Reseña: «El bazar de los malos sueños», de Stephen King
El bazar de los malos sueños, publicada en 2015, es la última colección de cuentos de Stephen King. Son 18 relatos y 2 poemas narrativos, algunos de los cuales ya habían sido publicados en revistas o de forma independiente en formato digital, pero que King retocó para este libro, y demuestran lo versátil y (muchas veces) genial que es este autor.
Aunque suelen virar hacia lo tenebroso, King muestra aquí unos registros estilísticos muy variados (algunos, nunca antes vistos en él), y mezcla cuentos en los que tiene mucho peso la trama, con otros que se inclinan más hacia la ficción literaria. King ha madurado, sigue siendo un portento.
Además, si eres escritor, la colección tiene un añadido excelente. Al principio de cada relato, cuenta cuál fue su fuente de inspiración y por qué escribió el cuento. Esto es tener a Stephen King de profesor de escritura creativa.
Veamos los relatos.
“Área 81” (“Mile 81”) trata de un niño que decide ir a pasar la tarde a un área de descanso abandonada. Allí bebe y se queda dormido, y justo entonces aparece un misterioso coche cubierto de barro… que resulta tener un hambre voraz.
King vuelve a sus orígenes: una historia de terror muy bien construida, que parece salida de un comic del género. Destacan las presentaciones de los personajes, para que te importe qué les pueda pasar, y, como no podía ser de otra forma, los momentos de tensión paranormales, por imaginativos y variados. El final es un poco decepcionante, eso sí, porque deja demasiadas cuestiones sin resolver.

Lo más llamativo de “Premium Harmony” es cómo King utiliza el estilo de Raymond Carver, y sale airoso. En la época en que lo escribió se había leído una biografía del autor y una colección de cuentos para reseñarlos.
Como los relatos de Carver, este trata de gente de clase media, con una vida absolutamente normal, con problemas normales: es una pareja que lleva 10 años casada, que discute por tonterías cuando va de compras. El lector es capaz de vislumbrar cómo es la dinámica de esa pareja, y cómo es realmente el protagonista después dos desgracias. King, al final, demuestra tener mucha mala leche.
“Batman y Robin tienen un altercado” (“Batman and Robin Have an Altercation”) comienza como un cuento de ficción literaria, donde King relata el encuentro de un hombre de mediana edad con su padre con alzhéimer, donde están muy bien mostradas las emociones de frustración, dolor, resignación y cariño que le provoca al hijo, y acaba, tras un momento muy angustioso, con un giro tétrico que curiosamente resulta enternecedor (porque el padre recuerda).
Este final, aunque está preparado en la trama, resulta un poco forzado por increíble, pero emocionalmente funciona de maravilla: así quieres que acabe, y así acabas tú feliz.
En la “La duna” (“The Dune”) King juega a estirar muchísimo un dato misterioso. Al comienzo del cuento, un juez de 90 años va en kayak a leer algo escrito en una duna especial. Sabes que lleva 80 años acudiendo a esa duna; pero en esa ocasión, tras la visita, decide contactar con su abogado para redactar su testamento.
Entonces el juez le cuenta la historia de esos 80 años, y por fin King desvela el misterio paranormal que oculta esa duna, en un crescendo de acontecimientos creado para convencer al lector (y al abogado) de que lo que cuenta el protagonista es cierto. Tiene elementos en común con otro relato de la colección, “Necros”. Acaba con un giro genial.
“Niño malo” (“Bad Little Kid”) se publicó por primera vez en digital en 2014 exclusivamente en francés y alemán, como regalo de King a sus fans de Francia y Alemania. Como en otros relatos, comienza con un principio misterioso: el encuentro de un abogado con un hombre que espera la pena de muerte por haber matado a un niño. Por primera vez el asesino va a contar toda la historia.
Lo que sigue es puro King: una trama, con un elemento paranormal, que va creciendo en intensidad y en agobio, con un clímax espeluznante. El final, aunque previsible, es muy efectivo.

