VIDA DE ESCRITOR: CÓMO PROMOCIONÉ EL CURSO DE ESCRITURA
Como llevaba camino de acabar en el McDonald’s dándole vueltas a las hamburguesas, el año pasado me planteé qué podía hacer para ganar dinero. Necesitaba algo que me diera dinero, pero que me dejara tiempo para seguir escribiendo ficción y mantener mi rincón.
Después de unos intentos infructuosos por hacerme traductor de inglés-español (ni siquiera un turco chungo, que reconocía que me iba a mal pagar, me contrató), me decanté por el curso de escritura. Varios amigos llevaban tiempo sugiriéndomelo, pero yo les daba largas por falta de seguridad. Hasta que llegó septiembre y publiqué «Atrévete a ser escritor«. Ya no tenía excusas, y lo que debía hacer era buscar un local y promocionarlo para conseguir alumnos.
CON AYUDA DE OTROS
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Un precioso cartel |
Existe una cosa llamada «parálisis por análisis», y es cuando la gente se documenta y se documenta antes de ponerse en marcha. Ahora con internet, eso es un gran riesgo. Con todo el conocimiento teórico que han adquirido, no hacen más que darle vueltas a lo que podría fallar, y como ven que los proyectos fallan, nunca se tiran a la piscina. Ya sabían ellos que iba a fallar.
Es como si quisieran dominar la teoría antes de dar un paso, y para justificar que nunca lo dan, te señalan los fracasos. Estas personas no se dan cuenta de que con la práctica se aprende mucho más, y que improvisando y pidiendo ayuda y yendo paso a paso, se sale de muchos entuertos.
Algo que muchos pasan por alto, y que es fundamental, es la ayuda que te pueden prestar otras personas que ya han hecho lo que tú quieres hacer. En septiembre, para encontrar un local le pregunté a mi amigo Nacho Solana, ya que él había organizado los talleres de «El cine en tus manos» en el Enclave Pronillo. Me dijo que tenía que presentarle un proyecto a la fundación que llevaba las instalaciones (Fundación Santander Creativa), y me mandó un modelo de proyecto. Luego llamé a la fundación, y me dijeron qué pasos tenía que dar. Los seguí a rajatabla, y a los tres días de haberles mandado el proyecto del curso, me lo aceptaron y me cedieron un aula.
Entonces debía promocionarlo, y tenía tanta idea de cómo hacerlo como de resolver raíces cuadradas. Necesitaba un mínimo de 6 personas, de lo contrario, el curso se cancelaría. Sabía que casi nadie me conocía en Cantabria como escritor, y que si le sonaba a alguien, era como montador de la productora Burbuja Films (mucha gente, cuando le hablaba del curso, se pensaba que yo era guionista y que el curso era para escribir guiones). Así que necesitaba darle publicidad.
Cuando fui a ver las instalaciones, le pregunté a la chica que me las enseñó cómo iban a promocionar ellos el curso. Me dijo que les pasara un cartel, y que lo pondrían en una agenda cultural (Agenda Aúna), en su página web, en Facebook y Twitter, y que mandarían una nota de prensa a los medios de comunicación.
Mi primera reacción fue pensar que no tenía un cartel, pero pensé que tan solo tenía que modificar la portada de mi libro para escritores. Le pregunté a la chica qué datos necesitaba que aparecieran, y esa misma tarde creé el póster.
Llegó noviembre, y comencé a promocionarlo. Puse como fecha límite de inscripción el 22 de diciembre, para cerrar el grupo antes de la locura de las Navidades. Primero lo puse en mi blog, en Twitter y Facebook. A los pocos días, ya tenía a una alumna. Genial, pero así y todo, me parecía que tenía que ir más allá de internet, y salir a la calle.
ENCADENANDO IDEAS
Las ideas, como pasa cuando estás escribiendo ficción, vienen un poco solas, y normalmente cuando tienes una, te viene un montón seguido. Lo más importante es no censurarte ni racionalizar lo que estás pensando; luego tú seleccionas qué ideas pondrás en práctica. Pero no puedes dejar de hacer algo porque te dé vergüenza, nunca lo hayas hecho, o no sepas cómo se hace.
Todos los jueves quedo en un bar de Santander para charlotear en inglés con más gente, y me acordé de que el local estaba lleno de carteles. Se me ocurrió que imprimiría el mío, y lo llevaría allí. Y no solo eso, se lo diría a la gente, a ver si alguno estaba interesado, o conocía a alguien al que le pudiera interesar, y distribuiría algún cartel entre ellos. Entonces se me ocurrió que utilizaría mi perfil personal de Facebook, que jamás había utilizado, para contactar con más personas y pasarles el enlace.
