Los descendientes [8]
Nunca me ha gustado Alexander Payne. Las dos películas suyas que había visto, las prestigiosas “A propósito de Schmidt” y “Entre copas”, no es que me parecieran malas, pero sí muy sosas porque no conectaba ni con los personajes ni con su humor. Cuando me enteré de que había dirigido otra, y que estaba llamando la atención en los premios pre-Oscar, no me emocioné: Payne está de moda entre los críticos y el público intelectualoide, y va a gustar haga lo que haga. Así que “Los descendientes” ha sido una muy grata sorpresa. Payne da en el clavo, especialmente con el tono, y le ha quedado una gran comedia dramática que además es muy emocionante. Digamos que “Los descendientes” es la película que Payne siempre quiso hacer y nunca le salió.
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George Clooney y Shailene Woodley |
Lo que hace que “Los descendientes” sea una película mucho mejor que las anteriores de Payne es que ya desde el principio presenta una situación interesante, y de ahí enlaza con otra y con otra. Y al tiempo que George Clooney, que hace una gran actuación, descubre las cosas, las descubre el espectador y se da cuenta de lo ciego que estaba. Por una parte están las escenas que comparte con sus hijas, sobre todo la mayor, y las secuencias en el hospital con su mujer, que ayudan a entender el personaje de Clooney. Esas escenas van desde las muy divertidas hasta las más emotivas, y funcionan muy bien (hay una que me gusta especialmente que es cuando Clooney explota y le dice a su mujer todo lo que tenía guardado, y cuando llega su hija mayor y hace lo mismo, Clooney le echa la bronca). Y por otra parte hay una trama, intercalada con la anterior, en la que Clooney tiene que descubrir a una persona. Las dos partes se complementan a la perfección.
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