The Playground [6]

Portada de The Playground, de Ray BradburyCUENTO
The Playground
(EE.UU., 1953, 23 páginas)
Ray Bradbury
El día que Ray Bradbury murió, la literatura se hizo un poco más pobre. Bradbury logró en vida una gran proeza: además de tener éxito como escritor, escribió en los géneros que él amaba y que nadie se tomaba en serio (e incluso ahora son géneros muy denostados), que eran la ciencia ficción y lo paranormal; y consiguió que la crítica y los intelectuales se lo tomaran en serio, cuando normalmente éxito comercial y género popular es un estigma para esas personas.
   (Lo peor de su muerte, aparte de haber perdido a un escritor enorme, fue ver cómo intelectualoides que se notaba a la legua que no habían leído ni una línea de Bradbury, se desgañitaban llamándolo genio en los medios de comunicación y la red. Esa gente posiblemente hasta su muerte se pensaba que Crónicas marcianas era un programa de televisión. Por ello, me enorgullezco de haber escrito un artículo en que el que hablaba de él tres días antes de que muriera. Era mi homenaje personal al genial Ray. Yo sí me acordaba de él, y yo sí he leído obras suyas.)
   “The Playground” es un cuento que apareció por primera vez en octubre de 1953 en la revista “Esquire”, y un poco más adelante en la edición príncipe de “Fahrenheit 451” (ése sí que es un libro que se tiene que leer en papel), y luego desapareció del mapa. En 2000 la editorial RosettaBooks compró los derechos digitales y así se convirtió en el primer texto de Bradbury en formato digital; en la actualidad el cuento se puede comprar en Amazon.
   Charles Underhill tiene un hijo de tres años, Jim, al que su hermana Carol quiere llevar a un patio de recreo para que juegue con otros niños. Pero Charles está traumatizado por el acoso escolar y los peligros del patio de recreo, y aunque haría todo lo posible para que su pequeño Jim no pasara por eso, a Charles le espera una desagradable sorpresa que evitará que Jim vaya al patio de recreo.
   “The Playground” destaca por lo bien que muestra Bradbury lo aterrorizado que está el protagonista por el patio de recreo, que le trae a la memoria recuerdos terribles, y cómo ese patio esconde algo raro, algo que no es de este mundo (ese recurso lo ha bordado luego Stephen King en varias ocasiones). Es genial cómo el patio aparece como en una imagen de televisión y con esa voz tan poética de Bradbury, el protagonista se ve asaltado por lo que ve y los olores que tan bien conoce. Y más adelante, es inquietante cuando se encuentra con un niño muy extraño que lo reconoce y que se parece a un conocido suyo.
   Pero el final, que esconde con giro en teoría sorprendente, me parece que ahora no funciona. Creo que el problema viene porque conoces a Bradbury, que escribía paranormal, y sabes que lo que le cuenta el niño extraño es algo literal. Tal vez si no conocieras al autor (como esos que lo llamaban genio a grito pelado cuando murió), y no conocieras las convenciones del género, el final sería muy sorprendente; pero a mí me parecía que Bradbury desvelaba demasiado a mitad del cuento.
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