De inmediato recordé que dos amigas mías tienen un par de bares cada una, y que en pocos días las iba a ver. A ellas también les daría carteles. Y entonces me planteé cuál sería el mejor sitio para promocionar el curso. Repuesta: librerías. Otra respuesta: bibliotecas. Y otra respuesta: universidades.
Google me dio todas las direcciones.
Imprimí 15 carteles en casa y los coloqué, pero me di cuenta de que me arruinaría si tiraba de mi impresora. Antes de hacer más copias, se me ocurrió añadir el logotipo de la fundación y la dirección de mi rincón al cartel, y me fui a una copistería e hice 50 copias. Mi presupuesto era cero patatero, así que eran fotocopias en color tamaño folio. Aproveché, y dejé una en la copistería.
SALIENDO DE MI ZONA DE CONFORT
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Un precioso banner |
Para mí lo más difícil era ir a los sitios y pedir permiso para pegar carteles. Era la primera vez que me presentaba como escritor en Santander, y además me arriesgaba a que me rechazaran a la cara. No me apasionaba hacerlo, y aunque algunos amigos me ayudaron, yo puse el 80% de los pósters. Cada vez que salía de casa por las mañanas, me imponía colocar al menos 5 carteles antes de volver.
He descubierto que cuando intentas las cosas, es fundamental tener una actitud positiva, pensando que vas a recibir un sí. No es que con el pensamiento positivo el universo se reconfigure para echarte una mano y todo te salga bien (por muy optimista que seas, los fracasos y las desgracias pasan), es que teniendo una actitud positiva, estás muy motivado para seguir adelante a pesar de los reveses, y tienes un lenguaje corporal y un tono de voz mucho mejores para convencer a la gente: sonríes, miras a las personas a la cara, y te muestras seguro.
Si te dicen que sí, pues genial. Les das las gracias y pones el cartel. Y si te dicen que no, pues no pasa nada, y también les das las gracias. Si alguien te trata mal, no te lo tomas como algo personal, y vas al siguiente sitio. Tal vez esa persona tenía un mal día. Pero siempre eres amable (no te paras a discutir, o a exigir que te traten mejor, que no tiene sentido; no pierdes tiempo y vas al siguiente local), y siempre esperas un sí.
Mientras ponía carteles descubrí los centros cívicos (centros sociales donde se imparten cursos), y decidí que allí también pondría carteles. Una amiga me dijo que los pegara en la calle del bar donde iba a hablar inglés, porque estaba llena de bares alternativos, y allí también los puse. Y se me ocurrió colocar uno en una escuela de teatro.
Se me agotaron los carteles. Tenía tantas ganas de pegar más como de que me dieran electroshocks, pero hice otras 50 copias, y me forcé a colocarlas todas.
HACIENDO CONTACTOS
Colocar los carteles no solo me ayudó a ser mucho más seguro (¡hey, le iba diciendo a la gente que era escritor, y eso mola!), también me ayudó a hacer contactos. En una librería me ofrecieron dar talleres de escritura; en los centros cívicos me enteré cómo podía organizar un curso en ellos; y hablé con un centro para jóvenes para proponerles un taller.
Y después de empapelar Santander, mi curso tenía menos demanda que guantes para mancos. Pasaba el tiempo, y fechas en las que tenía esperanza, no daban fruto: el regreso a clase un lunes, un concurso de microrrelatos en los bares que tenían mi cartel, el día después de dejar carteles en todas las bibliotecas…
Yo me decía «Carlos, tranquilo, que España es el país de ‘¿Para qué dejarlo para el último día, si lo podemos dejar para el último segundo?'», pero ese pensamiento no me tranquilizaba en absoluto.
Desde Burbuja Films mandaron un e-mail a los alumnos de «El cine en tus manos». Nadie. Mi amigo Álvaro de la Hoz habló del curso cuando finalizó el taller de guión. Nadie. Entonces nos dimos cuenta de que las clases de cine coincidían con las de mi curso, y lógicamente esos alumnos estaban más interesados en aprender cine que en escribir novelas.
Ya eran principios de diciembre, y yo seguía con una única alumna. A esas alturas estaba planteándome que tal vez no saldría, y le daba vueltas a cómo promocionarlo para intentarlo de nuevo más adelante. Mi sensación era que había gente interesada en el curso, por curiosidad, pero que la duración le echaba para atrás. Caí en la cuenta de que con un curso de 6 meses lograba a personas muy motivadas, pero que perdía a las que querían probar si les gustaba escribir, así que se me ocurrió que daría talleres cortos en alguno de esos sitios donde había hecho contactos, y les diría a los alumnos que si querían más, habría un curso largo en otoño.
