Night Terrors Anthology [5]

Portada de Night Terros Anthology, de Karen HendersonCUENTOS

Night Terrors Anthology
(Australia, 2012, 256 páginas)
Karen Henderson (recopiladora)

“Night Terrors Anthology” es una colección de cuentos de terror de escritores actuales, a los que han añadido tres clásicos de Mark Twain, Edgar Allan Poe y Guy de Mauppasant. De los nuevos, no me parece que haya ningún cuento redondo, pero sí que unos cuantos son interesantes.
   “A World Not Our Own”, de JC Hemphill, destaca por el mundo que ha creado el autor: los vampiros han salido del armario y legalmente pueden convertir a quien lo desee, y así han surgido rápidamente por Estados Unidos una serie de edificios donde la gente voluntariamente puede acudir para hacerse vampiro. Pero las acciones, sobre todo por el comportamiento de los personajes, es terrible: un hermano, que sospecha que algo malo pasa en esos edificios, va con un amigo, tan tranquilo, a buscar a su hermana, que se ha vuelto vampiro. “Corridors”, de Carole Hall, trata de un hombre que recibe una supuesta llamada del más allá, de una antigua conocida suya. El cuento tiene mucho humor, pero el final es muy, muy previsible.
   “Death Crone”, de Jonathan Shipley es uno de los peores. Es un cuento de fantasía, bastante confuso, sobre una especie de pitonisa que espera la llegada de un extraño. El cuento no cuenta gran cosa, y tiene un giro no especialmente trabajado. “A Ghost Story” (“Una historia del fantasmas”) es un cuento de Mark Twain que hoy en día es incomprensible. Comienza presentando a un personaje que va por primera vez a un piso que llevaba varios años abandonado, y después de varios detalles sombríos, descubre que se le aparece un fantasma. Ese fantasma es el del Gigante de Cardiff, uno de los mayores timos de la historia, y Twain hace un chiste con que en la época, 1870, había dos gigantes exhibiéndose en Estados Unidos.
   “Depths”, de C. I. Kemp, tiene una idea genial (una cueva que descubren dos niños en la que los seres en los que piensas se materializan), y un principio excelente y una evolución muy oscura, pero acaba quedándose en nada. “Failed Sacrifice”, de Sabrina West es bastante tontorrón. Trata del sacrificio de una chica que no se lleva a cabo en el último instante, y cómo años después, de forma forzadísima, esa chica, ya mujer, vuelve a mismo lugar del sacrificio.
   “Hangman”, de Lisamarie Lamb tiene un estilo recargadísimo para crear atmósferas y para mostrar el miedo de la protagonista (y precisamente por eso no funciona) que estira el cuento hasta el infinito. Trata de una niña a la que le aterroriza su primer día en un nuevo colegio. Además, es bastante inverosímil. “Hunting Shadows”, de Mike Brooks, parece que no está acabado. Está muy bien cómo el autor pinta el bosque de Nottingham, donde un vampiro va a matar a alguien y un cazavampiros lo va a intentar detener. Pero llega el final, y hay un giro que temáticamente no cierra nada y que da para que el cuento se convierta en una novela.
   “The Dead Girl” (“La morte” en el francés original; “¿Fue un sueño?” en español), de Guy de Maupassant, uno de los padres del cuento moderno, es genial. Comienza de forma muy tenebrosa con el protagonista relatando la muerte de su amada, y cómo una noche va visitar su tumba, y cuando está solo con los muertos… pasa algo muy curioso e irónico que le da la vuelta a todo el cuento. “Last Night in Biloxi”, de Robert J. Mendenhall, es de los peores por previsible, aburrido, y carecer de sentido. Trata de un hombre al que un monstruo, que él piensa que tiene que ver con un viejo al que insultó con unos amigos poco antes, lo persigue hasta unos servicios públicos.
   “Like Father Like Daughter”, de Robert Essig, es un cuento incoherente, inverosímil y aburrido sobre una mujer que descubre que el padre de su hija es un vampiro. “No Man’s Land”, de Stephen Patrick, es de los mejores. Está muy bien cómo dibuja la vida en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial, y cómo los soldados temen a un ser diabólico. Se estropea un poco al final, porque el autor da un giro que está muy bien, pero para rematarlo y ser más sorprendente, da otro giro que está muy mal construido.
   “Product 9”, de Lindsey Goddard, es otro que tampoco está cerrado y más bien parece el capítulo de una novela. Está muy bien cómo explica cómo se ha llegado a un futuro terrible (y tiene mucha gracia e ironía), pero acaba, y temáticamente no hay nada que lo cierre. “The Tell-Tale Heart” (“El corazón delator”), del único e inimitable Edgar Allan Poe, es una obra maestra, en el que un narrador loco intenta convencer al lector que cometió el crimen perfecto… hasta que un ruido con el que no contaba lo estropeó todo.
   “Share the Love”, de Chris Donahue, es larguísimo y tiene muchísimos personajes para lo que cuenta (se acaba con un giro irónico, y el cuento debería ser mucho más breve). Trata de un científico que encuentra la solución para terminar con una invasión extraterrestre que ha convertido a la mayoría de los seres humanos en zombis. “The Lucky Penny”, de Tim Jeffreys, tiene una premisa muy buena (una moneda que te da toda la suerte del mundo, pero en la que está inscrita por una cara la fecha de tu nacimiento y por la otra la de tu muerte) y durante unas cuantas páginas está muy bien llevado, pero el final es previsible y muy forzado.
   “White Lines, White Crosses”, de Andrew J McKiernan es de los mejores, aunque sea forzado y no tenga mucho sentido. Trata de un chico que por el trabajo de su padre se va a vivir a un pueblo, donde hay un montón de cruces blancas cerca de la carretera. El autor plasma muy bien cómo el chico quiere encajar en el nuevo pueblo y los momentos paranormales son geniales.
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