Deeply Odd [6]
Tras dejar la mansión Roseland en compañía de la misteriosa Annamaria, Odd Thomas ha alquilado una casita en un pueblo costero a 200 millas de Pico Mundo. Un día que va a hacer unas compras, su magnetismo psíquico le hace seguir a un enorme camión hasta un centro comercial. Cuando el camionero abandona el vehículo, Odd se acerca a investigar con tan poco cuidado que es pillado infraganti, pero al tocarle el conductor Odd ve una terrible escena en el futuro: el camionero va a quemar vivos a tres niños en el escenario de un teatro.
“Deeply Odd” comienza muy bien, con esa amenaza del camionero. A continuación el conductor intenta matar a Odd en una escena en un supermercado que tiene mucha gracia por la habilidad del protagonista de arrojar frutas, y luego Odd roba un coche (de un robo) y sigue al camión, hasta que acaba en el fondo de un barranco.
Cuando Odd vuelve a la carretera, hay una enorme casualidad que ayuda demasiado al personaje a lo largo de toda la novela: aparece una limosina conducida por la anciana Edie Fischer, quien busca un chófer. Más adelante Koontz, cuando ya sabes lo peculiar que es la anciana y los muchos secretos que oculta, lo intenta justificar diciendo que Fischer había soñado con un chico como Odd, y que al verlo supo que era él. La anciana es un personaje secundario muy típico de Koontz, rarísimo y con mucho encanto, lo que da lugar a diálogos muy largos y divertidos, pero el recurso de venir a ayudar a Odd cuando más lo necesitaba es demasiado fácil y parecido a lo que hacía otra mujer, Birdie, en la cuarta parte, “Odd Hours”: también le ofrecía un medio de transporte y un arma.
Aquí, además, hacia el final, cuando Koontz ha presentado un enemigo prácticamente invencible y el rescate de los niños como algo improbable, Edie se saca de la manga a unos amigos que pueden darle a Odd armas y demás equipamiento, lo cual hace que baje la tensión.
En el clímax, tal vez porque Koontz le había complicado demasiado las cosas a Odd como para que pudiera resolverlas, el autor recurre a soluciones muy fáciles para que el chico pueda salir adelante. De un lado, se salta una convención que tenían los fantasmas desde la primera novela —la de no poder hablar— y así el espíritu de un director de cine muy famoso se vuelve parlanchín a última hora para poder ayudar a Odd; y una vez que descubre dónde están los niños y aniquila a sus guardas (en una escena que también tiene mucho humor), Koontz encuentra una solución excesivamente sencilla: Boo, el perro fantasma de Odd, le ha seguido, y casualidad de casualidades, una niña es capaz de verlo, por lo que Boo puede conducirlos al exterior mientras Odd se encarga de los enemigos. Y sin desvelar nada, también es demasiado fácil, aunque muy espectacular, cómo Odd acaba con la amenaza paranormal.
A pesar de esos atajos, que resultan decepcionantes, “Deeply Odd” sigue teniendo a un protagonista sencillo y muy entrañable, bastante más inteligente y con más sentido común que muchos con ínfulas, quien sigue profundamente enamorado de Stormy Llewellyn; sigue teniendo un humor tontorrón muy divertido y grandes escenas paranormales, por lo imaginativas que son y lo bueno que es Koontz estirándolas y estirándolas durante varias páginas. Aquí brillan los cambios de dimensión en el centro comercial (una es el mundo actual y la otra un mundo de oscuras tierras baldías poblado de inquietantes seres); las dos dimensiones en el garaje, donde además aparece un ser que dice ser Odd Thomas, pero que realmente le quiere robar su alma; y todos los preparativos en el edificio de la escena del clímax.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?