Punto omega [4]
Point Omega
(EE.UU., 2010, 117 páginas)
Don DeLilloDon DeLillo es uno de esos escritores que ha ganado tantos premios prestigiosos (el Premio PEN/Faulkner, el PEN/Saul Bellow, el Premio de la Librería del Congreso, y ha sido dos veces finalista del Pulitzer), y que gusta tanto a la crítica, que ya solo le queda el Nobel. «Punto omega», publicada hace cuatro años, es una novela corta, y aún sigue siendo su última obra.
(EE.UU., 2010, 117 páginas)
Don DeLilloDon DeLillo es uno de esos escritores que ha ganado tantos premios prestigiosos (el Premio PEN/Faulkner, el PEN/Saul Bellow, el Premio de la Librería del Congreso, y ha sido dos veces finalista del Pulitzer), y que gusta tanto a la crítica, que ya solo le queda el Nobel. «Punto omega», publicada hace cuatro años, es una novela corta, y aún sigue siendo su última obra.
Jim Finley está preparando un documental sobre Richard Elster, un intelectual que colaboró con el Gobierno durante la Guerra de Irak. Finley quiere rodar un único plano en el que Elster cuente cómo fue la experiencia, y para ello, pasará unos días con él en una casa perdida en el medio del desierto. Un poco más tarde, la hija de Elster se les unirá.
«Punto omega» es lo primero que me leo de DeLillo, y posiblemente sea lo último, porque aunque reconozco que tiene elementos buenos, el conjunto me parece una tomadura de pelo. Desde luego, este tipo de literatura, si es que se la puede llamar así, no me gusta. Básicamente DeLillo se decida a crear situaciones interesantes, luego comienza a desvariar, y te corta las tramas a medias. Y entonces los críticos e intelectuales se ponen a buscar sentido a eso, y el resto de la humanidad nos aburrimos y nos sentimos defraudados porque, bueno, normalmente en las novelas las historias se acaban y no hay que estrujarse las meninges para encontrarlas un sentido.
Llamadme raro, pero para mí la literatura nunca es una prueba de inteligencia, y jamás puede ser aburrida.
Sinceramente, lo más interesante de «Punto omega» es la estructura de la historia de la hija de Elster. La novela comienza con un hombre obsesionado con el «Psicosis 24 horas» que se exhibe en el MOMA de Nueva York. Ahí aparecen, sin que aún les conozcas, los dos protagonistas. Luego la novela entra en la parte central, la del desierto, y caes en la cuenta de que sí eran ellos los que aparecían brevemente al principio en el MOMA, y que la hija de Elster, que más tarde desaparece sin dejar rastro, también visitó ese museo. Posteriormente la parte central se trunca, y DeLillo regresa al MOMA de Nueva York, donde una mujer, que supones que es la hija de Elster, se encuentra con el hombre obsesionado con «Psicosis 24 horas». Entonces ya sabes quién la secuestró en la parte central. Otra cosa es saber por qué lo hizo, o cómo acaba esa historia.
Algo positivo es lo bien que está marcada la obsesión del hombre por la obra que se exhibe en el MOMA, y que te da una pista muy clara de que no está bien de la cabeza. En la parte central, después de sufrir a tres personajes no excesivamente interesantes (todo en esa parte es deliberadamente muy nebuloso, y cuando Elster se pone a filosofar, es igual que Marlon Brando en «Apocalypse Now»), con un proyecto de documental muy poco atractivo (más bien me parece una tortura: un documental en un único plano, con un hombre hablando todo el rato), ocurre la desaparición de la hija, donde por fin sube la tensión y durante unas cuantas páginas la novela es muy interesante. Pero claro, esa trama no está resuelta.
Después de habérmela leído, no tengo ni idea de qué me ha querido decir DeLillo, ni qué significa su título.
Hola Carlos, rescato tu frase:
"Llamadme raro, pero para mí la literatura nunca es una prueba de inteligencia, y jamás puede ser aburrida."
Opino igual, aunque los críticos, revistas de cultura, y premios literarios quieran convencernos de lo contrario. Hay que persistir.
Pablo
Hola Pablo, me alegra mucho tu comentario. Normalmente cuando me cargo una novela (o película) de este tipo, es cuando más comentarios ofensivos recibo.
Me parece que quitando a cuatro esnobs (esos que nombras tú más los intelectualoides) a la mayoría de la gente que nos gusta leer, lo hacemos para perder la noción de la realidad y meternos en la historia. Nunca para demostrar lo inteligentes que somos, que la literatura no está para eso.
Además, a mí escribir este tipo de novelas me parece muchísimo más sencillo que escribir una novela "tradicional". Con este tipo de literatura no tienes que currarte ni personajes coherentes, ni arcos narrativos, ni tramas con sentido. Dejas todo a medias y dices que lo interprete el lector. Estas novelas suelen estar tan mal construidas que leérselas supone un esfuerzo. Creo que de ahí viene que les guste a los esnobs, porque relacionan esfuerzo con superioridad intelectual.
Con el otro tipo de novelas tienes que lograr crear con palabras un mundo muy real y unos personajes de carne y hueso para que el lector, durante horas, se olvide de su vida y se meta en esa narración. Todo tiene que tener coherencia, la tensión tiene que subir siempre, y el final cerrar los conflictos de forma satisfactoria. Eso es bastante más difícil de lograr que lo primero.
Y si hablamos de cine, pienso exactamente lo mismo.