Víctimas [3]

Portada americana de Víctimas, de Dean KoontzNOVELA
Watchers
(EE.UU., 1987, 352 páginas)
Dean Koontz 
Tras casi 20 años publicando (muchas) novelas, Dean Koontz logró hacerse escritor de best-sellers a finales de los 80, cuando encadenó cuatro éxitos: «Extraños» («Strangers»), «Víctimas» («Watchers»), «Relámpagos» («Lighting»), y «Medianoche» («Midnight»). «Víctimas» dio lugar a cuatro películas, tuvo buenas críticas, y para los fans y para el propio Koontz (lo reconoce en el epílogo de la edición americana de 2003) es una de sus mejores novelas. Tal vez hace 25 años resultaba muy original y tierna, pero a mí me ha parecido terrible, y desde luego Koontz tiene novelas muchísimo mejor que ésta.
   Para Travis Cornell la vida hace tiempo que dejó de tener sentido. El día que cumple 36 años se va a un monte con la intención de disparar a serpientes de cascabel para pasar el rato, pero allí descubre a un perro, un golden retriever, que parece haberse escapado de algún sitio. El perro evita que Travis se meta en un sendero, donde que hay algo (o alguien) peligroso. Como el golden retriever muestra una inteligencia mucho más elevada que cualquier perro, Travis decide quedárselo. Lo que no sabe es que el FBI, un asesino a sueldo, y un monstruo creado en un laboratorio, van tras el animal porque es un perro genéticamente modificado en un proyecto secreto financiado por el Gobierno.
   Para el que nunca haya leído a Koontz, el autor es muy bueno presionando a los personajes con amenazas terribles, y con unos villanos, que generalmente son psicópatas, tan excepcionalmente obsesivos, retorcidos y peligrosos que hacen que Robert De Niro en «El cabo del miedo» parezca la Madre Teresa. Además, Koontz suele crear unos protagonistas que están psicológicamente dañados, por los que muestra mucha ternura, y logra que sientas muchísima empatía por ellos. El principal problema de Koontz es que una vez que la trama ha echado a andar, progresivamente la historia va perdiendo el sentido común, y comienzan a suceder cosas incoherentes y, muchas veces, ridículas.
   En «Víctimas» se ve todo eso. La novela aguanta bien hasta la mitad, después se desploma. Comienza presentándote a Travis Cornell y al perro; a un misterioso (y muy retorcido) asesino a sueldo que va matando a científicos relacionados con un laboratorio; a un peligrosísimo monstruo obsesionado con matar al perro; a un agente del FBI que sigue la pista del perro y del monstruo (se escaparon del mismo laboratorio); y a Nora Devon, que es un personaje excepcionalmente bien dibujado (es una chica de 30 años que por la influencia nociva de su difunta tía no ha podía disfrutar de la vida).
   Poco a poco vas atando cabos, y la tensión va subiendo porque se van juntando las tramas, y sabes que a Travis se le van a echar encima el FBI, el monstruo y el asesino. Koontz se luce con unas muertes y unas escenas de suspense muy buenas (es otro de sus puntos fuertes), y hace que vuelen las páginas.
   En esa primera parte hay una gran trampa, y es el rescate de Nora de su acosador. Aparte de que es increíble que Nora no llame a la policía a las primera de cambio (Koontz lo quiere justificar, pero no cuela), el acosador incomprensiblemente se ha pasado horas en el dormitorio de Nora esperando a que suba a su cuarto, y el perro, que es inteligente pero que no tiene poderes psíquicos, de alguna manera sabe que Nora está en peligro justo en el momento preciso; entonces Travis y él la salvan en el último minuto.
   La novela comienza a hacer agua cuando Koontz se detiene a mostrarte la educación del perro (no me lo invento: es tan inteligente como un humano y aprende a leer… Para mí es forzar demasiado la suspensión de la incredulidad, y más cuando descubres por qué lo creó el Gobierno), y la relación entre Travis y Nora. Cuando sabes que les están pisando los talones, Koontz se olvida de las amenazas y se detiene a contarte eso. Más tarde estira demasiado otras tramas para llegar al final: los trabajos que tiene que hacer al asesino para dar con ellos, cómo el abogado de Nora da esquinazo al FBI, cómo el perro enferma. Y después de esperar durante demasiado tiempo, el clímax no es excesivamente emocionante.
   De Dean Koontz, que es terriblemente irregular, me he leído algunos de sus últimos libros, y en esta novela aparecen rasgos muy distintivos de su voz, pero aún están verdes («Breathless«, de 2009, es una novela muy similar a ésta, y aunque también es mediocre, funciona algo mejor). En la actualidad Koontz tiene un estilo más rebuscado, y a mí me gusta más (la prosa de «Víctimas» la podía haber escritor cualquiera; la huella del autor se notan en los temas, los personajes, y cómo desarrolla la trama); su humor siempre es tontorrón, pero ahora sí es divertido; y hoy en día es muchísimo mejor subiendo la tensión y creando un ritmo rapidísimo.
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