“Una muerte” (“A Death”) tiene un estilo seco como la hojarasca, que a mí me costaba un poco asimilar. La trama se lee con interés, pero tiene un giro al final desconcertante; no acabo de ver qué quiere decir King: no es un cuento sobre la intransigencia, o sobre el poder de la mentira… No sé de qué trata; desconozco el punto de vista del autor en esta historia. Todavía me ando rascando la cabeza.
Se desarrolla a finales del XIX en un pueblo del Oeste americano, en donde una niña aparece estrangulada e inmediatamente detienen a un hombre con pocas luces, al que acusan y juzgan en un juicio nada justo (el fiscal y el juez son la misma persona). A pesar de que el hombre sostiene de principio a fin que es inocente, todo el pueblo está convencido de su culpabilidad, y el único que lo cree es el sheriff.
“La iglesia de los huesos” (“The Bone Church”) es un poema narrativo que King escribió en 2008 recordando uno perdido que había compuesto cuarenta años atrás, cuando estaba en la universidad. Teniendo en cuenta que la poesía no me llega, sí que reconozco imágenes muy poderosas (que yo hubiera preferido en un relato de aventuras). Trata de una expedición en la jungla, donde muchos de los exploradores mueren, en busca de una misteriosa iglesia de huesos.
“La moral” (“Morality”) es un relato muy interesante, aunque no excesivamente sutil, sobre la degradación moral de las personas en cuanto nos saltamos nuestros valores. Como en otras ocasiones, King juega con incitar al lector para que siga leyendo, dándole pistas pero sin revelar que está pasando hasta mucho más tarde. Aquí una mujer con problemas económicos decide ayudar a cumplir el deseo de un anciano sacerdote, quien quiere pecar antes de morir.
El personaje del sacerdote, lo que pide y cómo te lo va desgajando King, me recordaba mucho al personaje de Leland Gaunt y los favores que pedía en La tienda. Tras el acontecimiento, que parecía que no iba a tener repercusiones, comienza la degradación moral de la mujer.
“Más allá” (“Afterlife”) tiene cierto componente irónico y funciona bien. Un hombre muere y descubre que está en una oficina en el más allá, donde un funcionario le da a elegir dos opciones: si atraviesa una puerta, se acaba todo; si atraviesa la otra, vuelve a nacer, sin recuerdos y sin posibilidad de cambiar nada.
El funcionario resulta ser el dueño de la fábrica de camisas Triangle Waist Co, ese edificio en el que en 1911 perecieron 146 personas, la mayoría mujeres, porque habían cerrado las puertas para que no robaran; las víctimas murieron abrasadas, asfixiadas o arrojándose el vacío. El dueño está en el purgatorio, no sabe cuánto le queda, y ya ha visto pasar al protagonista varias veces por esa oficina. Ambos son incapaces de asumir la responsabilidad de sus actos, y a ambos les queda purgatorio para rato.

“Ur” es muy entretenido. Se publicó por primera vez en digital en 2009, y a King se le acusó de venderse a Amazon por hacer una especie de publirreportaje del Kindle, cuando realmente se le había ocurrió una idea genial con ese trasto (y que enlazaba con el universo de La Torre Oscura).
Un profesor de instituto está resentido porque su novia, la profesora de gimnasia, acaba de romper con él. Para demostrarle que se ha modernizado, y que lee en una pantalla y no en papel, se compra un Kindle. Para su sorpresa, su Kindle se conecta con otras realidades donde existen obras literarias de autores muertos que no existen en la nuestra. Algo así como el sueño de cualquier bibliófilo. Pero liarse con otras dimensiones trae consecuencias negativas, que en este relato se traduce en un clímax trepidante.
“Herman Wouk todavía vive” (“Herman Wouk is Still Alive”) es uno de mis favoritos. Tiene dos tramas: por un lado, hay dos mujeres jóvenes desencantadas de la vida, que han alquilado una furgoneta y la han llenado con sus churumbeles, mientras van dando tragos al volante; y por otro, una vieja pareja de escritores intelectuales que se han detenido en un área de descanso a comer, de camino a un festival de poesía. Los ancianos comentan la noticia de que Herman Wouk, autor de El motín del Caine, con 95 años está trabajando en su siguiente libro, un ensayo sobre la lengua en la que habla Dios.
King no se corta un pelo al final, cuando muestra lo que piensa sobre la gracia divina, la lengua de Dios y las prioridades e injusticias de la vida.
Por cierto, Wouk sigue vivo, y está a punto de cumplir 104.
“No anda fina” (“Under the Weather”) es genial, otro de mis favoritos. Comienza de una manera cotidiana, mostrándote la vida de un publicista, y sin darte cuenta, King te da pistas de que algo raro le pasa al protagonista. En una escena a la mitad, en un flashback, se te hiela la sangre y de ahí hasta el final solo esperas a que se confirmen tus peores sospechas. Gran y muy desasosegante cuento sobre la locura.

