.

He dejado atrás el miedo a no hacer las cosas bien, a equivocarme, porque meter la pata es parte del aprendizaje.

No me da miedo enfrentarme a cosas que no sé. Internet está lleno de sabiduría, quien no lo aprovecha es porque no quiere.

He aprendido que mi arte y mi escritura tienen una relación muy estrecha. No puedo dibujar sin escribir y no puedo escribir sin dibujar. Es parte de mi espíritu creativo.

Y sobre todo, he desechado la técnica de la veleta al viento.

¿Repetiría todo sabiendo lo que sé hoy en día? Quizás plantearía las cosas de una forma más ordenada y coherente, pero no cambiara nada de la trama de la historia porque me encanta.

¿Y ahora qué?

La Hermandad de los Dragones está sirviendo de base para el nuevo videojuego que está desarrollando mi equipo. La aventura ocurre doscientos años después de los libros. Estad atentos a las redes sociales.

Y estoy preparando ya la publicación de La Hermandad de los Dragones II. Las entrañas de Dracodomun y terminando los detalles para dar por finalizado el tercer libro. Espero que pueda pasar a la fase de corrección muy pronto.

Y para el resto del año tengo planeado acabar con la escritura de la saga. Es una de mis resoluciones de año nuevo, así que estoy muy emocionada.

Muchas gracias a todos los que habéis llegado hasta el final. Espero que os hayáis divertido. Y ya sabéis cómo no hay que hacer las cosas.

Nos vemos por las redes sociales.

 

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