Odd Apocalypse [8]
Odd Apocalypse
(EE.UU. 2012, 368 páginas)
Dean Koontz
De Dean Koontz había leído dos novelas cortas, “Darkness Under the Sun” y “The Moonlit Mind”, que no me acabaron de gustar porque se le iban de las manos, pero que sí me dejaron con ganas de leer más cosas suyas. Busqué en Library Thing (es la página que más me gusta para ver qué piensa la gente de libros; las puntuaciones me parecen bastante más mesuradas que en Amazon o Good Reads), y vi que los fans alababan “Víctimas” (“Watchers”), publicada en 1987, y más recientemente la serie de novelas de Odd Thomas, un joven cocinero que tiene el don de ver muertos.
La serie comenzó en 2003 con “Odd Thomas” (en España está traducida como “Mi nombre es Raro Thomas”), y ya comprende cinco novelas —van a ser siete—, una novela más corta, tres novelas gráficas —son precuelas—, y Stephen Sommers está adaptando la primera a la gran pantalla. Yo, sin mucha lógica, me he comprado “Odd Apocalypse”, que es la última publicada, y puedo asegurar que Dean Koontz ha ganado un nuevo fan.
Odd Thomas y su misteriosa amiga Annamaria son huéspedes en Roseland, una mansión californiana construida a finales de la década de 1920 por un magnate cinematográfico. Al poco de comenzar su estancia, a Odd se le aparece en la pradera el fantasma de una mujer rubia con un camisón blanco, cabalgando un corcel negro. El fantasma le indica a Odd que tiene que ayudar a su hijo, que aún vive en Roseland. En cuanto el fantasma desaparece, Odd ve que el cielo se vuelve amarillo, con ríos de humo negro; como si hubiera ocurrido una guerra nuclear y eso fuera un cielo apocalíptico. Sin entender qué está pasando, Odd regresa a la mansión para intentar desentrañar el misterio.
“Odd Apocalypse” se puede leer perfectamente sin haber leído las anteriores: Koontz te da los datos necesarios para que conozcas al personaje y las situaciones, sin destrozarte otras novelas. Y para los amantes de lo paranormal, esta novela es una gozada.
Me encanta cómo Koontz, que es tremendamente imaginativo, va mostrado elementos cada vez más misteriosos. Odd Thomas se recorre la mansión hablando con sus residentes y descubriendo cosas muy, muy raras; tan raras que Odd (y el lector) es incapaz de encontrar una explicación racional. De hecho, durante buena parte de la novela no hay manera de entender cómo todo eso va a encajar. Pero vaya si encaja: Koontz se guarda una explicación originalísima, que cada vez es más y más espectacular, y cuando las piezas hacen clic, la acción se dispara en un último tercio trepidante.
Además, tiene humor, Odd Thomas resulta muy entrañable (y los recuerdos de su antigua amada son muy tiernos), Koontz sabe dividir muy bien los capítulos para que sigas leyendo y leyendo; y me gustan varias reflexiones que hace (las hace Thomas, pero yo diría que las piensa Koontz): qué significa morir dos veces en un campo de concentración; lo que es el carisma en la época de los reality shows; la falta de atención y memoria en los tiempos del Twitter; o qué supondría la inmortalidad para los seres humanos.
Lo único que no me gusta es que me parece que el guarda gigantón y el niño se guardan información de forma un poquito forzada. Estos personajes, en cuanto encuentran a Odd una segunda vez, cuentan todo de buenas a primeras, y yo me pregunto por qué no lo hicieron antes (la respuesta es: porque se cargarían buena parte del suspense de la novela). Es algo que se podía haber solucionado reescribiendo esas escenas para que los personajes fueran interrumpidos justo cuando iban a desvelar un secreto después de haber estado hablando de cosas incomprensibles.
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