Un tipo serio [3]

(EE.UU., Reino Unido, Francia, 2009, 105 min)
Dirección y guión:
Joel Coen
Ethan Coen
Intérpretes:
Michael Stuhlbarg
Richard Kind
Fred Melamed
Sari Wagner Lennick
Leo el consenso sobre esta película en Rotten Tomatoes: “Mezclando humor negro con temas profundamente personales, los hermanos Coen consiguen la que puede ser su película más madura –si no la mejor- hasta la fecha”. Veo, además, que tiene una media de 7,8 basada en 175 críticas. Vaya, me quedo tranquilo, parece que los Coen están remontando tras un decenio de decepciones. Su anterior film, “Quemar después de leer” me gustó, y ahora resulta que hacen su mejor película. Cuando salgo del cine llego a la conclusión de que los críticos, en más de una ocasión, confunden la calidad con el aburrimiento. Y luego se extrañan de que el público no les haga caso.
La película empieza con un prólogo en el siglo XIX, hablado en yiddish. La secuencia está muy bien hecha, siendo una curiosa mezcla de suspense y humor muy coeniano. Pero ¿qué demonios tiene que ver el prólogo con el resto? Nada. Los Coen no dan ninguna pista del sentido de esta secuencia, pero a los críticos les encantará buscar significados ocultos, aunque no haya nada que encontrar. Sinceramente, creo que es una broma de los directores (como decir que “Oh, brother!” era una adaptación de “La odisea” o que “Fargo” estaba basada en hechos reales).
El resto del film se centra en un barrio residencial en los años 60, donde el padre de una familia judía ve como se desmorona todo lo que tiene y no puede hacer nada por evitarlo. Hay que reconocer que durante unos minutos, la cinta tiene gracia: su mujer le deja por tipo untoso y tiene que mudarse a un motel; su hermano lleva meses durmiendo en el sofá y no hay manera de echarlo; su hijo le roba dinero para maría y su hija para operarse la nariz; además, tiene problemas con un vecino belicoso; en el trabajo peligra un ascenso casi seguro; y un alumno intenta sobornarlo. Toda esta parte funciona porque hay una progresión de los acontecimientos, las cosas van empeorando por momentos, y cuando parece que nada puede ir a peor, lo hace.
Además, los Coen se empeñan en estirar la película innecesariamente. En la parte final introducen tres sueños que no tiene mucho sentido y que lo único que hacen es añadir minutos; al igual que la escena con la vecina o el chiste del mensaje en los dientes del gentil, que dura varios minutos para acabar con la anécdota de la perogrulladas que dicen los rabinos. El chiste del club de discos también dura más de la cuenta. Y, sin embargo, cuando desvelan quién mandaba los anónimos al departamento del profesor, los Coen desaprovechan una oportunidad para la risa porque cortan demasiado pronto el plano.
Tal vez los críticos tengan razón y esta película sea profundamente personal y esté llena de recuerdos de los directores (sus defensores destacan lo muy judía que es, como si eso diera calidad); pero mostrar las memorias y las obsesiones personales no significa que el resultado sea bueno. Y éste, sin duda, no lo es.
Sólo recomendable para fans acérrimos de los Coen que quieran ver toda su obra. El resto, mejor abstenerse.
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