Reseña: «La maquilladora de cadáveres», de Dioni Arroyo
Dioni Arroyo es un escritor de ciencia ficción, novela negra y terror. Por sus novelas Metanoia (2012) y Los ángeles caídos de la eternidad (2012) ganó el premio Éride, y por Fractura (2016) estuvo nominado al premio Ignotus a Mejor Novela. Aparte de colaborar en diversos medios, pertenece a la junta directiva de la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror (AEFCFT).
La maquilladora de cadáveres es su séptima obra, y es una novela corta que, como el mismo Arroyo asegura en el prólogo, “no es apta para corazones sensibles”. El que avisa no es traidor.
Sinopsis
Valladolid, 1987. Asur es un joven desencantado para el que la vida carece de sentido. Por sorpresa un día se planta su familia en su piso; un tío suyo acaba de morir y deben ir al velatorio. Al entrar en la funeraria, Asur tiene una visión que le indica que su vida estará fatalmente unida a ese edificio. Allí reconocerá a una antigua compañera de colegio, quien maquilla a los muertos, con la que más tarde empezará a salir, dando lugar a una relación que acabará en tragedia.
Análisis
La maquilladora de cadáveres comienza con un prólogo, firmado por el propio Arroyo, que pica muchísimo la curiosidad del lector e incita a meterse en la historia. En él, tras una serie de viajes y encuentros con un amigo de juventud, el autor asegura que todo lo que viene a continuación es verdad, y que el libro se trata de la versión novelada de un manuscrito que le entregó su amigo, quien huyó de España por un crimen cometido décadas atrás.
Lo mejor de La maquilladora de cadáveres es cómo Arroyo te dice, o te da indicios, de que esa historia oculta algo terrible, que va a acabar fatal, lo que hace que sigas leyendo intrigado durante gran parte de la novela.
A veces te lo dice expresamente, como en el prólogo, o un poco más adelante, cuando el protagonista reconoce que es un asesino (si eso no te hace devorar páginas…), o a veces, sin que te des cuenta cuando las lees por primera vez, con pistas, muy inquietantes, que anteceden el horror de la última parte: lo que siente al entrar en la funeraria, la visión que tiene el protagonista de mantener relaciones sexuales con cadáveres, o la pesadilla donde aparece el dueño de la funeraria.
Tras el prólogo, Arroyo pasa a narrar la historia, desarrollada en el Valladolid de 1987, de Asur, un joven que no cree en nada, pero que piensa que domina su vida. Al ir al velatorio de su tío, descubre que en la funeraria trabaja una antigua compañera de colegio.
Arroyo durante unas cuantas páginas se luce por el impacto que le crea al protagonista ese encuentro. A pesar de que a Asur le resulta poco atractiva, se obsesiona con ella, sin saber muy bien por qué, hasta que acaba enmarañado en una relación con mucho sexo, vodka y filosofía.
La parte central para mí es la más floja. La pareja va a casa de un amigo filósofo, y se ponen a hablar de lo divino y de lo humano. Muchas veces me perdía en las reflexiones, tenía ganas de que la historia tan terrible que me había prometido el autor al principio siguiera, y no tenía muy claro hacia dónde iba todo aquello. Lo más interesante era conocer un poco el pasado de la chica, y reforzar el nihilismo del protagonista, pero a mí se me hizo excesivamente larga.
Luego la historia entra en la fase final, y es brillante.
Aunque intento no desvelar nada, si la vas a leer, deja esta reseña aquí.
Arroyo necesita llegar al crimen del que hablaba al principio, y para eso la chica comete un acto horrendo que indica que está traumatizada por algo ocurrido en el pasado. Cuando descubres qué sucedió, en la escena más espeluznante de la novela (yo la leí apretando los dientes), entiendes, pero no compartes, por qué los protagonistas cometen un asesinato.
El crimen es desagradable y muy tenso, y Arroyo estira la tensión durante páginas y páginas cuando los protagonistas sospechan que la Policía les está investigando, lo que provoca que se vuelvan paranoicos.
El autor cierra la novela de una forma que me encanta, enlazando con la parte filosófica y metafísica. Asur se da cuenta de que no tenía el dominio de su existencia; el nihilismo no le vale; las ideas que tenía sobre la vida y la muerte le golpean de lleno, y antes de que se lleve el mayor puñetazo, descubre que recurrir a Dios le ayuda a encontrar un sentido a los horrores que ha vivido y le da paz.
La maquilladora de cadáveres / Dioni Arroyo / novela corta / España, 2018, 147 páginas
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