El gabinete del Dr. Caligari [10]

Poster original de El gabinete del Dr. Caligari
CINEFILIA
Das Cabinet des Dr. Caligari
(Alemania, 1920, 75 min)
Dirección:
Robert Weine
Guión:
Carl Mayer
Hans Janowitz
Intérpretes:
Friedrich Fehér
Werner Krauss
Conrad Veidt
Hans Heinrich von Twardowski
Lil Dagover

«El gabinete del Dr. Caligari» es posiblemente la única película pura del expresionismo alemán, un movimiento cinematográfico de la época de entreguerras que se caracterizaba estéticamente por jugar muchísimo con las luces y sombras y crear planos distorsionados ya fuera por los decorados o por los encuadres torcidos. Su influencia se nota en el uso de la iluminación y las angulaciones de cámara del cine negro y de terror posteriores, en las escenas de pesadilla que diseñó Dalí en Hollywood (para «Recuerda», de Alfred Hitchcock —1945—, y «El padre de la novia» —1950—, de Vincente Minnelli) y en el todo el cine de Tim Burton.

   Digo que «Caligari» es la única pura porque es expresionista de principio a fin, sin la alternancia de escenas normales y expresionistas que tenían las otras películas; y además tiene los decorados más peculiares de la historia del cine. Y son su inmensa originalidad visual, porque no hay estéticamente otra película ni remotamente similar a ésta en la historia del cine, y un guión que ha aguantado muy bien el paso del tiempo, los que hacen que sea una obra maestra.
   A la pequeña ciudad de Holstenwall ha llegado la feria. Francis (Friedrich Fehér) y su amigo Alan (Hans Heinrich von Twardowski), quienes andan enamorados de la misma mujer (Lil Dagover), van a dar una vuelta y se encuentran con el gabinete del Dr. Caligari (Werner Krauss). Caligari invita a los espectadores a que pasen y vean en el interior a Cesare (Conrad Veidt), un sonámbulo que lleva sus 23 años de vida dormido y que tiene el don de predecir el futuro. Los amigos se meten en el gabinete y Alan le pregunta al sonámbulo cuánto tiempo vivirá. Cesare le contesta que hasta el amanecer. Lo que no saben los amigos es que con la feria ha llegado un asesino y que la próxima víctima será Alan.
   «Caligari» se hizo mucho antes de que existieran los muy prácticos «Cómo se hizo» o los audiocomentarios, en los que los autores explican qué querían contar; y por ello su creación está llena de contradicciones y su interpretación, a manos de los críticos, llenas de lecturas demenciales.
Conrad Veidt y Lil Dagover en El gabinete del Dr. Caligari
Conrad Veidt y Lil Dagover

«Caligari» es una historia dentro de una historia. El protagonista comienza contándole a un señor su historia, y cuando te has olvidado de ese recurso, la película da un giro genial. Por lo visto, la primera versión del guión no tenía la estructura de historia dentro de historia, pero nadie sabe a quién se le ocurrió: algunos dicen que fue Fritz Lang, quien iba a dirigirla pero que la rechazó para hacer «Las arañas» (1919 – 1920), para justificar esos decorados tan peculiares; otros que fue Lang para no contar una historia tan oscura; otros que fueron los productores quienes se la impusieron a Robert Weine para rebajar el tenebrismo de la historia.

   Da igual saber si fueron antes los decorados o la trama, o a quién se le ocurrió el brillante giro final; la cuestión es que con éste, forma y fondo se acoplan perfectamente: no sólo entiendes por qué todos los decorados son así, sino que te das cuenta de que la mejor manera de contar esa historia es con esos decorados completamente distorsionados.
   En cuanto a los significados, dos elementos han contribuido a que «Caligari» tenga lecturas descabelladas. La primera es que mucha gente, erróneamente, piensa que para que una película sea buena tiene que tener un mensaje oculto, y cuanto más serio sea éste, mejor será la película (no me preguntes qué mensaje oculto ven en «Alien» o en «Cisne negro«). La segunda es el libro «De Caligari a Hitler» (1947), de Siegfried Kracauer, quien veía la película como una alegoría de la actitud de la sociedad alemana de entreguerras y que anunciaba la llegada del nazismo, lo que ha dado lugar a que críticos interpreten a Caligari como un Estado opresor que obliga a Cesare, que representa al pueblo, a cometer crímenes sin que él se manche las manos.
   Dejando de lado su originalísimo aspecto visual, si «Caligari» es una obra maestra no es porque signifique algo, es porque su guión está jugando constantemente con el espectador, y siempre lo sorprende: primero suben la tensión con la predicción de Cesare; luego juegan al despiste con el asesino que prende la policía; luego con el secuestro de Jane, cuando Francis está vigilando que Cesare duerme… Y giros y más giros que te mantienen siempre interesado para saber qué pasará a continuación y qué está pasando realmente.
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