La sonrisa etrusca [8]
A José Luis Sampedro el éxito como novelista le llegó tarde. En 1985, cuando tenía 68 años y había publicado cuatro novelas en un periodo de más de 30 años, publicó “La sonrisa etrusca”, y se convirtió en un prestigioso best-seller. “La sonrisa etrusca” era una de esas novelas que quería leerme pero iba posponiendo, hasta que el mes pasado, cuando murió Sampedro, me dije que ahora era el momento. Y la verdad es que me ha encantado: “La sonrisa etrusca” es una novela preciosa.
Salvatore es un viejo y recio hombre de campo que viaja a Milán a pasar una temporada con su hijo y su nuera mientras le hacen unas pruebas médicas. Salvatore sabe que se está muriendo (tiene un cáncer que lo correo por dentro al que llama Rusca, como un hurón hembra que tuvo años atrás), pero en Milán, una ciudad que odia, le espera una gran sorpresa: Brunettino, su nieto de apenas un año quien le dará ganas de volver a vivir y quien le hará ver la vida como nunca antes la había visto.
“La sonrisa etrusca” es una novela sumamente tierna que nunca cae en la cursilería. Sampedro comienza retratando al protagonista en oposición a Milán y los milaneses en páginas muy divertidas: Salvatore no entiende nada, y todo lo del campo (en especial la comida) le parece mucho mejor que lo de la ciudad (la nuera es la contraposición del protagonista: ella no entiende nada de Salvatore). Durante toda la novela Sampedro continúa mostrando el contraste entre el campo y la ciudad, y a medida que avanza la obra, y lo que hace que resulte tan humana, muestra el cambio tan tierno y vitalista del protagonista.
Hasta que descubre a su nieto, al que fortuitamente sus padres han llamado como le llamaban a él sus compañeros partisanos durante la guerra, el único objetivo de Salvatore (o Bruno, como prefiere que le llamen) era vivir más que el fascista de su pueblo, con el que llevaba enemistado decenios; pero a partir de entonces quiere vivir más para poder educar al niño. Y las ganas de vivir de Bruno no hacen más que crecer en cuanto conoce a Hortensia, lo que dará lugar a una historia de amor muy bonita.
La novela avanza con escenas muy simpáticas de la vida de Bruno en Milán (los comercios, el hilarante club para la tercera edad —es una de mis escenas favoritas—, o las patrañas que cuenta en la universidad), junto con la educación que le da Bruno a su nieto, al que defiende de sus padres como si fueran los alemanes, y el desarrollo de la relación con Hortensia.
El viejo, aunque sabe que el tiempo se le va de las manos (y va perdiendo la cordura), tiene unas tremendas ganas de vivir (aquí funciona muy bien la contraposición con el médico, que ya no tiene ningún aliciente para vivir). Bruno, gracias a Brunettino y Hortensia, se acerca más a su hijo y acaba aceptando a su nuera. Y tiene la sensación de no haber aprovechado bien la vida por no pararse a reconocer sus sentimientos y los de las mujeres. Y aunque lamenta no haber conocido a Hortensia antes (aunque los enamorados saben que se conocieron en el momento oportuno, porque unos años antes no se hubieran fijado el uno en el otro); está dispuesto a sacar el máximo partido a sus últimos meses de vida.
Me lo apunto! A raíz de la muerte de Sampedro me dije que debía leer algo de él. En entrevistas y varios me pareció un hombre muy lúcido y sabio. Así que leeré algo suyo para mi reto este año.
Un saludo!
Para mí Sampedro era uno de esos viejos que murieron jóvenes, como Ray Bradbury o José Saramago. Tenía una mente bastante más lúcida que la mayoría de la gente de mi edad.
Sí que te recomiendo "La sonrisa etrusca". Aparte de por lo bonita que es, porque en esta novela se ve muy bien cómo la trama va cambiando al protagonista (el arco narrativo) y cómo el punto de vista influye en la descripción (se ve en cómo ven ciertas cosas el viejo y la nuera).