El beso mortal [6]

Cartel original de El beso mortalCINEFILIA
Kiss Me Deadly
(EE.UU., 1955, 106 min)
Dirección:
Robert Aldrich
Guión:
A.I. Bezzerides
Intérpretes:
Ralph Meeker
Maxime Cooper
Cloris Leachman
Albert Dekker
Paul Stewart

 

Mickey Spillane fue un escritor popularísimo de novelas policíacas que creó al detective Mike Hammer. Hasta 2006, cuando Spillane murió, el autor publicó trece novelas con Hammer de protagonista; y desde 2008 se han editado otras tres. Estas últimas parten de textos de Spillane y han sido acabadas por Max Allan Collins. Mike Hammer, además, protagonizó un serial de radio en los años 50, cuatro series de televisión, tres telefilms, y cinco películas. De todas las adaptaciones la más famosa es “El beso mortal” (1955), una película de Robert Aldrich que se ha convertido en un pequeño clásico del cine negro.
   Una noche, una mujer muy asustada (Cloris Leachman) detiene el coche de Mike Hammer (Ralph Meeker) poniéndose en medio de la carretera para que la ayude a huir. A los pocos minutos se encuentran un control policial y Mike descubre que es una loca que se ha fugado de un manicomio; pero de todas maneras, decide ayudarla. Durante el viaje en coche, Mike averigua que la chica fue internada en el manicomio para evitar que difundiera un secreto muy peligroso. Cuando parece que Mike va a dejar a la chica en una parada de autobús, un coche les intercede y sus ocupantes se aseguran de que la chica se calle para siempre. Mike se salva de milagro del percance, y cuando se recupera, decide averiguar qué ocultaba la chica.
   El comienzo de “El beso mortal” es impresionante. Es tan misterioso, tiene tanta fuerza y tanta tensión que te metes de lleno en la película. Incluso pasas por alto que Mike no le pregunte a bocajarro a la chica qué demonios es el secreto (entonces no habría película). Y tiene unos recursos de estilo buenísimos: los gritos de la chica durante todos los títulos de crédito; la llegada de los matones, de los que sólo se ven los pies; o la tortura de la chica, mostrada con sus piernas y sus gritos (en esta escena hay un diálogo genial. La chica ha dejado de gritar, y un matón le dice a otro que tiene que reanimarla; a lo que el otro contesta que reanimarla sería resucitarla). Una curiosidad es que la chica fue el debut de Cloris Leachman, a la que los cinéfilos recordamos como la siniestra ama de llaves de “El jovencito Frankenstein” (1973), aquella que cada vez que decían su nombre, los caballos relinchaban. En “El beso mortal” su actuación es muy crispante, transmite muy bien la angustia que sufre el personaje, y logra no se sepa con claridad si está loca o cuerda.
Cloris Leachman y Ralph Meeker en El beso mortal
Cloris Leachman y Ralph Meeker

A partir de entonces, “El beso mortal” ya no está tan bien. En general, estilísticamente sigue siendo muy buena (el cine negro visualmente era muy bonito, con una fotografía muy contrastada con sombras muy pronunciadas. Y Aldrich utiliza muy bien las angulaciones extrañas –contrapicados, picados, cámara inclinada hacia un lado-, la profundidad de campo –un personaje en primer término, muy cerca de la cámara y otro al fondo, y ambos están enfocados-, y los encuadres cerrados, con dos personajes en primer plano a cada lado del fotograma, para transmitir mucha inestabilidad y tensión en los momentos adecuados), aunque las escenas de acción no han envejecido muy bien. Algunas, hoy en día, resultan ridículas. La peor es cuando alguien sigue a Mike Hammer de noche por una calle desierta con la sutileza de un elefante en una cacharrería. Aparte de lo zafia que es, es incomprensible que Hammer no le interrogue para sacar información.

   Narrativamente, “El beso mortal” es bastante confusa. Por una parte cuentan los trapicheos que se trae Hammer con su secretaria Velda, que yo creo que lo que hace es poner trabas a la comprensión de la película; y por otra la del secreto que abre la película, que está mucho mejor.  A lo largo de todo el metraje, esa historia se hace cada vez más y más interesante a medida que se va desvelando información, sin saber nunca hasta el final qué es lo que oculta. Lo malo es que muchas veces la información que hace avanzar la trama, después de haber dado unas cuantas vueltas que parecen que no conducen a nada, llega de la forma más tonta posible.
   El secreto está muy bien, aunque la trama se queda un poco en el aire (¿por qué querían los malos ese maletín? ¿Y quienes son los malos exactamente?) y al espectador actual puede parecerle que la solución es algo paranormal, porque las referencias que hacen, que estaban muy en boga en los 50, pero ya no son tan claras.
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