INSISTIENDO
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Una preciosa noticia («El Diario Montañés», 24-12-2014) |
Pero no tiré la toalla, y seguí promocionándolo. Se me acabaron los carteles, y escribí un e-mail a la fundación y les pedí que me pusieran en su página web y en la Agenda Aúna, y que mandasen la nota de prensa. Me dijeron que lo harían después del puente de diciembre.
Mandaron la nota de prensa, y no apareció en ninguna parte. Pensé que era un caso de mal karma, por todas las pestes que he echado del periodismo, y que a los medios les habían llegando antes mis malas vibraciones que la nota…
Por fin unos pocos comenzaron a interesarse por el curso, pero no los suficientes. Me metí en la página web de la fundación y vi que el curso estaba un poco escondido, y que la página de inicio tenía un banner horizontal enorme y precioso. Les pedí que me pusieran allí. Tuve que rehacer el cartel a un tamaño gigantesco (si lo hubiera impreso, me habría podido hacer una sábana), pero ahí me lo pusieron.
Por fin unos pocos comenzaron a interesarse por el curso, pero no los suficientes. Me metí en la página web de la fundación y vi que el curso estaba un poco escondido, y que la página de inicio tenía un banner horizontal enorme y precioso. Les pedí que me pusieran allí. Tuve que rehacer el cartel a un tamaño gigantesco (si lo hubiera impreso, me habría podido hacer una sábana), pero ahí me lo pusieron.
En la última semana se me empezó a apuntar gente, y el día 22, cuando se cerraba el plazo, alcancé las 6 personas.
GOLPES DE SUERTE
Como tenía las Navidades de por medio, decidí ampliar el plazo hasta el día del inicio del curso (primero era el 8 de enero, pero se retrasó hasta el 15). A mis alumnos les pedí que si conocían a alguien interesado, se lo dijeran. Cuando diseñé el póster, por pura potra, no puse fecha límite de inscripción, así que todos los carteles me seguían sirviendo.
Llamé a la fundación para decirles que extendía el plazo de inscripción, y la chica con la que hablé me dijo que muy bien, y que si quería, volvían a mandar la nota de prensa. Yo ya daba a los medios de comunicación por perdidos, pero le dije que sí. Y a la segunda, la vencida: el día de Nochebuena apareció la noticia en «El Diario Montañés«. Si no llego a llamarles para contarles lo de la ampliación, no se les hubiera ocurrido volver a enviar la nota de prensa.
Y desde entonces, se inscriben 3 personas a la semana. A la hora de escribir estas líneas ya tengo 10 alumnos confirmados, y todo apunta a que me voy a quedar sin plazas (el máximo son 12). (Actualización del 5 de enero: ¡ya están agotadas!)
Si me hubiera rendido en noviembre, buscando justificaciones por las que la gente no se apuntaba (Santander es una ciudad rancia y no hay público para esto; el curso es demasiado largo; el horario es malo…), o no me hubiera pateado la ciudad pegando carteles, o no hubiera pedido ayuda a amigos para difundir la información, o no hubiera insistido tanto a la fundación para que se viera bien el cartel en su página, el curso no habría salido.
Y es que cuando inicias las cosas, tienes que cambiar de mentalidad: se acabaron las excusas, y en vez de evitar problemas, tienes que estar buscando soluciones y alternativas. Así las probabilidades de éxito se disparan.
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Gracias Carlos. Coincido contigo en todo. Lo esencial es persistir y luchar por lo que queremos, aunque a veces la opción más sencilla sea abandonar y auto compadecernos. Se acabaron las excusas y hay que buscar soluciones alternativas. Genial! Saludos
¡Muchas gracias, Pepa!
Mucha gente no se da cuenta de que tiene muchísimo poder para cambiar las cosas que no le gustan. Pero claro, para eso hay que arriesgarse a fracasar. Y si fracasas, te levantas y lo vuelves a intentar. Como esas personas no se atreven a arriesgarse y a decir "Éste soy yo, y esto es lo que quiero lograr", no hacen más que justificar que no pueden hacer nada (y te dan una serie de excusas para demostrarlo), y que el sistema es injusto (puede que lo sea, pero no hacen nada por cambiar su situación), y ponen sus esperanzas en terceras personas: partidos políticos, jefes de trabajo, líderes espirituales…
Con esa actitud, poco vas a lograr. Y quien no arriesga, no gana.