The Astounding, the Amazing, the Unknown [8]

Portada original de The Astounding, The Amazing, and the Unknown, de Paul MalmontNOVELA

The Astounding, the Amazing, and the Unknown
(EE.UU., 2011, 418 páginas)
Paul Malmont 
Hace tres años descubrí por casualidad a Paul Malmont. La portada de su primera novela, «The Chinatown Death Cloud Peril» (2007), me llamó tanto la atención que me la compré. El libro era un encantador homenaje a las historias pulp de los años 30, y además tenía la originalidad de que los protagonistas eran autores auténticos de la época: Walter Gibson, Lester Dent, L. Ron Hubbard, y H.P. Lovecraft. Con «The Astounding, the Amazing, and the Unknow» (2011), que es su tercera novela, Malmont repite la jugada, y ahora los aventureros son escritores de ciencia ficción de los 40. El resultado es incluso mejor.
   En plena Segunda Guerra Mundial, el Gobierno de Estados Unidos encarga a tres escritores de ciencia ficción, Robert Heinlein, Isaac Asimov, y L. Sprague de Camp, que, utilizando su imaginación, inventen cosas para ganar la guerra. Tras la muerte de un espía alemán, el Gobierno descubre que los nazis iban tras la pista de un arma secreta creada por Nikola Tesla, y les encargan a los escritores que comprueben si Tesla logró crear algo mortífero con su torre Wardenclyffe. En la investigación se les unirá Walter Gibson para echarles una mano, y L. Ron Hubbard… porque no tiene otra cosa que hacer.
   Realmente la trama de la novela es muy sencilla, pero Malmont la complica yéndose por las ramas a menudo. Para mí ese divagar funciona por lo sumamente encantadoras y tiernas que son las escenas.
   Lo peor que tiene «The Astounding, the Amazing, and the Unknow» es que tarda demasiado en empezar. Comienza contando una historia de unos científicos que trabajaron en el Proyecto Manhattan, y entonces pasa a la historia de los escritores, que en teoría cuenta uno de esos científicos. Esa estructura de historia dentro de historia realmente es un estorbo, porque los científicos del principio no vuelven a aparecer, y las tramas tienen muy poco en común.
   La historia principal aún tarda en empezar porque Malmont, durante unas páginas, cuenta la narración de un espía alemán que como mucho se puede entender como un guiño a «The Chinatown Death Cloud Peril», pero que al igual que pasa con la narración dentro de la narración, estorba.
   El cometido principal de los escritores es averiguar si Tesla, en algún momento, logró que su torre Wardenclyffe funcionó (el auténtico Tesla quería distribuir energía eléctrica a todo el mundo sin coste alguno; cuando el que le financiaba se enteró de este último detalle, dejó de financiarle), y si logró un rayo mortal. Entre medias simplemente hay dos agentes de FBI interrogando a los escritores, por si ha habido una filtración de secretos gubernamentales. Si solo tuviera estos elementos, la novela tendría buenos momentos de acción y aventura (cámaras secretas, muertes misteriosas, rayos mortales), aunque sería muy previsible y fría.
   Pero Malmont, con muchísimo cariño, te retrata cómo eran los escritores de ciencia ficción de los 40, quienes se sentían frustrados porque querían pasar de las revistas pulp a escribir libros.
   A los dos escritores que más tiempo dedica son a Asimov, que es un cerebrito sin casi sentimientos (por eso escribe sobre robots), y que por ello sufre su primera crisis matrimonial; y a Heinlein, que es el escritor consagrado, pero que tiene una mujer desequilibrada y una amante encantadora. En la trama de Asimov destacan, por bonitas, las escenas de reconciliación del matrimonio, y la escena con su padre, quien le demuestra lo mucho que lo valora como escritor de ciencia ficción.
   A L. Ron Hubbard es al tercero que más páginas dedica, y aunque la justificación de sus viajes está cogida con pinzas (Heinlein le manda a varios sitios a buscar una caja que después no tiene importancia), tiene muchísima gracia que en esos viajes surge el origen de la Cienciología.
   Y a lo largo de la novela hacen cameos Ray Bradbury, James Stewart, Albert Einstein, o Kurt Vonnegut.
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