Los chicos de la banda [6]
CINEFILIA
The Boys in the Band
(EE.UU., 1970, 118 min)
Dirección:
William Friedkin
Guión:
Mart Crowley
Intérpretes:
Kenneth Nelson
Leonard Frey
Peter White
Cliff Gorman
Laurence Luckinbill
Frederick Combs
Keith Prentice
Reuben Greene
Robert La Tourneaux
The Boys in the Band
(EE.UU., 1970, 118 min)
Dirección:
William Friedkin
Guión:
Mart Crowley
Intérpretes:
Kenneth Nelson
Leonard Frey
Peter White
Cliff Gorman
Laurence Luckinbill
Frederick Combs
Keith Prentice
Reuben Greene
Robert La Tourneaux
Justo antes de que William Friedkin se hiciera inmensamente famoso y pareciera que iba a ser el director más importante de su generación gracias a «The French Connection» (1971) y «El exorcista» (1973), dirigió «Los chicos de la banda» (1970), una película que ha pasado a la historia por ser un hito del cine gay.
La película está basada en una obra de teatro de 1968 que hablaba abiertamente de la homosexualidad, y para su adaptación a la gran pantalla se contó con todo el reparto original. La película está muy bien dirigida (Friedkin tenía muchísimo talento… hasta que un día se quedó sin él); y llama mucho la atención con qué naturalidad habla de la homosexualidad, teniendo en cuenta que es de 1970; pero se nota demasiado su origen teatral y muchas veces resulta inverosímil.
En Nueva York en 1970, un grupo de amigos gays va a celebrar el cumpleaños de otro, Harold (Leonard Frey), que cumple 32. Michael (Kenneth Nelson) es el encargado de preparar la fiesta en su casa, y esperando a que lleguen sus amigos, un antiguo colega suyo, Alan (Peter White), que no sabe que es gay, le llama diciendo que tiene que verle esa noche. Michael no quiere, pero Alan insiste tanto que al final accede. Cuando llegan sus amigos, Michael les pide que disimulen mientras esté Alan, para que se piense que son heterosexuales. Acceden a regañadientes, aunque alguno no parece dispuesto a simular lo que no es.
La película empieza de una forma muy dinámica presentándote a los personajes por Nueva York, y durante unos minutos, cuando parece que estás viendo una comedia, ese ritmo se mantiene. Narrativamente la película es clarísima y tienes a los personajes perfectamente identificados. Entonces empiezan a torcerse las cosas.
Viéndola me recordaba a «Un dios salvaje«, de Roman Polanski: una película con grandes actores y muy bien dirigida, para que gracias a la planificación y la puesta en escena puedan sacar el máximo partido al espacio reducido donde se desarrolla la acción (la variedad de planos y cómo se mueven los actores es excelente), pero que mantiene las reglas del teatro, lo que hace que la trama resulte muy forzaba en varias ocasiones. En el teatro te puedes creer que personajes no abandonen la escena, o que hablen de cosas muy íntimas sin resultar forzado, porque es la forma de dar información al espectador y de hacer avanzar la trama, pero en el cine esos dos aspectos tienes que justificarlos mucho para que funcionen.

A mitad de película hay unos momentos potentísimos en los que varios de los personajes tienen que llamar a gente a la que aman y confesárselo. Los actores son increíbles, y las historias son emocionantísimas por cómo los personajes se abren el pecho y se arrancan el corazón para que lo veamos… pero es terrible cómo la trama llega hasta allí. Tras fumarse unos porros, a Michael se le ocurre ese juego, y por algún motivo, los amigos acceden, sabiendo que van a mostrar su parte más vulnerable delante de otros.
Y viendo cómo evoluciona la velada, es increíble que Michael y Harold sean amigos, si no hacen más que darse puñaladas (a saber por qué Michael le organiza una fiesta de cumpleaños en su propia casa). Es más, con lo dañino que es Michael, es increíble que sus invitados sean sus amigos. Es un concepto de amistad que a mí se me escapa.
Me parece que la trama tenía que comprender varios días, y que ciertos elementos deberían resolverse en la intimidad (como la crisis que sufre la pareja, que cuesta mucho creerse que cuenten todo eso delante de otros… en un cumpleaños), y Michael no tendría que estar tan amargado ni ser tan dañino para que te cayera un poco mejor.
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