Si hay algo que me interese menos que el fútbol es el baseball, y “Billy Bloqueo” (“Blockade Billy”) es un relato —bastante largo— sobre baseball, una de las pasiones de King. Tiene un componente oscuro, que me gusta (Billy Bloqueo oculta algo), y es lo único que me incentivaba a seguir leyendo.
Las partes de baseball me sonaban a chino mandarín, y la historia de Billy no acababa de estar bien desarrollada: el final es precipitado y el lector no ha recibido suficiente información como para que pueda montar el puzle de su pasado. Este no me apasiona.
“Pimpollo” (“Mister Yummy”) es otra genialidad. En la introducción King cuenta que un amigo le quiso quitar la idea de escribirlo, porque el protagonista es gay y King es heterosexual. Tonterías: escribe lo que te interesa, que siempre te puedes documentar, y utiliza bien tu sensibilidad.
Aquí hace un recorrido al mundo gay de los años 80, cuando comenzó la epidemia del sida, algo triste e injusto (y en manos de King, interesantísimo). El pimpollo del título es un chico de 22 años parecido a David Bowie, que levantó la lívido del protagonista cuando este tenía cincuenta y tantos y lo vio en un bar.
Este tiene recursos de trama parecidos a los de “Niño malo”, pero aquí King se las apaña para juntar la lívido con la muerte de una forma bonita: moriremos, pero lo haremos dichosos.
“Tommy” es un poema narrativo. La poesía no es lo mío, y si me lo he leído es porque es King. Aparece un grupo de hippies de los años 60, y habla del dolor que les provoca la muerte de un chico por leucemia, y cómo el correr de los años cambia a las personas: sueños inmutables resulta que no lo eran.
“El diosecillo verde del sufrimiento” (“The Little Green God of Agony”) es un gran cuento de terror. King prepara mucho el clímax, con un multimillonario que se muere de dolor. Tienen gracia las incongruencias entre lo que cuenta el rico y lo que piensa la enfermera que lo cuida, quien está convencida de que su paciente es un quejica que no hace el esfuerzo suficiente para rehabilitarse. Tras conocer cómo ha acabado ese hombre postrado en una cama, comienza un clímax genial, donde se oficia un exorcismo.

“Ese autobús es otro mundo” (“That Bus Is Another World”) es muy interesante e inquietante, y hace un comentario brutal sobre la cultura del éxito y los autoengaños para justificar la inacción de las personas ante injusticias.
Aquí un hombre llega tarde a una importantísima reunión de trabajo en Nueva York cuando ve, desde el taxi en el que viaja, que se comete un crimen en un autobús. Excelente.
“Necros” (“Obits”) no me apasiona, pero es muy entretenido. Un joven periodista encuentra trabajo en un mediocre periódico digital, escribiendo necrológicas sangrantes de los famosos que la acaban de diñar.
Está bien la voz del protagonista (está escrito en primera persona) y la evolución de los acontecimientos (primero cómo escribe una necrológica de coña, luego cómo consigue el trabajo, luego cómo quiere dejarlo y escribe una necrológica de alguien vivo…), pero la resolución es muy decepcionante.
Me costó entrar en “Fuegos artificiales en estado de ebriedad” (“Drunken Fireworks”). Es humorístico y está escrito en primera persona por alguien de Maine, con una dicción muy marcada que en inglés me costaba entender, y no terminaba de ver hacia dónde iba la historia, pero me acabó gustando por demencial.
Trata de una madre y su hijo, que se hacen ricos cuando a ella le toca la lotería, y que entran en una guerra delirante con sus vecinos mafiosos para ver quién lanza los mejores fuegos artificiales cada 4 de julio. Sí, eso es.
Cierra la colección “Trueno de verano” (“Summer Thurder”). Para mí, es un cuento redondo. Ha habido una guerra nuclear y los pocos supervivientes están esperando a que la radiación los mate (una premisa igual a La hora final, de Stanley Kramer, y con un tono y unas conclusiones similares).
El protagonista adopta un perro perdido y se hace amigo de un vecino, mientras ve que se acerca lo inevitable. Desesperanzado, melancólico y, al mismo tiempo, muy bonito: lo último que se pierde es la necesidad de relacionarnos y de cariño, nuestras pasiones y la esperanza.
The Bazaar of Bad Dreams / Stephen King / cuentos / Estados Unidos, 2015, 608 páginas.
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