Transsiberian [2]

Cartel de TranssiberianTranssiberian

(Reino Unido, Alemania, España, Lituania, 2008, 111 min)
Dirección:
Brad Anderson
Guión:
Brad Anderson
Will Conroy
Intérpretes:
Woody Harrelson
Emily Mortimer
Ben Kingsley
Eduardo Noriega

Viendo las tres últimas películas de Brad Anderson se nota cierta similitud de estilo. Tanto “Sesión 9”, “El maquinista” y “Transsiberian” son filmes fríos, lentos, donde apenas pasa nada pero que va (o pretende ir) aumentado la tensión mediante la acumulación de pequeñas anomalías. Si bien esta fórmula le funcionó muy bien en “El maquinista”, los otros dos intentos no son tan gloriosos: “Sesión 9” resulta bastante aburrida y en “Transsiberian” el tiro le ha salido por la culata.
   Para ser benévolos, digamos que la estructura podría ser mejor. Durante la primera hora apenas pasa nada y es imposible saber hacia donde va el film. De hecho, es imposible saber de qué va eso que se proyecta en la pantalla.
   Conocemos a las dos parejas protagonistas de una forma bastante pedestre. Woody Harrelson y Emily Mortimer son una especie de misioneros que deciden tomar el transiberiano para volver a casa desde China. Allí se encuentra con una pareja de antipáticos: el ¿cínico? de Eduardo Noriega (terrible, como de costumbre) y Kate Mara, que con aparecer enfadada durante todo el fin tiene bastante.
   No hace falta ser un espectador muy observador para saber que los sonrientes Harrelson y Mortimer son los buenos, mientras que el ¿cínico? y la cabreada son los malos. Menuda sutileza tiene el amigo Brad.
   Entonces empiezan a surgir las incongruencias. Estas parejas se encuentran a bordo del tren y mediante una borrachera el director quiere darnos a entender que han surgido lazos de amistad (aunque al espectador los malos le sigan pareciendo igual de gilipollas). No pasan ni cinco minutos, y los buenos les están contando cosas muy, muy íntimas a los malos. Es completamente increíble.
   Luego, como los guionistas se daban cuenta que eso era un coñazo, pues meten una trampa: la desaparición de Woody Harrelson. Cuando se descubre lo que pasó resulta que es una estupidez para engañar al espectador.
   Y en esta primera hora, que es la cura infalible para el insomnio, hay un montón de cosas sin sentido, como la escena en la que el ¿cínico? de Noriega le enseña las muñecas rusas a Mortimer. Y los espectadores, que nos chupamos el dedo, nos creemos que las muñecas rusas son sólo eso, muñecas rusas. ¿Qué sentido tiene que Noriega se las enseñase?
   Si no estoy equivocado (puede que lo esté. Vi este film con menos concentración que de costumbre: los bostezos me lo impedían), creo que quiere haber cierta tensión sexual entre el ¿cínico? y Mortimer. Si alguien la notó, por favor, que me diga cuándo.
Emily Mortimer y Woody Harrelson en Transsiberian
Emily Mortimer y Woody Harrelson

Después de esos soporíferos, plúmbeos, tediosos 60 minutos algo pasa y por lo menos sabes que estás viendo un thriller. Ben Kingsley entra en escena y ahora nos quieren sorprender: que si las muñecas rusas esconden algo (¡gran sorpresa! Boquiabierto me dejó la revelación), que si el ¿cínico? se las coló a Mortimer en la maleta (y ¡zas! flasback al canto no vaya a ser que alguien no se diera cuenta de cuando sucedió eso), que si Mortimer tiene fotos de la iglesia quemada (y dale con flasbacks innecesarios. ¿A alguien se le habían olvidado las fotos?), que si estupidez tras estupidez.

   Se supone que Mortimer sufre lo suyo porque tiene que mentir más que un político. Pero como nos da igual, pues que mienta. O que acabe picando roca en una prisión de Siberia, tanto nos da.
   Luego viene la traca final. Que si una escenita de acción, que si los personajes (que no nos importan nada) no son lo que parecen, que si una persecución sin nada de tensión.
   Más y más cosas increíbles y el tormento se acaba: por fin se encienden las luces y se puede ir uno a casa.
   El film no es un desastre absoluto gracias a algunos planos buenos del tren y la iglesia quemada, un trabajo digno de Mortimer o una escena de tortura. Pero eso no la hace digna de visionado.
   A evitar.
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