Solo quiero caminar
(España, México, 2008, 129 min)
Dirección y guión:
Agustín Díaz Yanes
Intérpretes:
Diego Luna
Ariadna Gil
Victoria Abril
Pilar López de Ayala
Elena Anaya
El debut de Agustín Díaz Yanes en la dirección en 1995 supuso una sorpresa en el panorama del cine español. “Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto” era un thriller sórdido con una trama en la que unos gangsters mexicanos perseguían en Madrid a la mujer de un torero venida a menos. El film era violento, realista y creíble (esto último, algo casi inaudito en el cine español) con un reparto excelente. Fue un logro muy, muy interesante.
Trece años después Díaz Yanes retoma a su heroína y la vuelve a enfrentar a gangsters mexicanos, con dos pequeñas diferencias: ahora la acción se desarrolla en México y el personaje de Victoria Abril cuenta con tres amigas para ayudarla (de hecho, cede el protagonismo a Ariadna Gil).
Lo que a priori parecía una vuelta de Díaz Yanes a sus orígenes, tras los deslices de “Sin noticias de Dios” y “Alatriste”, se convierte en la confirmación de lo que muchos nos temíamos: Díaz Yanes es mucho mejor director que guionista. “Solo quiero caminar” es técnicamente impresionante, tiene un reparto excelente pero la historia tiene tantas incongruencias y está tan mal contada que a veces es difícil de seguir. Al menos aquí demuestra su valía como director, no como en el desastre de “Alastriste”, que no hay por donde cogerlo (aparte de un guión completamente deshilvanado, hay un abordaje a un barco hilarante, calles llenas de extras yendo en un único sentido, Javier Cámara poniendo morritos, Blanca Portillo travestida, Viggo Mortensen afónico…).
La película tarda muchísimo en empezar. Durante un buen rato el espectador no sabe de qué va eso que está viendo (en su favor, hay que reconocer que tiene un empaque técnico que hace la cosa llevadera), y cuando por fin se sitúa, no hace más que preguntarse por qué Díaz Yanes ha decidido ocultar información importantísima que aceleraría la trama y mostrar escenas en las que el espectador tiene que llenar demasiados huecos.
Y así es como funciona la película. Entre escenas hay unos huecos enormes de historia no contada que el espectador tiene que ingeniárselas para rellenar. Y así la historia de amor-odio entre Elena Anaya y José María Yazpik resulta atropellada; no se entiende cómo los mexicanos saben que las españolas que tienen contratadas, les roban; qué demonios es la fiesta de disfraces; o adónde y por qué trepa Ariadna Gil para conseguir la bicicleta…
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Ariadna Gil |
Luego la película está llena de incoherencias. No se entiende qué hace Pilar López de Ayala, que trabaja en el juzgado, con esa panda de putones ladrones; o por qué los mexicanos, una vez que saben que las españolas les roban, no las despiden; o por qué las españolas, que quieren robar el dinero, deciden antes robarles un disco duro (tiene tanta lógica. Roba antes algo sin importancia para luego dar el gran golpe en el mismo sitio. Seguro que no están sobre aviso). ¿Y cómo saben la combinación de la caja fuerte? Y ya lo de “Grupo Salvaje” es pedirle demasiada ingenuidad al espectador (¡pues menos mal que el vigilante era cinéfilo y le gustaba Peckinpah!).
Es aburridísma. A pesar del esfuerzo del reparto (hay que ver qué bien están todos) y las filigranas técnicas (hay planazos y escenas muy buenas) llega un momento que estás tan cansado de intentar seguir la trama (y de ver todas la estupideces que tiene) que lo único de deseas que es que se acabe de una vez.
Una pena. Díaz Yanes necesita un guionista (en su ópera prima tuvo uno, y aún sigue siendo su mejor película).
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