La Providencia [4]

Portada original de La Providencia, de Emilio Aragón BermúdezNOVELA
La Providencia
(España, 2008, 376 páginas)
Emilio Aragón Bermúdez, Miliki (bajo el pseudónimo de Emilio A. Foureaux)
En los últimos años de su vida, Emilio Aragón Bermúdez, más conocido como Miliki, escribió un par de novelas para adultos: «La Providencia» (2008) y «Mientras duermen los murciélagos» (2012). Como recuerdo a Miliki con muchísimo cariño, decidí comprarme la primera. Miliki publicó «La Providencia» con el pseudónimo de Emilio A. Foureaux, que era el nombre auténtico de su padre, quien también fue pasayo, y es una novela de aventuras sobre un hombre que tiene que huir de Cuba en cuanto Fidel Castro toma el poder.
   El joven Martín ha luchado para derrocar a Bautista al lado de Huber Martos, quien quiere una democracia para Cuba. Pero Castro, para asegurarse el poder, se hace comunista y se asegura de que Martos caiga en desgracia. A Martín no le queda más remedio que abandonar la isla, dejando atrás a su novia Melba y su hijo recién nacido, esperando volver a verlos algún día.
   Comencé a leer esta novela con muchísimas ganas, esperando que me gustara, pero por mucho que quiera destacar sus buenas cualidades, no puedo decir que sea una buena novela.
   En lo positivo está lo optimista que era Emilio Aragón, el humor que tiene, que no es nada aburrida, lo bien que están los personajes secundarios, y los detalles auténticos de las costumbres y sitios geográficos por donde pasa Martín, que supongo que el autor conocía de primera mano de cuando vivió allí (le encantaba darte expresiones de cada lugar, comidas típicas, y nombre específicos de calles y edificios).
   Pero eso es suficiente para compensar su gran lacra: la trama tal mala que tiene. «La Providencia» es folletinesca de principio a fin, y toda su segunda mitad es completamente increíble.
   La novela cuenta las andanzas de Martín por Nueva York y Argentina; y al tiempo que recorre mundo e intenta comenzar de nuevo, irá descubriendo que la Divida Providencia existe de verdad, y que si se deja guiar por ella, todos sus problemas se resolverán (él no lo sabe, pero se resolverán gracias a sus amigos y conocidos). Esa premisa me parece complicadísima de llevar a buen puerto en ficción, porque siempre va a parecer que hay demasiadas casualidades, pero a Emilio Aragón la verosimilitud le daba igual para dejar claro su mensaje.
   Ya incluso antes de que Martín crea, encuentra a demasiada gente que le echa una mano: en el barco a Nueva York, la tripulación al descubrirlo lo trata de maravilla; en Nueva York, nada más llegar, los dueños de un restaurante deciden esconderlo (un poco más tarde, parece que recapacitan y le piden pruebas que demuestren que es quien dice ser); volando a Argentina, se encuentra en el avión con un mago que se ofrece a ayudarlo.
   Entonces comienza a creer y viaja a Mar del Plata, y ya no hay quién se crea nada. Por mucha Divina Providencia que haya, no tiene sentido que Martín, que es un refugiado político, se arriesgue a que lo expulsen del país por haber estafado un hotel, que es precisamente lo que hace. (Sin entrar a debatir si hay una fuerza divina que nos ayuda, me parece que nunca hay que dejar de lado el sentido común. Y en ficción, para que resulte verosímil, nunca jamás.)
   Al final sucede un cúmulo de casualidades, para que todo acabe bien, y algunas lo hacen justo en el momento apropiado, para demostrar la existencia de Dios. Además, Aragón se guarda dos sorpresas que son muy previsibles: el misterioso espectáculo de variedades que va a ofrecer el hotel, que te hueles a la legua quiénes lo van a dar, y la historia de la novia de Martín, que desde el principio te imaginas que es lo que acaba siendo.
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