El Palacio de los Sueños [6]
Ismail Kadare es unos de los escritores europeos más prestigiosos de los últimos 40 años. Además de ser el escritor albano más famoso (yo es el único que conozco) y de estar traducido a una treintena de idiomas, su nombre suena constantemente para el Nobel y ha sido reconocido en varios países europeos. En 1992 Francia le entregó el Prix mondial Cino Del Duca, un premio que reconoce a una figura internacional del campo de la ciencia o la literatura; en 2005 el Reino Unido le dió el Man Booker International Prize, un premio que celebra toda la carrera de un autor que escriba o esté traducido al inglés (cuando lo ganó, Kadare se impuso a gigantes de la talla de Margaret Atwood, Saul Bellow, Gabriel García Márquez, Günter Grass, Milan Kundera, Doris Lessing, Ian McEwan, Naguib Mahfouz, Kenzaburo Oe, Philip Roth, o John Updike); y en 2009 España le entregó el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, que es la versión española del Nobel de Literatura.
“El Palacio de los Sueños”, publicada en 1981, es una de sus novelas más conocidas. Mark-Alem es un joven que acaba de entrar a trabajar, gracias a su conexión familiar (Mark-Alem pertenece a una familia muy poderosa) al Palacio de los Sueños, un edificio donde todos los sueños del país son analizados en busca de posibles golpes de Estado o cualquier acción que ponga el peligro al soberano. Al principio Mark-Alem no encuentra mucho sentido a su trabajo, pero a medida que asciende en el Palacio, se da cuenta del poder que tiene ese edificio para mantener el orden en el país.
El libro ha sido comparado con Kafka (un autor que nunca me ha gustado), y la comparación no está mal, porque Kadare está más interesado en crear situaciones angustiosas que en buscar una conexión emocional con el lector. En ese sentido, la novela destaca por cómo Mark-Alem vas descubriendo poco a poco cómo funciona ese laberíntico edificio a través de compañeros de trabajo, y como cada descubrimiento es más inquietante y demencial que el anterior; logrando al final un giro genial, que te deja con la boca abierta, en el que se juntan varios hilos argumentales. Acaba con una nota muy desasosegante en la que queda claro que en ese Estado (es una versión muy tenebrosa de Turquía, aunque nunca se nombra y se habla de los turcos como si fueran de otro país) nadie está a salvo de lo que las interpretaciones de los sueños puedan acarrear.
El problema que le veo a “El Palacio de los Sueños” es que apenas sientes nada por los personajes, comenzando por su protagonista. Está muy bien que quieras escribir una novela en la que la realidad se parece más a una angustiosa pesadilla que al mundo real, y que además hables de los riesgos del poder (y cómo se van a aferrar a él los que lo detentan), pero no entiendo por qué no te esmeras en que los personajes que pueblan ese mundo tenga entidad y parezcan personas de carne y hueso. Los compañeros de Mark-Alem no tienen ni nombre y cuesta mucho diferenciar a sus familiares (y no digamos sus historias, que encajas todo al final), y durante buena parte de la novela, el propio Mark-Alem parece más un testigo al que no le afecta lo que descubre que un hombre aterrorizado por los descubrimientos.
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