Odd Interlude [8]
NOVELA
Odd Interlude
(EE.UU., 2012, 253 páginas)
Dean Koontz
Para promocionar la quinta parte de Odd Thomas, «Odd Apocalypse«, y aprovechando el formato digital, Dean Koontz publicó a mediados de 2012 «Odd Interlude», una novela en tres entregas que cubría lo que pasaba entre el final de la cuarta novela, «Odd Hours«, y el principio de la siguiente, convirtiéndose así en la parte 4,5 de la serie. Seis meses después, las tres entregas de «Odd Interlude», para alegría de los amantes de los libros en papel, aparecieron juntas en un libro de bolsillo, y en un único volumen digital. («Odd Interlude» es uno de los libros que me he comprado dos veces: primero las tres partes digitales, cuando me dio la fiebre del Kindle, y luego en papel, cuando me di cuenta de que lo que realmente me gusta es el papel. Ya llevo unos cuantos.)
Tras dejar Magic Beach, Odd Thomas y la misteriosa Annamaria se detienen a pasar la noche en los apartamentos de una estación de servicio regentada por la familia Harmony. Mientras está viendo la tele, Odd nota que una presencia quiere adueñarse de él, y cuando más tarde habla con un mecánico con la cara desfigurada, comprueba que el hombre se vuelve agresivo de un instante a otro. Algo domina a los trabajadores de Harmony Corner, y Odd quiere averiguar qué es.
«Odd Interlude» es la aventura más corta de su protagonista, pero es una de las mejores. La clave está en que Koontz te presenta a un enemigo muy poderoso (lo que es capaz de hacer es muy imaginativo), que parece invencible, y siempre te estás preguntado cómo podrá Odd vencerlo, sabiendo que a medida que se acerca más a él, más aumenta el peligro, y que si no lo vence, matará a una niña. Así que te lo lees en un suspiro, y te lo pasas en grande.
Koontz comienza presentándote esa estación de servicio donde algo raro ocurre: primero una presencia quiere poseer a Odd, y luego un empleado muestra un comportamiento muy peculiar. Odd va atando cabos, y sospecha que algo o alguien posee a los empleados de Harmony Corner. Entonces se pone a investigar, y tras seguir a una niña a un conducto escondido, habla con su madre, quien le confiesa todo lo que está ocurriendo en esa estación de servicio. Ahí es cuanto te preguntas cómo va a ser Odd capaz de vencer al malo.
La trama tiene ciertas trampas para subir la tensión de forma artificial. La primera es cuando Odd sigue a la niña, quien huye de él. Tras hablar con la madre, la niña le confiesa todo a Odd. Ese rodeo se podía haber simplificado en la trama, y que fuera la niña quien le contara todo en un primer momento, pero claro, entonces la novela sería más corta. Y luego, al haberse publicado originariamente en tres partes, al final de la primera y de la segunda hay sendos cliffhangers (esas situaciones en las que el autor deja al protagonista en un momento de mucho peligro sin resolverlo), y cuando retoma la narración, Koontz da un giro para justificar que el peligro no era tal.
A mi parecer, lo más endeble sucede a mitad. La niña que quiere salvar Odd se pone a charlar con un súper-ordenador, lo que le sirve a Koontz para contar toda la historia pasada (qué sucedió antes de que el malo llegara a Harmony Corner) y para echarle una mano a Odd un poco más adelante, pero la conversación es demasiado larga, y crea un conflicto de credibilidad: que el ordenador, que estaba para vigilar unas instalaciones abandonadas, no haya denunciado la presencia de la niña mucho tiempo atrás, o que no se haya puesto a hablar con ella antes (está mínimamente justificado).
Pero salvando esos escollos, ¡qué entretenida es esta novela! Aparte de grandes momentos de terror y suspense (hay un asesinato a un niño que te provoca dentera, y un final larguísimo que hace que te muerdas las uñas), tiene humor muy divertido, y un núcleo muy tierno y optimista, que es lo que caracteriza a Koontz; pero además el autor te cuela sin darte cuenta, en una historia tan intrascendente como ésta, su filosofía de vida, y habla sobre el más allá, que el mundo está lleno de misterio y sentido y que tenemos que confiar en nuestro sentido de la vida, aunque no sepamos bien cuál es en un principio, y la función de la oración.
Y da un gran consejo a los escritores (se lo da Annamaria a la niña que escribe su conversación en el súper-ordenador): «Si quieres que la historia en la que colaboras con Odd sea fluida, deberías escribir tal como eres, tal como hablas, tal como piensas, y no intentar una voz de escritor que no es la tuya».
Por novelas como ésta es por lo que leo a Dean Koontz con regularidad.
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